Usted está aquí: sábado 16 de julio de 2005 Mundo Estrategias comunicativas para una masacre

Gennaro Carotenuto

Estrategias comunicativas para una masacre

Ampliar la imagen Exterior de la estaci�dgware Road Tube, en Londres, donde se colocaron flores en homenaje a las v�imas de los atentados del 7 de julio. En el letrero se lee: "Bombazo, �amas!" FOTO Ap Foto: Ap

En la tarde y la noche del 7 de julio miles de redacciones periodísticas en el mundo buscaban sin éxito una imagen simbólica de los atentados de Londres. Pues, ¡no había!

Esa vana búsqueda fue originada por una precisa y probablemente ponderada y preventiva decisión conjunta de los grandes medios británicos, del Ministerio de Interior y de los organismos policiales. Aunque nadie dude de la libertad de prensa de Gran Bretaña, el sistema mediático de este país está muy centralizado sobre la BBC, otro par de canales televisivos nacionales y un puñado de grandes diarios. Así, la totalidad de la prensa mundial, el viernes y los días sucesivos utilizó fotos de heridos leves, en condición de caminar, y algunas fotos del autobús de la línea 30, tomadas con zoom desde considerable distancia. Estamos así ante una elección comunicativa con rasgos muy distintos y más complejos de la estadunidense de 2001 y de la española de 2004.

El 11 de septiembre el sistema mediático de Estados Unidos y del mundo cabalgaron la conmoción colectiva hasta el paroxismo. Nada de toda la sangre, el humo, el polvo, la desesperación que había, fue ahorrado al televidente. El clamoroso atentado fue inmediatamente clasificado como el peor crimen de la historia de la humanidad, un golpe a sangre fría por un enemigo que simbolizaba al demonio. Todo preludia a la necesidad y a la justeza de una "justicia infinita" administrada por las manos del presidente de Estados Unidos. El 11 de marzo español fue comunicativamente más desafortunado. Las mentiras de Aznar, que pretendió culpar a la organización vasca ETA, eran tan groseras y descaradas que el Partido Popular resultó duramente castigado por los electores el domingo siguiente.

Sin embargo, la estrategia del gobierno de Aznar vertía en los mismos elementos de las estrategias comunicativas de los dos países anglosajones. Primero: hacer pasar al gobierno y no sólo a la ciudadanía como víctima. Segundo: tergiversar sobre las motivaciones de los terroristas. Tercero: apuntar a la diabolicidad de un enemigo en guerra contra nuestra sociedad abierta. Cuarto: mezclar elementos distintos, cosas ciertas, mentiras descaradas y no dichos para procurar compactar la opinión pública al lado del gobierno.

Tanto fue grosero el juego de Aznar como sutil resulta el de Blair. La sobriedad británica está justificada con la necesidad de confinar el dolor a la esfera privada. La no exposición de los cuerpos de las víctimas contribuye por un lado a suavizar el trauma social y por otro a evitar que los autores capitalicen sus dudosos éxitos. A las motivaciones sicosociales hay que sumar otro elemento. Con el "efecto Churchill", que Tony Blair ha citado repetidamente, la sociedad ha sido llamada a la misma compostura mostrada frente a los bombardeos nazis en plena Segunda Guerra Mundial. Son los ingleses que no se hicieron invadir lo que se pretende reproducir hoy.

A estos elementos, en su mayoría positivos, ha sido necesario ofrecer algunos elementos colaterales de tergiversación para completar la imagen ofrecida a la opinión pública interna e internacional. Blair, como Bush, han manipulado la interpretación de los atentados como consecuencia del presunto compromiso del G-8 a favor de Africa. Como para su ex cómplice Aznar, no era conveniente conectar los muertos de Madrid y Londres con los de Bagdad. En estos días miles de articulistas en todo el mundo repiten de manera taladrante este mensaje: Irak no tiene nada que ver. Es el mismo mensaje del 11 de septiembre: ¿por qué nos odian tanto? La BBC, dócilmente, durante toda la tarde del día 7 ha contribuido a proyectar esta imagen hasta atribuir repetidamente los atentados de Madrid a la voluntad de Osama Bin Laden de reconquistar la península ibérica después de la caída de ésta en 1492. Es un testimonio que contribuye a desvirtuar la imagen de la BBC de órgano autorizado e independiente. Conforma otra, de órgano tendencioso y parcial. Si Madrid 2004 fue la venganza por la caída del reino de Granada y Londres fue contra las ayudas a los niños hambrientos de Africa, podemos temer que algún día a la autorizadísima BBC convendrá atribuir la caída de las Torres Gemelas a los indios mohawks, que poblaban Manhattan hasta el siglo XVII.

 
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