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Ilustración de Huidobro |
Las novelas del corazón
Edith Villanueva Siles
Consideré que visitar una biblioteca en Brooklyn me pondría a salvo de la carencia de información y de la ignorancia en la que estaba inmersa. Al abrir la puerta pude oír el barullo de la gente, tal cual si fuera una romería. Dicha algarabía se debía a la larga espera, treinta minutos, para poder usar una computadora. La mayoría de las personas que estaban allí tenían ese particular gesto que la demora deja en el rostro.
Caminé entre los pasillos hasta encontrar la sección en español, unos quinientos libros aproximadamente, cantidad muy limitada para una biblioteca que se encuentra en el barrio latino. Cuando vi que en uno de los estantes, semejante a los que ponen en los supermercados junto a las cajas registradoras, estaba la colección completa de El libro vaquero, Semanal, Sentimental, Jazmín y Julia, sentí exactamente lo que dice la definición de electricidad en el diccionario: propiedad fundamental de la materia que se manifiesta por la atracción o repulsión entre sus partes, originada por la existencia de electrones con carga negativa, o protones, con carga positiva.
Me detuve un rato y respiré profundamente para reponerme del choque entre protones y neutrones, sin embargo mi mente reaccionó de inmediato haciéndome esta pregunta: ¿choque de qué? Si a los hispanos nos encantan este tipo de novelas, Estados Unidos no puede tener la culpa también de esto, no podemos hacerlo responsable de los “libros” que adquiere el programa de bibliotecas, específicamente el del barrio mencionado y sus alrededores, por el contrario debería sentirme complacida de estar tan cerca de mi pueblo, de mi gente y de mis raíces literarias, los bibliotecarios no tienen la culpa de su incultura.
A ver para qué necesitamos a Hamlet o a Sueño de una noche de verano si a cambio tenemos a Huele a peligro y Mi padre es mi rival, ni qué decir de Rulfo y Cervantes si podemos disfrutar de df el nuevo Chicago, sin mencionar a El coronel no tiene quién le escriba contra Ángel protector y a La Regenta o Madame Bovary, si para eso está la colección completa de Bianca, Julia y Jazmín.
¿Quién va a extrañar a la Woolf , a la Duras o a la Yourcenar y no se diga de la Nin , si tenemos la historia de Mari Boquitas y al padre protector de Cuauhtémoc Sánchez, sin mencionar todas las sopas, guisados y calditos de pollo para el alma? ¿Quién necesita a Dostoievsky, Joyce, James, Neruda, Paz, Vila Matas, Ruiz Sánchez, Kipling y Conrad?
Será que a nuestros vecinos les interesa que sigamos leyendo novelas del corazón, o es que se nos olvidó incluir en nuestro sueño americano la literatura de calidad y le hemos dado más importancia a la tecnología y a lo artículos copia Channel.
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