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Richard Wright: la campana dividida
Tras lo ocurrido en Morelia, Michoacán, durante la noche del grito de Independencia, este réquiem musical podría considerarse frívolo. De hecho lo es. En la escala de prioridades sociales no hay nada más necesario que la vida, la libertad, la seguridad y la paz, y hoy andamos pobres de eso. Ya luego vienen las demás cosas, entre ellas la música. De cualquier forma y con las explosiones bien comentadas a lo largo de dos semanas (ojalá que algo esclarecidas al momento de publicarse esta columna), lo que nos queda es seguir tirando pa'lante lidiando con las caídas de “los Cristos del alma”. Aquí un ejemplo, un tributo.
Según el programa de mano para su gira mundial de 1994, Division Bell, el grupo británico Pink Floyd estaba integrado por tres miembros originales: David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright. Para muchos, aquella fue la mejor producción que se haya hecho jamás alrededor de un concierto de rock. Con el diseño de Mark Fisher (Peter Gabriel, Rolling Stones, U2), la profundidad estética y buen gusto de la banda alcanzó su máximo estatus, incluso entendiendo que discos como The Wall y The Dark Side of the Moon fueron mucho mejores y seminales para dicho logro escénico.
Pero bueno, decíamos que en aquel programa de mano, tres eran los genios y tres sus espléndidas fotografías. Al pie de cada una podían leerse el nombre del músico y los instrumentos a su cargo. En el caso de Rick Wright se informaba a detalle sobre los teclados que interpretaba en gira: un Kurzweil K2000, un Kurzweil Midi Board, un Hammond B-3, un rack de módulos Kurzweil 20005 y un sistema de bocinas Leslie. ¿Qué importancia tiene semejante dato para quien no es músico? No poca. Hablar de Kurzweil y de Hammond es referirnos a un sonido clásico, y hablar de Wright es referirnos a un intérprete indispensable para el lenguaje de toda una época, de todo un sistema comunicativo.
Abatido por el cangrejo del cáncer a los sesenta y cinco años de edad el 15 de septiembre pasado, el tecladista dejó de existir horas antes de las detonaciones en Morelia. Campanada en la iglesia del rock, ésta ha sido acompañada por incontables “gritos” de tristeza, como el que firmara David Gilmour en su página de internet, y que hoy nos permitimos reproducir, pues no hay nadie más autorizado que el guitarrista para poner en su justo lugar a este Caballero de los Teclados: 15 de septiembre de 2008. Nadie puede reemplazar a Richard Wright. Él fue mi socio musical y amigo. En el revoltijo de argumentos acerca de quién y qué es Pink Floyd, la enorme contribución de Rick es continuamente olvidada. Fue gentil, modesto y reservado, aunque la voz e interpretación de su alma fueran vitales componentes mágicos para nuestro más reconocible sonido Pink Floyd.
Nunca he tocado con alguien como él. La mezcla de su voz con la mía y nuestra telepatía musical alcanzaron su primer gran momento en 1971 con “Echoes.” Desde mi punto de vista, todos los grandes momentos de Pink Floyd fueron aquellos en los que él fluyó completa y libremente. Después de eso, sin “Us and Them” y “The Great Gig in the Sky”, dos de las piezas que escribió, ¿qué hubiera sido el Dark Side Of The Moon? Sin su delicado toque probablemente el álbum Wish You Were Here no se habría trabajado.
En nuestra juventud, por muchas razones él perdió su camino momentáneamente, pero al iniciar los noventa, con The Division Bell, su vitalidad, chispa y humor regresaron, y con ellos la enorme reacción de la audiencia durante sus apariciones, incluso durante mi tour en solitario de 2006. Es una muestra de su modestia que esas ovaciones de pie lo sorprendieran tanto (no al resto de nosotros).
Como Rick, no encuentro sencillo expresar mis sentimientos con palabras, pero lo amé y lo voy a extrañar enormemente.
David Gilmour
Hay poco que agregar a semejantes líneas. ¿Qué más decir sobre quien compone una pieza como “Us and Them”? Tal vez baste recordar la introducción que en el disco doble en vivo Pulse hacen juntos Wright y Gilmour, justo antes de entrar de lleno a “Shine On You Crazy Diamond.” He ahí lo que comenta el guitarrista; he ahí el espíritu poético más refinado del conjunto; un diálogo tan inspirado que por más de dos décadas logró superar y borrar la ausencia de Roger Waters, único personaje con el que Wright realmente tuvo problemas irresolubles. (Empero, al momento de redactarse esta nota, la página de internet de Waters yacía inmóvil, iluminada por cientos de veladoras y flores.)
Así, pues, que suenen las campanas, la de Hidalgo y la de Floyd, y que el arte de Wright siga sirviendo para mitigar las malas realidades de tantas partes del mundo. Aquí su foto del '94. Y aquí nosotros…
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