Usted está aquí: viernes 8 de julio de 2005 Mundo Bombazos en hora pico matan a decenas y lesionan a más de 700

LONDRES 7-J

Bombazos en hora pico matan a decenas y lesionan a más de 700

Hubo tres explosiones en el Metro y una en un autobús; grupo cercano a Al Qaeda se las atribuyó

Las autoridades tardaron 40 minutos en reaccionar; "fue una carnicería", relatan sobrevivientes

TERRY KIRBY Y ANDREW MALONE THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen Destrucci� muerte cerca de la londinense Tavistock Place, donde estall�a bomba en un autob�TO Reuters Foto: Reuters

Londres, 7 de julio. Como otros millones de londinenses, Michael Henning emprendió esta mañana su viaje diario en el Metro hacia el trabajo. El confeti de los festejos del miércoles por la obtención de la sede olímpica aún tapizaba las calles de la capital.

Mientras avanzaba de Kensington hacia sus oficinas, ubicadas en el este de Londres, Henning observaba a otros pasajeros del atestado tren de la Circle Line hojear los diarios, que por esta vez traían una buena noticia: la victoria en la batalla por los juegos de 2012.

"Triunfo de Londres", proclamaba un titular. "Fiebre del oro", clamaba otro. Caía una llovizna mientras los londinenses hacían el usual recorrido hacia el lugar de labor, pero no importaba: Londres estaba de fiesta, y hasta la cruda se sentía bien.

Entonces empezó todo. Los trenes del Metro pararon en seco en toda la ciudad. Por las bocinas de los vagones, los conductores anunciaron que un "corte de energía" en las vías había detenido la red.

Los teléfonos móviles comenzaron a zumbar con rumores alarmantes: que hubo explosiones en varios puntos de la ciudad. Aldgate, Kings Cross, Edgware Road: todos esos sitios, se decía, estaban en el centro de los "incidentes". Luego corrió la voz por celulares y correos electrónicos de que un autobús había estallado en el centro de la ciudad.

Antes de que la hora pico terminara, todos los sueños de gloria olímpica quedaron olvidados. Los terroristas habían atacado, creando una pesadilla cuando tres atentados con bomba coordinados tuvieron por blanco el claustrofóbico y atestado tren suburbano londinense en las horas de mayor flujo de pasajeros -dos en los túneles, que causaron docenas de muertos y cientos de heridos-, en tanto que una cuarta bomba -hasta esta noche persistía la probabilidad de que se tratara de un atentado suicida- explotó en un autobús atestado, lo cual provocó más muertes y lesiones.

Por la noche se había confirmado la muerte de 37 personas. Más de 700 habían resultado heridas, algunas en forma terrible.

El destino salvó a Henning, funcionario bancario de Lloyds, de 39 años de edad, quien no logró tomar el tren de costumbre. En el siguiente intentó meterse en uno de los vagones, pero iba tan repleto que tuvo que correr hacia el de al lado.

A las 8:51, el vagón que había tratado de abordar estalló. "Hubo un resplandor y luego todo oscureció", relató Hennings. "No se podía ver, sólo se oían gritos. Logramos salir; lo que había detrás era una verdadera carnicería."

Fue el primer ataque con bomba exitoso al Metro de Londres en su historia de 142 años. Vendrían otras dos detonaciones en los siguientes 26 minutos. Luego, mientras los pasajeros que fueron retirados del subterráneo buscaban otros medios de transporte, un autobús atestado explotó también.

No se habían tenido reportes de inteligencia que indicaran la inminencia de un ataque. Tampoco hubo ningún aviso. La policía investigaba la noche de este jueves si era la primera vez que un atacante suicida actuaba en suelo británico... y hubo advertencias de que la crisis actual podría no terminar aún.

Todo el sistema de transporte subterráneo, el más grande y antiguo del mundo, fue cerrado la mañana de este jueves y hasta esta noche seguía así, en tanto que rescatistas se afanaban en los vagones destrozados por rescatar cadáveres que permanecían dentro.

Esta mañana se volvió evidente que Al Qaeda o quienes actuaron en su nombre habían decidido al fin, como muchos habían predicho, atacar a Londres en su punto más vulnerable. En el sitio de Internet Al-Qal'ah -la Fortaleza- hubo una reivindicación del atentado por un grupo desconocido, el cual se hacía llamar Grupo de la Organización Secreta de Jihad Al Qaeda en Europa.

Si bien la policía y los servicios de emergencia respondieron con rapidez con un plan de contingencia cuidadosamente preparado, los ataques ocurrieron apenas unas semanas después que el nivel de seguridad en la capital se había reducido a uno de los grados más bajos desde los atentados de 2001 en Estados Unidos. Muchos preguntaban cómo es posible que un ataque semejante ocurra cuando en Gran Bretaña se lleva a cabo la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) y se supondría que la policía y los servicios de seguridad están en alerta máxima.

Es probable que los ataques en Londres originen demandas de leyes más severas contra el terrorismo, en particular la obligación de portar tarjetas de identidad. Los líderes musulmanes, que condenaron los atentados, están profundamente ansiosos por el efecto sobre las relaciones de sus comunidades con el resto de Gran Bretaña.

En Gleneagles, Tony Blair, con la consternación en el rostro, insistía en que la reunión del G-8 seguiría adelante: "Es importante... que quienes se involucran en el terrorismo se den cuenta de que nuestra determinación de defender nuestros valores y nuestra forma de vida es mayor que su determinación de causar muerte y destrucción de personas inocentes en su deseo de imponer el extremismo en el mundo. Hagan lo que hagan, nuestra decisión es que nunca lograrán destruir lo que es sagrado para esta nación y para otras naciones civilizadas en todo el mundo".

Poco más tarde George W. Bush se hizo eco de esas palabras: "Es una guerra contra el terror para todos nosotros". Y añadió: "No nos rendiremos ante esa gente, no claudicaremos ante los terroristas".

El ataque en Londres comenzó, como los de Nueva York en septiembre de 2001 y de Madrid en marzo de 2004, poco antes de las nueve de la mañana. A las 8:51, un tren de la Circle Line que se dirigía a la estación Liverpool Street -enorme complejo donde confluyen varias líneas subterráneas y de superficie procedentes del norte y el este de Londres, llevando pasajeros hacia el centro de la ciudad y viceversa- fue sacudido por una fuerte explosión.

Terry O'Shea, de 42 años, trabajador de la construcción, de Worcester, relató: "Yo venía en el tercer vagón, que estaba detrás del que estalló. Hubo un estruendo y luego sentimos temblar el tren. Empezó a entrar humo en el compartimiento. Fue terrible. Algunas personas entraron en pánico, pero se calmaron en uno o dos minutos. Cuando nos sacaron caminando por las vías y pasamos al lado del vagón que estalló, vimos que le habían arrancado el techo, y había cuerpos tendidos en la vía".

Jack Linton, de 14 años, de Hawkswell, Essex, quien sufrió cortes en la cara, narró: "Hubo una explosión enorme, humo y llamas. Mi vagón debió estar a dos de distancia de donde fue el ataque. Todos nos tiramos al suelo. Luego el humo se disipó y logramos abrir las puertas que comunican con el vagón de atrás y así llegamos hasta el fondo del tren, de donde nos sacaron caminando sobre la vía hasta la estación. La parte media del tren estaba destrozada y había personas en la vía. Yo traía vidrios en el pelo y en los bolsillos, y me duele el oído".

Muchas personas quedaron atrapadas hasta 40 minutos. Sarah Reid, de 23 años, estudiante que realiza prácticas de trabajo, estaba en el vagón contiguo al que sufrió la explosión. "Vi fuego afuera de la ventanilla y después una sacudida súbita que nos empujó hacia adelante. El estallido fue atrás de mí. Algunas personas se hicieron cargo; nos llevaron al fondo del vagón." Al describir lo que vio cuando la sacaban de la escena, relató: "Un vagón estaba partido en dos, todo destrozado, y sin techo. Me parece haber visto cadáveres". Se cree que siete personas perecieron en ese tren.

Pocos minutos después, a las 8:56, el subterráneo fue estremecido por una segunda detonación, unos kilómetros al noroeste, donde el tren de la Piccadilly Line transitaba en dirección sur desde el norte de la capital.

Bajo las elegantes calles de Bloomsbury, entre las estaciones Kings Cross y Russell Square, estalló otra bomba: se cree que unas 21 personas murieron. Llegar hasta esta línea, que corre muy abajo del suelo, resultó una tarea mucho más difícil para los rescatistas que en Liverpool Street, donde las líneas Circle y Metropolitan, más antiguas, se construyeron más cerca de la superficie. Los pasajeros quedaron atrapados más de dos horas.

Mientras los servicios de emergencia corrían hacia ambos lugares, hubo una tercera explosión, a las 9:17 horas, varios kilómetros al oeste, en la estación Edgware Road, esta vez a otro tren de la Circle Line que se dirigía al oeste. La explosión abrió una pared del túnel y un boquete en un tren que venía en otra vía. Siete personas murieron.

Simon Corvett, de 26 años, procedente de Oxford, venía en el tren que iba al este. "De pronto -refirió- hubo una explosión enorme. Fue ensordecedora, y todas las ventanillas se estrellaron. Los vidrios no se cayeron, sólo se quebraron. El tren se detuvo con brusquedad y todos caímos de los asientos.

"Había montones de personas gritando y los vagones se llenaron de humo. No podíamos respirar ni ver lo que ocurría. Se oyó la voz del chofer por las bocinas; dijo 'tenemos un problema, no se alarmen'."

Corvett se unió a otros pasajeros para abrir las puertas del tren con un extintor de incendios. Docenas escaparon por el túnel. Con la cara cubierta de hollín, narró que el vagón que venía en la otra vía quedó destrozado. "Por así decirlo, el coche vomitó sus entrañas. Había personas en graves dificultades."

A esa hora ya toda la red de transporte hacía alto con rapidez, y los trenes eran devueltos a las estaciones. El miedo y la confusión comenzaron a propagarse en todo el sistema y los sobrevivientes que salían de las estaciones eran recibidos por docenas de ambulancias y bomberos.

Poco después de las 9:30, la empresa Transporte para Londres tomó la decisión de cerrar el sistema y evacuar docenas de estaciones. Todavía sin estar seguros de lo que ocurría, altos oficiales de Scotland Yard seguían trabajando sobre la hipótesis de que un paro masivo de energía era la causa.

Lo que vino después cambió todo. A las 9:51, en Tavistock Square, al sur de Euston Road, un autobús de la ruta 30 que circulaba de Hackney a Marble Arch, lleno de personas que habían sido evacuadas del subterráneo, fue destrozado por una explosión. Esta noche aún no estaba claro exactamente cuántas personas perecieron, pero se cree que será un número de dos dígitos.

Testigos relataron haber visto cuerpos que salían volando del segundo piso del autobús. Ayobami Bello, de 46 años, guardia de seguridad en la cercana Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, refirió que el estallido partió en pedazos el vehículo.

"Fue algo horrible", expresó. "Había muchos cuerpos en el suelo. La parte trasera había desaparecido. La volaron por completo y un cadáver colgaba de allí, mientras otros quedaron sobre el pavimento."

Añadió que otros cuerpos estaban derrumbados sobre los asientos, algunos con brazos y piernas cercenados: "No puedo creerlo. Ni siquiera me la creo que haya sobrevivido. Reinaba el pánico; todo mundo corría por su vida. Vi una mujer que se acercaba corriendo, empapada en sangre. Todo era confusión".

El mensajero Andrew Childes, de 36 años, de Londres, iba rumbo a la sede de la Asociación Médica Británica, en Tavistock Place. "Escuché un estallido", narró. "Fue como un disparo y luego un retumbo fuerte. Vi una gran nube de humo gris. Yo estaba como a 250 metros; paré en seco. Esperé unos momentos y luego fui a ver lo que ocurría. Del autobús no había más que hierros retorcidos; la parte de arriba quedó expuesta por completo, como si le hubieran arrancado el toldo.

"Hubo un poco de pánico, algunos gritos, pero no era algo masivo. La policía ya estaba allí por lo que ocurrió en el metro, y rápido tuvo todo bajo control. No vi si había alguien en el autobús y si había heridos. Alguien me dijo que vio salir corriendo al chofer, pero no sé si era cierto."

Algunos médicos de la AMB salieron a atender a los heridos, y su edificio se volvió un sanatorio improvisado.

A medida que se difundía la noticia de las explosiones hubo pánico, caos de transporte y confusión en todo el centro de Londres y partes de la City, corazón económico de la ciudad. Los desalojados del subterráneo intentaban abordar autobuses, ya fuera para llegar a su lugar de trabajo o regresar a casa, pero los encontraban atorados en el tráfico; más tarde todos los vehículos públicos recibieron la orden de quedarse donde estaban. Las principales líneas de trenes que llegan a Londres se paralizaron, y las redes de telefonía móvil se vinieron abajo por la presión de miles de llamadas. Algunas se habilitaron sólo para recibir llamadas de emergencia.

La policía y los servicios de emergencia aplicaron el plan de incidente mayor, poniendo en alerta a los hospitales de toda la ciudad y solicitando ayuda a las autoridades de poblaciones circundantes. En el Hospital de Londres, en Mile End Road, a poca distancia de Aldgate, más de 100 personas fueron atendidas y las ambulancias aéreas hacían fila para descender en el helipuerto. Flotas de autobuses londinenses requisados llevaban docenas de heridos al nosocomio.

Los bombazos fueron condenados por los líderes religiosos del país, en tanto muchos clérigos londinenses se presentaron a apoyar las labores de rescate. Steve Nichols, capellán del subterráneo de Londres, asesoraba a los servicios de emergencia en la iglesia de Saint Botolphs, cerca de la estación Aldgate East.

"Había una pobre anciana -relató- a la que se le había incrustado un poste del tren y aún estaba viva. Las personas recogían diversos miembros humanos que quedaron esparcidos. Era muy sombrío, no hay palabras para describirlo. Supongo que se puede decir que estaba yo cuidando a los cuidadores."

En Gleneagles, Blair, el presidente Bush y los otros gobernantes reunidos recibían información de sus colaboradores. Después de la primera de sus tres declaraciones del día, Blair, cuya expresión era de angustia, voló en helicóptero a Londres.

En un mensaje transmitido por televisión desde Downing Street, la noche de este jueves, prometió intensa acción policial y de seguridad para llevar a los atacantes ante la justicia y reiteró sus "profundas condolencias" a los familiares de las víctimas.

"Mediante el terrorismo -manifestó- las personas que han cometido estos actos terribles expresan sus valores, y en este momento es apropiado que demostremos los nuestros. Creo que todos sabemos lo que intentan hacer. Intentan utilizar la matanza de seres inocentes para acobardarnos, para amilanarnos con el fin de que dejemos de hacer lo que hacemos; intentan detenernos de seguir adelante con nuestra vida cotidiana, como tenemos derecho de hacer, y de ninguna manera deben tener éxito.

"Cuando tratan de intimidarnos, no nos dejaremos intimidar. Cuando tratan de cambiar nuestro país y nuestra forma de vida con estos métodos, no nos dejaremos cambiar."

Más tarde el primer ministro visitó la sala de control de Scotland Yard y se preveía que volvería a Gleneagles esta misma noche para continuar presidiendo la reunión cumbre. En su ausencia fue presidida por Jack Straw, secretario del Exterior.

Blair presidió también una reunión del Comité Cobra, el órgano del gabinete que supervisa tales crisis; el comité se reunió temprano este día, encabezado por Charles Clarke, secretario de Seguridad Interna.

En un principio Ian Blair, comisionado de la policía metropolitana, anunció que hubo seis explosiones, pero se cree que se debió a la confusión de que los bombazos fueran en los túneles entre Russel Square y Kings Cross y entre Liverpool Street y Aldgate.

Ian Blair advirtió a los ciudadanos que permanecieran donde estaban. Ken Livingstone, alcalde de Londres, que se hallaba aún en Singapur, adonde la noche anterior celebraba el éxito olímpico de la ciudad, emitió una enérgica condena a los atentados: "Este no fue un ataque terrorista contra los poderosos, no se dirigió a presidentes o primeros ministros, sino a londinenses comunes y corrientes de la clase trabajadora. No es una ideología, ni siquiera un credo pervertido: es un asesinato masivo. Lo que quieren es dividir a Londres."

El comité en pro de la sede olímpica para Londres mantuvo el desafío de que los juegos de 2012 no se verán afectados, pero sus integrantes dijeron sentirse "devastados".

"Estoy totalmente consternado", comentó Keith Mills, jefe ejecutivo del equipo. "Me parece que viene a demostrar que ninguna ciudad del mundo puede escapar del terrorismo en estos días. Ni siquiera Londres, que cuenta con probablemente los servicios de seguridad más avanzados del mundo, puede enfrentar con facilidad estos atentados."

Mills señaló que la delegación de Londres "estaba por completo devastada... Es nuestra ciudad, nuestro hogar. Oramos por las personas que resultaron afectadas".

Los ataques tuvieron también su efecto en la City, donde el índice FTSE 100 perdió más de 200 puntos a consecuencia inmediata de las explosiones; por la tarde recuperó algo de dinamismo, hasta que las pérdidas quedaron limitadas a menos de 100 puntos. Las acciones de operaciones hoteleras, aerolíneas y artículos de lujo fueron las más afectadas. Muchos bancos y casas de cambio fueron evacuados o su personal no logró llegar al trabajo. La bolsa de valores de Londres permaneció abierta, pero adoptó medidas como pedir a los negociantes apagar ciertos sistemas de transacción electrónica para prevenir una respuesta más volátil.

Esta noche, mientras decenas de personas eran aún atendidas en los hospitales, muchos espectáculos y eventos se cancelaron en toda la ciudad, después que la policía pidió a los ciudadanos no trasladarse al West End.

Entre el caos de las calles, donde los autobuses operaban un servicio limitado y el metro estaba cerrado, oficiales de policía y de seguridad advertían que no podían estar seguros de que los ataques hubieran terminado. Andy Trotter, subinspector en jefe de la policía británica del transporte, señaló: "Es un momento de profundo desafío para Londres y no sabemos si ya acabó".

Michael Henning fue uno de los afortunados. Después de ser atendido de heridas en la cabeza y los ojos en el Real Hospital de Londres, se marchó a su casa, todavía asombrado de haber sobrevivido. "Fue increíble -declaró-. Pude haber muerto. No puedo creer por lo que he pasado hoy. Soy muy afortunado."

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.