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ROSA NISSÁN
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LEANDRO ARELLANO
La metamorfosis de Lucrecia
ROBERTO GARZA entrevista con LUCRECIA MARTEL
La traducción: los quehaceres del amante
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Rogelio Navarro: un filósofo a contrapelo
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Columnas:
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Foto: Sean Limbert |
Manifiesto
Rosa Nissán
Sí, te maté porque me despojaste de todo: de mis hijos, de mi casa, de mi coche, de mis años mozos. No valoraste mi trabajo. Te maté y te volvería a matar mil veces. Y no me van a tapar la boca, te juro que no, aunque me manden a todo el ejército, no me van a agarrar porque no quiero, y si me agarran, poco importa. ¡Cabrones!, si siguen sin tomarnos en cuenta van a tener un tigre en la casa, una mujer enfurecida en su hogar, otra como yo. Quieres decirme, hijo de la fregada, ahora que estás ahí tieso, todo agujerado, ¿cómo y cuánto te hubiera costado criar a tus hijos?, ¿sigues terco en que tú eras el económicamente activo y yo no? Cada vez que se te enfermó un hijo, ¿faltaste a trabajar?, ¿quién te resolvía toda esa despreciable domesticidad?, ¿qué supiste tú de las cinco horas de cada día que me tomó simplemente cocinar?, ¿con quién querías que dejara a los niños para que me fuera a trabajar, para tener derecho a estar cansada en la noche? ¡Los huevos debí haberte cortado! Todavía es tiempo, te irás sin ellos. Te haré una lista de todo lo que hago en un solo día. ¿Y tú?, ¿a qué te dedicabas mientras? Desayunabas con fulano, comías con perengano. Las mujeres somos consideradas improductivas porque nuestro trabajo no es remunerado. ¿Cómo le vamos a cobrar a nuestro marido?, ¡qué locura!, ¿y por qué a la sirvienta sí le pagabas si no hacía ni la mitad que yo? Disponías de secretaria y secretario que te hacían todo. ¿Crees que voy a creerte que te matabas en el negocio? Llegabas a saludar a tus subordinados, ¿qué chingados hacías? Mandar gente... recójanme, llévenme. Sí, crecíamos económicamente, todos lo decían y yo lo creía. ¡Crecías tú!, yo era pobre, tenia que mendigarte el dinero y lo dabas como limosna. En la noche llegabas a revisar qué estaba mal hecho, eras incapaz de levantarte si querías un cenicero, la casa apesta a humo por ti. Trabajé toda mi vida, cuando enfermé de los pulmones por tanto cigarro que inhalé fui un estorbo.
¡Mujeres! Tenemos que hacer algo, entiendan, no lo van a hacer ellos por nosotras.
Y nuestros hijos, que jamás vuelvan a decir mi mamá no trabajó, que jamás digan que su mujer, que la madre de sus hijos no trabaja. Claro, todo lo que suena a doméstico, a casa, hijos, hiede. No se valora el trabajo no pagado. Me mirabas con desprecio. ¿Qué hice con mi tiempo, en quién lo dilapidé? Contigo, ¿con quién más?
Nuestros hijos no tenían que quedar bien conmigo. De ti iban a heredar. Todo te lo debían a ti.
Por eso tengo todo listo para aventarte al barranco.
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