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Cácaros y gaznates
OSCAR NO ME MERECES
Más por un malinchovinismo muy arraigado que por expectativas reales, a Todomundo se le llenó el pecho de patrioterismo entusiasta porque dieciséis mexicanos dieciséis tuvieron recientemente, en una misma ocasión, la posibilidad de ser vistos levantando "la codiciada estatuilla que otorga la Academia", como gustan decir los comentadores y escribidores farandulescos o afarandulados, cuando se quieren referir al premio cinematográfico que usted ya sabe.
Pero pasó lo que tenía que pasar: en la 79 entrega del Oscar fueron muchos más los mexicanos nominados que regresaron a su casa con las manos vacías, que aquellos favorecidos con ese trofeo.
Eso no arredró, ni mucho menos, a quienes de todos modos ya se habían puesto a dar vueltas alrededor de su imaginario Ángel de la Independencia, henchidos del gusto que les daba haber sido tomados en cuenta por interpósito cineasta. Al son futbolero -o Sahagunesco- de ¡Vamos México!, difícilmente pasó un día, entre los previos y los posteriores al 25 de febrero, sin que se nos machacara que "México se merece un Oscar".
QUIÉN SE MERECE QUÉ
Pongamos que así es, que México se merece un Oscar, pero precisemos los términos para entender al menos un poco lo que se está diciendo. No es la industria cinematográfica mexicana, grande o pequeña, vigente o apenas existente, la que de acuerdo con esto se merece un Oscar. Tampoco los cineastas efectivamente nominados. Nada: el que se lo merece es México, el país completito.
No habría mayor problema si el asunto quedara en una simple y en definitiva soslayable estrategia mediática, útil solamente para vender más caros los espacios comercializables, aumentar unos cuantos puntos de rating y elevar el tiraje de tal o cual edición. Pero el problema es mucho mayor y consiste, además del malinchovinismo implícito, en las distorsiones de percepción que en torno al cine mexicano se crean, son alimentadas y se propagan a partir del ensalzamiento desmedido del premio Oscar. Ponga en primerísimo lugar la distorsión explícita en decir diez mil veces "la Academia", sin siquiera explicar de qué academia se habla, como si Todomundo asumiera que no hay ninguna otra academia relacionada con el cine, o como si no existieran en el orbe academias de montones de otras materias: de la lengua, de ciencias... Ahora resulta que para que sus propios hacedores y sus principales espectadores lo consideren valioso o al menos digno de ser mirado, el cine mexicano necesita del aval que otorga una academia cinematográfica de otro país.
Añádase otra distorsión: premiados y nominados, aspirantes a, cineastas, no cineastas, opinadores y conexos, dan por hecho que a partir de las muchas nominaciones -se llegó al absurdo de manejar la frase "cifra histórica", como si se tratara del Producto Interno Bruto o del nivel de reservas petroleras-, a partir de algo tan ajeno a la realidad del cine hecho aquí, ese cine saldrá beneficiado con más y mejores apoyos, difusión, distribución y exhibición ya no se diga adecuadas sino por lo menos dignas. La ruta lógica para pensar así parece impecable - léase lo siguiente entre comillas-: si un montón de cineastas mexicanos está en posibilidades de recibir el que se considera el premio de premios, entonces el cine mexicano está mejor que nunca y, por consecuencia, sólo puede irse para arriba.
Nada de lo anterior es verdad. Para empezar, dieciséis cineastas mexicanos no son ellos solitos el cine mexicano, y aunque fueran el doble, eso no se traduce en mejoras y beneficios para todos los demás, no en un Hollywood inalcanzable para unos y deleznable para otros, tampoco acá en Mexicalpan. Año tras año vemos o leemos la misma cantaleta pero jamás la o las nominaciones al Oscar iluminan la sesera de ningún legislador para que se promulgue y aplique una ley menos inútil como la que actualmente permite a distribuidores y exhibidores hacer exactamente lo que se les da la gana con el cine mexicano.
Precisamente a causa de nominaciones y premios emanados de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Estados Unidos, casi la totalidad del público mira, piensa y habla o calla creyendo que una película es buena sólo si está hecha en función de los cánones, las manías, los tics y las recurrencias del cine hollywoodense. El resto es aburrido, plano, lento, "de güeva"... mexicano, pues.
Si de merecer se trata, lo que México se merece es una cinematografía que no dependa, para su valoración, su existencia, su presencia y su vigencia, de la concesión supuestamente graciosa de un premio más, por cierto no el mejor ni muchísimo menos.
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