Usted está aquí: sábado 4 de octubre de 2008 Disquero Jordi Savall y la máquina del tiempo

Disquero

Jordi Savall y la máquina del tiempo

Pablo Espinosa, enviado ([email protected])

Barcelona, 3 de octubre. Lo dice Jordi Savall: en las famosas Ramblas uno encuentra, no busca. Enmedio de los ríos de carne, sangre, sonrisas de los humanos que pueblan a todas horas este paseo que lleva al mar, la vista alcanza a lo lejos lo que a lo cerca es una maravilla: una casa de música. Uno entra y está rodeado de instrumentos musicales tibetanos, africanos, japoneses, indígenas de América Latina. Ah, y también instrumentos musicales de Occidente.

Es una máquina del tiempo porque en los anaqueles de madera antiquísima lucen lomos de algo que parece a lo lejos incunables pero a lo cerca uno se percata que son tubos enormes y anchos de cuero viejo, entrañablemente añejo, que resguardan partituras. Un paraíso.

Pasos más adelante hay más tiendas de música. Y entre las novedades discográficas esplenden tesoros: dos cajas con ediciones especiales y grabaciones las más recientes de Jordi Savall.

Lo fascinante es amplio y diverso: fascina que estas mismas novedades también están en las tiendas de discos de México. Causa fascinación escuchar estos discos que son un viaje sin tiempo, o mejor: un dispositivo del alma que sirve para anular la noción del tiempo, y eso que la música, ese arte supremo, sucede precisamente en el tiempo (¿aporía? ¿contradicción? Dialéctica).

Pero lo que más fascina es abrir el cuadernillo (qué digo cuadernillo, en realidad es un libro, hecho y derecho. Bello y decidor) de uno de estos álbumes y ¡fascinación!: Jordi Savall narra en uno de los textos que contiene este volumen, que fue precisamente en la Casa Beethoven, “el establecimiento de música situado en el número 97 de las famosas Ramblas”, donde encontró las partituras que no sólo modificaron su vida, sino el transcurso entero del rumbo de la música, al menos de una fracción sublime y bella, intensamente bella, de la música que es la producción, más de 500 obras, que nos heredó Marin Marais, músico que nació hace 350 años en París, que murió 72 años después y que volvió a nacer hace 40 años, que es cuando Savall grabó el primero de sus más de cien discos, que poseen naturaleza variopinta y varios de ellos, entre los cuales están los que ahora compartimos en el Disquero, dedicados precisamente a la música de Marais.

En sus oportunidades respectivas, el Disquero ha reseñado muchos de los álbumes de Jordi Savall solo, con sus tres grupos que ha formado en los últimos lustros (Hesperion XX, ahora Hesperion XXI; La Capella Reial de Catalunya, y Le Concert des Nations), y también se han reseñado aquí sus discos con su mujer, Montserrat Figueras, y con su hija, Arianna Savall, así como los discos como solistas de Montserrat y de Arianna.

El propio maestro Savall anota en el texto referido líneas arriba un referente que conocen millones: el filme Todas las mañanas del mundo, donde el cineasta Alain Corneau narra la vida de Marin Marais y Jordi Savall interpreta esa música “más bella que la belleza”, en palabras de La Fontaine glosadas por este humanista catalán que en breve estará en México, dentro del Festival Internacional Cervantino, para hacer su música, una música digna de los mismísimos ángeles.

 
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