Asistentes y críticos coindieron en que el elemento escénico fue pobre
Divide opiniones representación de la cantata Sueños: todavía, de Márquez
Reacciones confrontadas suscitó entre el público el estreno en la capital de la República de la cantata Sueños: todavía, del compositor Arturo Márquez, efectuado la tarde de este sábado en el Teatro de la Ciudad, como parte de la jornada de clausura del 22 Festival de México en el Centro Histórico.
Si bien dentro del recinto, que distó de llenarse, se impusieron quienes ovacionaron con estridente frenesí la obra del autor sonorense al término de los poco más de 60 minutos que tiene de duración, también es cierto que alcanzaron a escucharse algunos abucheos, silbidos y gritos de desaprobación.
Incluso a la salida, en los pasillos o el vestíbulo, algunos espectadores, entre ellos ciertos melómanos y críticos de música, comentaban su desacuerdo sobre todo con lo concerniente al elemento escénico montado para la pieza, a cargo de cuatro actores y el grupo de danza Pata de Cabra, bajo la dirección de José Luis Cruz.
Algunas de las críticas en torno de ese aspecto fueron que la parte coreográfica resultó ridícula en varios pasajes, como en el intitulado Nonatzin Guadalupe, en el que la bailarina o actriz que representaba a la virgen morena fue levantada en andas por otros bailarines y paseada en el escenario cual exótica de los años 70.
Se coincidió en que la parte escénica, más que ayudar, perjudicó el aspecto estrictamente musical, no sólo por su poca efectividad o los clichés empleados a lo largo de la obra, entre ellos la representación del jefe Seattle como un indio sioux a la manera de los westerns de los hermanos Almada.
O de un Martin Luther King encarnado por un bailarín de color de quien alguien exclamó que se parecía más a Memin Pinguín; o de un actor que hizo de Gandhi al que le entonaron chasquidos de dientes estilo percusiones de striptease cuando comenzó a desnudarse para quedar sólo en un calzón de algodón al estilo del pacifista hindú.
Al margen de ello, las opiniones sobre la partitura de Márquez -la cual fue estrenada mundialmente en el pasado Cervantino- resultaron favorables en términos generales. Se reconoció la tersa y poderosa sutileza que maneja en varios momentos, así como la combinación de referencias y elementos que toma de géneros populares, como el son, la milonga y ritmos brasileños.
Obra difícil de ejecutar, pero agradable, comentaron algunos de los músicos de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, encargados de la interpretación, con la actuación del Coro del Conservatorio Nacional de Música, la mezzo Helena Pata y el barítono Juan Orozco, todos bajo la dirección del huésped Eduardo García Barrios.