Usted está aquí: jueves 20 de diciembre de 2007 Gastronomía Antrobiótica

Antrobiótica

Alonso Ruvalcaba
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Apuntes para la historia del dildo

Ampliar la imagen El amor, según Burton, hecho con un nabo, "es feroz con las bestias y los espíritus, y causa grandes pasiones entre los hombres y los tiraniza". Arriba, Novio, 1992, de John Stezaker El amor, según Burton, hecho con un nabo, “es feroz con las bestias y los espíritus, y causa grandes pasiones entre los hombres y los tiraniza”. Arriba, Novio, 1992, de John Stezaker Foto: Imagen tomada del libro Amor y deseo, de William A. Ewing. Ed. Blume

Hay un momento muy curioso en Shakespeare: The Winters Tale IV, 4, en los versos 2016-2020 de la versión del first folio. Ahí, el sirviente se encuentra describiendo a una suerte de trovador multiusos, un cantante itinerante, un chistoso sin complejos que viene cargado de canciones “para hombres y mujeres” de todos los tamaños, las más bonitas para las doncellas, “libres de cochinería, lo cual es muy raro”, y sigue:

with such delicate burthens of Dil-dos

and Fadings: ‘Iump her, and thump her;’

¿Serán esos Dil-dos los dildos que ahora conocemos? Ni siquiera el Oxford English Dictionary (OED) sabe muy bien; dice que la palabra es de origen oscuro, que “se utiliza en los ‘refranes’ de baladas” (por ahí debe ir la clave del pasaje en Shakespeare, pues burthens son los coros de una rola; fadings son danzas irlandesas, dice el OED, “of an indecent character”), que también es “el nombre del pene o el falo, o una imagen de él”. En su traducción del Book of the Thousand Nights and One Night, el siempre calenturiento Richard Burton escribe: “Of the penis succedaneus, that imitation of the arbor vitae, which the Latins called phallus and fascinum, the French godemiché and the Italians passatempo and diletto (whence our ‘dildo’), every kind abounds”, hay de todo tipo de sucedáneos del falo, que los latinos llamaban fallus y fascinum, los franceses godemiché y los italianos passatempo y diletto (los nombres italianos son muy lindos, con sus implicaciones gozosas); también el Dictionary of the Vulgar Tongue (1788) hace derivar dildo de diletto o de dallya thing to play with”, y recuerda que en Lombardía lo llaman Passo Tempo y antes, el de dificultades del inglés, de 1717, y antes (1647) “The very sight of this Madam with a Dildoe put the House into a great silence”, la sola aparición de la señora con un dildo sumió la casa en un profundo silencio –pero, carajo, dildo también es el cairel con forma de salchicha–, en 1601 en un manual (Dainty Darling, King & Free) aparece este poemita:

Prettie, wittie, sit mee by,

Feare no cast of anie eye,

Wee will plie so privilie,

None shall see but you and I,

What I will doe with a Dildoe,

Sing, sing: “Doe with a Dildoe”...

Según Oxford, en el sabroso diccionario de Frolio de 1589 hay dos dildos: uno en la definición de la Pastinaca muranense, nabo de Murano, que es “a dildoe of glasse” y otro en la de Pinco: “a prick, a pillicock, a pintle, a dildoe”: un dildo de carne y hueso. Los nabos siempre han servido como dildos, y los rábanos también (recuérdese el soneto recurrente: “Tú, rábano piadoso, en este día/ visopija serás en mi trabajo;/ serás lugarteniente de un carajo, mi marido serás, legumbre mía”, y que luego dice: “Ya entraste, mas las hojas quedan fuera./ Pues ¿qué han hecho las hojas a mi papo,/ que no han de entrar, si es él el que lo pierde?”) De los dildos de carne y hueso (pinco) hay uno en In praise of limestone de Auden:

What could be more like Mother or a fitter background

For her son, the flirtatious male who lounges

Against a rock displaying his dildo, never doubting

That for all his faults he is loved…

Otro Burton, el de la Anatomy of Melancholy, mucho más pudoroso que sir Richard, no se atreve a hablar de dildos y pitos en inglés, y sale con un largo párrafo en latín en que se pregunta, entre otras cosas: si todo esto ocurre entre devotos, monjes y otros hombrecillos santos, ¿qué sospechas no habremos de albergar respecto a lo que suceda en las calles o en las Cortes, entre los nobles, en los burdeles? ¿Qué repugnancias, qué suciedades no habrá allí? Y entre tanto me callo las infames masturbaciones de los monjes (Sileo interim turpes illas, et ne nominandas quidem monachorum mastrupationes), así como a quienes se golpean unos a otros con látigos para excitar sus apetitos sexuales... lesbianas mujerzuelas de lomos lascivos, que se frotan mutuamente y que, superando su condición de eunucos, poseen miembros artificiales para practicar el sexo: artificiosa illa veretra habent. Y es que el amor, según Burton, hecho con un nabo, un hoyo artificial (cunnus succedaneus), una mujer o un hombre, una cabra o un perro, “es feroz con las bestias y los espíritus, y causa grandes pasiones (sufrimientos, pues) entre los hombres y los tiraniza, y temo relatar cómo ha traído efectos tan estupendos y espantables, y ofensas tan pestilentes”. Vaya, mejor no hacerse ilusiones para el año que entra.

 
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