Largo periplo de Juan Manuel de la Rosa para aprender a fabricar este material
Todo lo que leemos será un espacio borrado si no lo ponemos en algodón, advierte el pintor
Sagrado, artesanal o industrial, en él se plasma, se graba, se escribe y es parte de la obra
Domingo 1º de marzo de 2009, p. 8
Imaginemos un mundo sin papel. No habría sobrecitos de azúcar, por ejemplo
, expresó a La Jornada el pintor zacatecano Juan Manuel de la Rosa, quien en 1976 viajó a El Cairo, Egipto, para saber cómo se elaboró uno de los ancestros de esos materiales en los que se escribe, se graba, se plasma, se dibuja, se integra. El Instituto del Papel está en el río Nilo, en una barca flotante; el taller se encuentra ahí porque es donde están sembradas las plantas papiríferas
, expresa el artista en el libro Mujeres artífices del papel (Entrevistas a Juan Manuel de la Rosa).
El volumen pertenece a la Colección Mujeres y poder, editado por el Instituto Estatal de las Mujeres de Nuevo León; las entrevistas fueron hechas por María Elena Chapa y María del Refugio Avila C.
La palabra papiro da origen a la palabra papel en castellano; el procedimiento para su elaboración es muy sencillo, pero había que aprenderlo y eso me dio bases muy sólidas para continuar aprendiendo, cotejándolo con otras superficies como el amate, el papel japonés o el papel europeo. Estuve en Europa seis meses haciendo un curso intensivo que fue de una gran utilidad; no sólo la parte técnica, sino también la parte vivencial.
Por recomendación de Francisco Toledo entró a uno de los talleres más importantes de Francia, el Atelier Clor et Bramsen, donde trabajaron Renoir, Toulouse-Lautrec, artistas del grupo Cobra, y entre los mexicanos que habían estado ahí, el mismo Toledo, Gironella y Juan Soriano.
En ese taller estuve trabajando en una cava, en un sótano, con temperaturas bajo cero y una humedad tremenda. Pero lo importante era ver trabajar a los grandes maestros, a los grandes pintores y grabadores, como Alechinsky y Matta.
De ahí, a otros cursos, en Santa Cruz, California, donde se usan prensas hidráulicas para producir papel a mano. En Fiyi fue un suceso. Hay cinco maneras de hacer papel. Está la manera egipcia, que es el papiro; el amate, que es de los mayas y de los aztecas; luego viene el papel asiático, el papel francés y la tapa de Polinesia o de los Mares del Sur (...) La tapa o masi de Fiyi es uno de los ancestros del papel y es muy similar al pairo y al amate, que son los hermanos mayores del papel. Los puristas no los consideran papeles, sino pre papeles.
Eso tan sólo fue un preámbulo. Lo importante era aplicar ese conocimiento en México. Fui con un compañero, un colega japonés, a la sierra de Puebla, al pueblo de San Pablito, donde estaba una mujer que marca pauta: Camila Hernández.
Tarea de siete siglos
Camila se adelantó, agrega De la Rosa, a la denominada Revolución del papel”, según la cual se considera al papel no solamente como superficie, como un soporte para escribir o para depositar una imagen, sino que la obra está con y dentro del papel (...) Llevé a un congreso internacional en Appleton, Wisconsin, obras de ella.
El papel de San Pablito es sagrado; se recorta y se pone en lo que ellos llaman costumbres, que son una especie de altares puestos en los campos de cultivo y en las milpas como petición para la lluvia, para tener buenas cosechas.
Siguió el aprendizaje en Japón, durante dos años; en Italia, en Fabriano, donde hay una familia que tiene siete siglos haciendo papel: la familia Miliani, la cual hace el papel de seguridad para la Casa Blanca y para el Vaticano; hacen las marcas de agua, filigranas que ni los japoneses han podido igualar. Es un papel de seguridad infalsificable.
De la Rosa ha impartido cursos sobre el papel en países como Venezuela, Puerto Rico, Colombia, Argentina y Panamá.
Informó que todo el papel que se elabora actualmente es de celulosa de madera. “Este papel jamás tendrá la belleza de uno hecho a mano; está en un proceso de degradación constante porque es un papel que blanquean químicamente. La ventaja que tiene el papel artesanal hecho a mano es que se puede controlar la acidez.
“La UNESCO ha pedido, por ejemplo, que se hagan en papel de algodón, por lo menos, dos o tres ejemplares de ediciones que valgan la pena, de tal forma que por lo menos permanezcan esas muestras para las generaciones futuras, porque todos los libros que se imprimen hoy en día muy pronto se vuelven ocres, amarillentos, tostados, y las hojas se quiebran fácilmente. El cloro y todos los demás químicos siguen actuando y van degradando el papel.
Un ejemplo muy claro es el papel periódico, que al primer día está blanco, pero le da un poco el sol y empieza a amarillarse. Eso demuestra que se está acidificando. Todo lo que leemos será un espacio borrado si no lo ponemos en algodón.
Con orgullo, cita que amate en náhuatl quiere decir papel. Había 33 pueblos alrededor de la Gran Tenochtitlán que le pagaban tributo a los aztecas con grandes cantidades de papel. El papel en el México prehispánico tenía muchos usos; por ejemplo, se usaba en estandartes para ir a la guerra, para la ropa, para hacer códices. El amate es la corteza de la morera.
En diferentes lugares, De la Rosa aporta sus conocimientos para que mujeres de zonas de escasos recursos ganen algo de dinero. Así, en Barichara, Colombia, con sus técnicas se elaboran materiales para hacer bolsas o costales. En zonas cafetaleras y en las grandes urbes, con su papel artesanal se diseñan protectores térmicos para los vasos con café caliente, etcétera. En México su experiencia ha trascendido en estados como Zacatecas, Hidalgo y Oaxaca.