En su décima edición estará presente John Lee Hooker Jr.; su padre actuó en el primero
Relevo generacional de bluseros para el festival de la ciudad
El bar Ruta 61 contará con la presentación del elenco que tomará parte en el festejo en el Teatro de la Ciudad
El domingo 26 gran jam session gratuita en el Monumento a la Revolución
Ampliar la imagen Grupo de amigos reunidos en el Blues Heaven Foundation, lo que era el Estudio Chess Record. De izquierda a derecha Raúl de la Rosa, Shirley Johnson, Marie Dixon, Gilles Aniorte y Dave Specte Foto: Tania Molina
Chicago. Domingo por la noche en el Lee's Unleaded Blues. Todo de rojo (desde el sombrero hasta los zapatos) y con un palillo en la boca, Shorty Mack baila, se menea, predica, invoca el "poder del amor" y canta bajo una bola de discoteca, acompañado de un bajo, batería, guitarra y teclados. Los asistentes le contestan a gritos, aullidos, en una especie de misa-concierto-descarga-liberación. El show se hace arriba y abajo del escenario.
Dos mujeres mayores, de amplias caderas y cabello alaciado y pintado de güero (como la inmensa mayoría femenina en este sitio), lucen blusas elegantes y brillosas y bailan frente al escenario. Una se inclina en la tarima y menea las nalgas ante el público.
Se respira un aire de sensualidad y religiosidad, de catarsis, de familiaridad, de estar en una comunidad profundamente solidaria y unida y que a la vez está a dos palabras de que alguien saque una pistola.
El cantante-showman-predicador, mezcla de Tin Tan y James Brown, con un arete en la oreja izquierda, remata cada frase con una enorme sonrisa inocente y pícara. Pide a su mujer que se acerque al escenario a secarle el sudor mientras sigue cantando, enlazando una canción con la siguiente, con un sabor R&B-soul-funk.
El Lee's es un club en el lado sur de Chicago (hogar de barrios negros) al que suelen venir residentes locales, una gran mayoría arriba de los 30 años, vestidos de fiesta, y que no acostumbra recibir visitas turísticas. Sólo un hombre de piel clara deambula por ahí: un chaparrito, de larga cabellera, a quien todos tratan con familiaridad.
Sin embargo, este domingo andan por aquí Eduardo Serrano, dueño del Ruta 61, oasis blusero en la ciudad de México, y Raúl de la Rosa, principal promotor del blues en nuestro país.
Ambos son buscadores de buena música, ya sea que se haga desde el escenario del festival de blues de Chicago o en algún apartado antro como éste, en el que le pasan el micrófono a la mesera Miss Peachez e interpreta un poderoso blues mientras camina entre las mesas del Lee's.
El camino del festival
Gracias a Raúl de la Rosa, los mexicanos pudieron gozar en vivo a los grandes maestros del blues.
Era 1978 cuando organizó el primer festival de este género en nuestro país. De la Rosa explica que la idea era que los chavos "conocieran las raíces de la música que les gustaba, el rock and roll", que conocieran "a los abuelos".
Cuenta De la Rosa: "Gastón Martínez y yo nos trepamos en un avión rumbo a Chicago, a contratar a los músicos" para el primer festival. De pronto le cayó el veinte de que no tenía idea de cómo le iban a hacer. Le preguntó a Martínez, quien contestó: "Muy fácil, en la sección amarilla buscas negros o blusistas y ya damos con ellos".
Fuera de guasa, aquella época era una maravilla para el blues: "La inmensa mayoría de los grandes artistas de blues vivían, y algunos ya eran leyendas".
De regreso, surgió una nueva duda: ¿habría público para el blues en México?
Para promocionar el festival (John Lee Hooker, Willie Dixon y los Chicago Blues All Stars, Jimmy Rogers con Walter Horton y Sunnyland Slim, entre otros) hizo de todo: desde caminar por Insurgentes con sus hijos poniendo volantes en los parabrisas de los coches hasta programas en Radio Educación, aunque, dice, lo que funcionó de maravilla fue la promoción de boca en boca.
"Fue una gran y bellísima sorpresa" que el primer festival, en la Sala Nezahualcóyotl, estuviera a reventar. Otra sorpresa fue descubrir, en el concierto realizado en el Teatro Ferrocarrilero, "otro público" blusero, "el que venía de los hoyos funky", la banda, que llegaba con fundas de los discos de John Lee Hooker para que éste las autografiara.
El éxito fue tal que se siguieron haciendo los festivales. El segundo, al que asistió Muddy Waters, fue en el Auditorio Nacional y no sólo se llenó a reventar, sino que los chavos "tiraban las puertas para entrar".
El festival adquirió enorme prestigio: la gente sabía que de entre los artistas que vendrían, la mayoría tendría un gran nivel, aunque no fueran comercialmente conocidos ("el blues nunca ocupó los primeros lugares en ventas de discos"). Al noveno festival (en 1999) vino, por mencionar una, Sista Monica, gran artista poco conocida.
Tiempos difíciles
No todo fue miel sobre hojuelas. En años posteriores, Raúl de la Rosa tuvo que picar piedra para conseguir apoyos y patrocinios. Los empresarios "no quieren patrocinar a grupos de artistas que nadie conoce. Por mucho que llenes un auditorio, lo que quieren es poner su marca con artistas que son comerciales, no importa el género ni la calidad".
Ahora, sin embargo, se abrió una oportunidad con el apoyo del Gobierno del Distrito Federal, que quería hacer un ciclo de grandes series de jazz, blues y gospel, e invitaron a Raúl de la Rosa a organizar el décimo Festival de Blues, en el contexto de este ciclo.
Durante los primeros años, cuenta De la Rosa, "no era difícil" escoger qué bluseros traer a México, "había tantos y todos eran muuuy buenos; en cada festival teníamos una leyenda viva", como Sam Lightnin Hopkins. "Todos los artistas que trajimos a México habían fascinado a los públicos europeos", con la diferencia de que "las audiencias que tenían en los festivales de Europa no eran ni lejos los 25, 30 mil que teníamos en México".
Ahora los grandes ya murieron; la segunda generación es de mayores de 60 años, como B. B. King, y la que vendrá ahora es "la tercera generación, los hijos del blues" (incluso así se llama uno de los grupos).
"Quisimos dar un panorama de la variedad del blues." Por mencionar sólo algunos de los actos, en el primer concierto (jueves 23) estarán los orígenes, las percusiones, Super Chikan (músico de Mississippi que hace sus propios instrumentos) con sus Fighting Cocks y Otis Taylor (que hace "blues como de trance"). El segundo día (viernes 24) estará dedicado a las mujeres: Zora Young, Shirley Johnson y Peaches Staten con la banda de Dave Specter. El sábado 25 participarán el gran armonicista Billy Branch y The Sons of Blues, "representando a esta tercera generación del blues de Chicago", y "otra leyenda viva de la armónica: Corky Siegel" y el gran guitarrista Jim Schwall, acompañados de la cantante californiana Marcia Levy. En el primer festival de blues vino John Lee Hooker; ahora, casi 30 años después, estará John Lee Hooker hijo.
Los días 24 y 25, a las 16 horas, en el Teatro de la Ciudad, se llevarán a cabo clínicas de música gratuitas, abiertas a todo mundo, con Billy Branch (viernes) y Corky Siegel (sábado).
El domingo tendrá lugar la gran celebración de una "jam session bestial, de unas cinco, seis horas" en el Monumento a la Revolución, a partir del mediodía.
Durante las noches del festival, los artistas estarán en Ruta 61. El jueves 23 tocarán: Don Funk, Super Chikan y Otis Taylor. Para el resto de la cartelera: www.ruta61.com o al teléfono 30963021.
Décimo Festival de Blues: 23, 24 y 25 de noviembre, Teatro de la Ciudad, Donceles 36, Centro, tel. 5510-2197.