Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Billy Wilder: pasión
por lo grotesco
AUGUSTO ISLA
Recuerdos sobre Mandelstam
ANNA AJMÁTOVA
Después del final de
Harry Potter
VERÓNICA MURGUÍA
Estupefacto en la FIL
JORGE MOCH
Campos en la
Academia Mallarmé
EVODIO ESCALANTE
Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Desiertos en el paraíso
Fragmentado y disperso, el rostro de la siempre nómada identidad latinoamericana urge y sienta las características de su propio correlato de ficción. Para la compañía teatral leonesa Trayecto, la indagación en las contradicciones del ser en Hispanoamérica ha detonado un trabajo escénico que configura un espejo estilizado de la realidad del subcontinente. Desiertos en el paraíso lleva al extremo el planteamiento de reflejar lo que de teatral contiene un universo particular de realidad; su proyección escénica, entonces, se apropia de un espacio de lo real y reconstruye su significado a partir de una ficción poderosa, concebida con firmeza en la mente de los actores y desplegada en la habitación que éstos realizan del espacio cotidiano.
Seleccionada por convocatoria para presentarse dentro de la XXVIII Muestra Nacional de Teatro, llevada a cabo en la ciudad de Zacatecas, la puesta en escena a cargo de Armando Holzer se apropia del espacio del día a día y ocupa cada uno de sus cuartos a partir de la subversión de su sentido habitual; un puñado de espectadores que nunca rebasa la docena son convidados a realizar un recorrido por los compartimentos de una casona, en cada uno de los cuales presencian, a una distancia asfixiante de los intérpretes, una serie de monólogos que conforman un retrato despiadado de lo latinoamericano, casi siempre con referencias a eventos sucedidos en el último medio siglo. La perspectiva múltiple y contrastante del objeto de ficción se dibuja a partir de elección de seis historias independientes y en sí mismas significativas que se hermanan en su carácter evocativo y melancólico: arrasados el arraigo y la identificación, no queda sino la
memoria, con su arbitrariedad y sus caprichos, para intentar dar con explicaciones para un presente terrible y devastado. Quienes presenciamos la puesta en el edificio de la Antigua Escuela de Música zacatecana nos inmiscuimos en la tina de una Penélope tercermundista en permanente espera por el regreso de un capitán de la guerrilla (Citlali Carranza), sitiada por el tedio, el alcohol y la inminencia de su naufragio; nos convertimos en dolientes inesperados de la agonía de un ex combatiente desahuciado, que ante la proximidad de la muerte desea infructuosamente una reivindicación moral y amorosa (David Eudave), el último vínculo con una posible afirmación de la vida; invadimos el espacio físico y mental de una adicta en rehabilitación, asediada por los demasiados demonios de su mente (Sonia Acevedo); somos reclutados en un curso intensivo para mercenarios, aleccionados por un paramilitar al borde de la psicosis extrema (Enrique Torres); brindamos, en convivio saturnino, con un actor que ha depuesto las armas y emprende el regreso a la patria que lo expulsó con furia años atrás (Javier Sánchez) y, finalmente, nos enfrentamos al poeta denostado por la revolución en la que creyó y que lo ha condenado a la indiferencia y la discriminación, en alusión evidente al poeta cubano José Lezama Lima (Francisco Bedolla). Cierto es que el recorrido itinerante de una casa ha sido efectuado por hacedores teatrales en otros sitios y en otras épocas, pero el proyecto de Holzer se distingue y alcanza su autonomía al fundamentar su poética en la problematización radical de la actoralidad, a la que les es imposible maquillar o simular dada la cercanía física con el espectador, y a la confección de una dramaturgia que sabe desmarcarse de sus referentes obvios (las citas de Cortázar y del propio Lezama, entre otros), constituyendo un cuerpo textual que confía en el poder de la palabra y en la capacidad de quienes han de enunciarla para revestirla de sentido escénico.
Los pasajes son irregulares: no todo el elenco consigue sobrevivir a la radicalidad de la puesta, no todos los actores construyen eficientemente el imaginario despiadado del sobreviviente, del paria y del diferente. Cabría destacar a Sonia Acevedo, no obstante cierta propensión suya a la estridencia, por su capacidad para matizar y contagiarnos de su locura, y a Javier Sánchez, que además de relatar con liviandad y limpieza enarbola un homenaje al hacedor de teatro, y en específico a los fracasos de la vida artística. Pese a sus lagunas, Desiertos … ha sido sin duda la revelación más grata de la Muestra Nacional.
|