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Mientras caminaba por la zona arbolada del jardín botánico me detuve en un árbol que tenía las raíces expuestas. Un árbol enorme que se entrañaba en la tierra con unos tubérculos de raíces enormes. Entonces pensé que los árboles deberían ser figuras modélicas para los hombres, una especie de ejemplo de virtud. Y que, siendo así, el hombre debería aprender a crecer también hacia dentro, construir raíces largas que a su vez ayudaran a sostener lo construido fuera (casas, automóviles, logros laborales, terrenos, herencias, lujos, ropa carísima). Pensaba que hay un tiempo para construir fuera y un tiempo para construir dentro, y que sólo Dios sabe a qué tiempo corresponde lo uno y lo otro. Y cómo. Lo mejor sería ser un árbol pequeño de largas y hondas raíces en medio de un parque que siempre tuviera niños jugando. Sería bueno que siempre hubiera un día soleado y que se oyera, a lo lejos, el canto de los pájaros. |