X Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe

El movimiento feminista ya nada tiene que ver con el feminismo

    Se discutió la entrada de las transexuales al encuentro pero nada sobre la lesbofobia
    No hubo capacidad de tocar y hacer tambalear lo sagrado

Chuy Tinoco (*)

Del 9 al 12 de Octubre se llevó a cabo el X Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe en Sierra Negra, Sao Paulo, Brasil. El comité organizador sin duda hizo un trabajo difícil respecto al hospedaje, traslado, comida, espacios, traducciones, etcétera. Más de mil 200 mujeres reunidas. Sin embargo el aspecto feminista y político del movimiento no logró colocarse como tema de reflexión ni de práctica. Si acaso hubo expresiones aisladas, pocas expresiones de feminismo, de cuestionamiento, pero la inmensa mayoría llegó a hacer la política de lo posible. En un movimiento tan institucionalizado quizá no deberíamos esperar más.

         Feminismo y democracia, esos fueron los ejes de este encuentro, pero ¿qué democracia, qué feminismo? La democracia neoliberal, masculinista, nada nuevo en este mundo. La incapacidad del movimiento de debatir y proponer, de reflexionar, de tocar y hacer tambalear lo sagrado hizo que su democracia y su feminismo se instalaran cómodamente para mirar cómo las mujeres somos una vez más las excelentes organizadoras, administradoras de la casa, pero para hacer política los señores aún nos llevan la delantera. Por eso el nostálgico movimiento feminista imita sus formas y sus lógicas, por eso busca que sólo hablen las especialistas, las legitimadas por las instituciones, por las ONG´s, por los partidos políticos y últimamente las legitimadas por un amplio sector de hombres gay y heterosexuales.

         El  movimiento feminista instala la lógica del voto como única salida y forma de resolver las diferencias políticas y filosóficas que tenemos, y como todas las votaciones son prácticas amañadas, financiadas, de precampaña, de intereses y masas, donde siempre hay mujeres ganadoras y perdedoras, en este encuentro esto no fue la excepción. El encuentro feminista no discutió ampliamente sobre la violencia en que cotidianamente vivimos las mujeres, sobre la pobreza, el hostigamiento sexual en el trabajo, las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y Guatemala, sobre las indignas condiciones laborales, la resistencia de las mujeres indígenas a la imparable colonización que aún vivimos, la explotación sexual, el tráfico de mujeres, la explotación y el abuso de las niñas, las políticas racistas que todo el mundo sigue para ser reconocidos por los vecinos del norte; nada se discutió sobre la lesbofobia y las formas en que el proceso de institucionalización del movimiento feminista en América Latina y el Caribe están excluyendo a más mujeres no sólo de sus políticas sino del mundo en concreto.

         Se discutió en plenaria final con una magna asistencia la entrada de las transexuales al próximo encuentro feminista. Los argumentos principales a favor fueron: que nosotras no podemos discriminar. Que nosotras las mujeres no podemos cuestionar quién es mujer y quién no lo es. Que nosotras no somos nadie para negar el espacio a otra y una serie de remordimientos producto de la incapacidad reflexiva política que tiene el movimiento feminista, por eso se colocó en un debate de argumentación dicotómica en donde nuestro papel sólo era ser buenas o ser malas. Incluir o excluir. Esas son las altas paredes con las que constantemente se topa el movimiento feminista porque ha querido trepar a una máquina que tiene siglos andando, el patriarcado.

         A esto me refiero cuando digo que no hubo capacidad, ni deseos de tocar y hacer tambalear lo sagrado, porque otra vez buscaron ser las protectoras, las incluyentes, las diversas, las siempre buenas. ¿Desde dónde hace efecto este neutral masculino feminista? Creo que primero tenemos que analizar que no es en la academia, ni los partidos políticos, ni las ong´s, ni los gobiernos, las financieras, los institutos de la mujer, donde se hace feminismo, porque el camino de la institucionalidad está impregnado de las prácticas y lógicas de lo simbólico y el imaginario masculino.

         Para las mujeres las instituciones han sido las dictadoras de este sistema de opresión de menosprecio y exclusión, de misoginia. La institución más devastadora ha sido la heterosexualidad obligatoria, la necesaria presencia masculina, su legitimación, su pensamiento y es aquí donde hace raíz lo sagrado, lo intocable y por lo tanto lo impensable. Las instituciones obedecen a las estructuras de los gobiernos, del estado y del patriarcado; el financiamiento del Norte que recibe el movimiento feminista debe ofrecer a sus amos una América Latina parecida a los sueños que limpien la historia de colonia y muerte que un día sembraron, necesitan justificar y lavarse la conciencia por las políticas de hambre y violencia que siguen instalando, necesitan decir: estamos trabajando con y para todas las mujeres. Pero creer que trabajar para las mujeres es hacer feminismo es un error.       
     
El feminismo es ya de por sí un pensamiento autónomo, independiente, que no necesita hacer políticas de buenas costumbres, de buena moral, de empoderamientos, de géneros, de diversidades; el feminismo toca y desinstala cada espacio sagrado, lo cuestiona porque sabe que es en estas lógicas donde el patriarcado afina sus hilos para continuar manteniéndonos en su orden y bajo su mando. El feminismo rompe la lógica de la natural bondad de las mujeres, de lo maternal, de lo seguro, de la incondicionalidad y sobre eso baila.

Al movimiento feminista le falta romper la rigidez corporal porque hasta eso se logró instalar en este X encuentro, deserotizar a más de mil 200 mujeres reunidas que hacen política, que  nunca hablaron de sus cuerpos y sus deseos. Si como continuamos pensando, lo personal es político, entonces nos faltó mucho por debatir, por cuestionar pero principalmente por nombrar.

Feministas jóvenes y no jóvenes, afrodescendientes, lesbianas, heterosexuales, indígenas, mestizas, todas, no podemos  seguir reuniéndonos para mantener el órden y la lógica de opresión masculina, el buen comportamiento que esperan de nosotras, no podemos dejar que nos sigan diciendo qué hacer y cómo hacerlo, no podemos sumar a más mujeres a la tecnocracia feminista porque salvo el discurso nada más va a cambiar.

Son necesarias las acciones y el trabajo que favorece las condiciones de las mujeres, acabar con la violencia, con las guerras y la pobreza, el fin del patriarcado si lo queremos; lo que no queremos es que sea el dinero y el privilegio de algunas y algunos quienes nos usen para legitimar nuevamente el despojo de las feministas, es nuestra memoria histórico-política la que una vez más se pronuncia para exigir que  al movimiento feminista le urge la rebeldía, la desobediencia, la radicalidad y la creatividad del feminismo. Si dejamos intacto cualquier lugar por su bondad corremos el peligro de que el patriarcado se recicle en ese mismo sitio.      

(*) Lesbianas Feministas en Colectiva
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