Portada
La Chinantla, fuente de agua, fuente de vida
José Leonardo Hernández Montiel
Contaminación de mantos freáticos en
Cancún
Clicerio E. Cedillo
En Oaxaca, el agua de mal en peor
Aguas con los acuíferos de la Cuenca de México
Transgénicos sin fronteras
Mariano Cereijo
Contra un programa de siembra de maíz
contaminante
Otra reserva de la biosfera: Bahía de los Ángeles
y Canales de Ballenas y Salsipuedes
La cuadratura del círculo
Eduardo Valle
Cacocracia
Horacio de la Cueva
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Cacocracia
Horacio
de la Cueva
Investigador
del CICESE, Ensenada
En
febrero pasado visitaron el CICESE (Centro de Investigación
Científica y de Educación Superior de Ensenada) el
maestro Juan Carlos Romero Hicks, director general de CONACyT, y
el doctor Alejandro Mungaray, ex rector de la Universidad Autónoma
de Baja California y hoy director adjunto de grupos y centros de
investigación en el CONACyT. El maestro pidió al doctor
que presentara la posición de CONACyT sobre la ciencia en
México. Dos cosas quedaron claras ese día:
- El CONACyT no tiene idea de cómo funcionan las ciencias.
- Tampoco, de cómo aprovechar las ciencias como catalizadores
para resolver la pobreza y la competitividad, problemas mayores
en México, como postuló el doctor Mungaray.
El Dr. Mungaray nos dijo: ...estamos en una situación
en que, frente a otros retos sociales que la gente considera más
importante, como la pobreza o la competitividad... [la situación]
nos plantea la necesidad de tener un efecto demostrativo.
A pesar de la gran fe de nuestros gobernantes, ni la pobreza desaparece
ni la competitividad aparece cual milagro. Estos problemas se solucionan,
en parte, con dinero. Podemos subsidiar discriminatoriamente la
pobreza y podemos subsidiar la competitividad industrial mejorando
la competitividad pero no necesariamente la calidad.
En contraste al subsidio, la inversión es la solución
inteligente y con miras a largo plazo. ¿Cómo invertimos
en la pobreza o en la competitividad? A través de infraestructura,
en centros de salud, en energía limpia, etc. Detrás
de todas esas inversiones hay conocimiento y detrás de todo
ese conocimiento, ciencias. Ciencias de calidad, pero no siempre
con fines de lucro o para uso práctico inmediato.
Gastamos, que no invertimos, en ciencia y tecnología importadas,
aparentemente resolviendo así nuestros problemas, pero prolongando
nuestra dependencia.
¿Es necesario invertir en ciencia? La mejor respuesta la
ofrece nuestro vecino al norte. El secretario de Estado, a través
de sus voceros, promueve entre la comunidad latina residente en
Estados Unidos el ahorro para que sus hijos estudien ciencias. Sabe
que sin esta inversión la gran potencia puede tener un déficit
de científicos en la próxima generación.
¿De qué tamaño es y seguirá siendo nuestro
déficit científico, tecnológico y de conocimiento?
Grande e irreversible si no invertimos en las ciencias para afrontar
los grandes problemas nacionales.
Si Romero Hicks y Mungaray no tienen los medios para demostrar al
gobierno y a la ciudadanía el papel de la ciencia en la vida
diaria, ¿cuál es su trabajo?
El alimento, la ropa, la medicina, los medios de transporte y la
comunicación son fruto de la investigación. Pedir
que los científicos logren un efecto demostrativo es no querer
entender el papel de la ciencia en la sociedad.
La Dirección del CONACyT se encuentra en una encrucijada:
ciencia vs. cacocracia. Debe, por respeto a todos los mexicanos,
incluyendo los científicos, subrayar y aumentar la relevancia
de nuestra ciencia y tecnología.
Administrar los presupuestos escasos de la ciencia nacional (y así
satisfacer cacócratas que se apoyan en la ciencia y otras
formas del conocimiento), no son ni un papel digno para el CONACyT
ni el camino a la democracia y el verdadero desarrollo al que todos
los mexicanos aspiramos.
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