Son coautores del asesinato de dos piqueteros
Condenan a prisión perpetua a un comisario y un cabo en Argentina
Buenos Aires, 10 de enero. No hubo dudas en los jueces del tribunal oral de Lomas de Zamora, en la provincia de Buenos Aires, cuando el lunes anterior condenaron a prisión perpetua a un comisario de la policía provincial bonaerense, Alfredo Franchiotti, y al cabo Alejandro Acosta, su chofer, coautores del asesinato de los jóvenes piqueteros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, el 26 de junio de 2002 durante una brutal represión.
Otros oficiales de la policía de la provincia de Buenos Aires, que encubrieron el crimen y participaron en la acción, fueron sentenciados con penas menores, pero además los magistrados dieron lugar a la solicitud de las familias querellantes para que continúe la investigación y se defina la responsabilidad de las autoridades políticas de entonces, pista que lleva hasta el ex presidente Eduardo Duhalde.
Los jueces manejaron la figura del pelotón de fusilamiento (en realidad esa fue la percepción de las imágenes fotográficas y filmaciones de esas horas), ya que los policías avanzaron en abanico disparando con armas largas y cortas y balas de plomo contra los manifestantes reunidos ese día en el Puente Pueyrredón, que une a esta capital por el sur con la ciudad de Avellaneda.
Esto llevó a los magistrados a considerar a los policías coautores de los homicidios, y por la forma en que actuaron el tribunal estimó que todos los uniformados que dispararon son culpables.
"La fiscalía y el tribunal investigaron muy bien a los idiotas útiles como estos dos. No me siento mejor porque nada me devuelve a mi hijo. Pero su espíritu está en mí, en sus hermanos y en sus amigos, y habrá que mantener la fuerza para que ahora se investigue a los que están más arriba", dijo Alberto Santillán, padre de Darío.
El gobierno intentó entonces dar la versión de grupos piqueteros convertidos en una especie de "guerrilla urbana", pero el valor de los fotógrafos Sergio Kowalewski y Pepe Mateos, así como los camarógrafos que resguardaron una serie de filiaciones, impidieron el encubrimiento de los hechos.
Las escenas muestran cómo matan a Santillán, quien trató de ayudar a su amigo Kosteki, asesinado, y cómo dispara Franchiotti y luego lo levanta por el cuello y, malherido, lo arrastran hacia otro lugar. Se ven las sonrisas de los asesinos y la agonía del joven desarmado.