Los toros de San Marcos
Se siente en lo más hondo la nostalgia por la belleza del campo bravo, viendo los toros de San Marcos lidiados la tarde de ayer. Tosos herederos de los de San Mateo que le dieron gloria a la fiesta brava en México. En el recuerdo las faenas de Lorenzo Garza, Manolete y Antonio Ordóñez a esos toros. Ultimos vestigios de los toros bravos en México, antes que desaparezcan los que fueron encanto de los ojos, esplendidez de su belleza bravía en su galopar acometivo y su pelear en los caballos.
Temperamentales salieron los de San Marcos, algunos de encastada nobleza el primero, el segundo, el quinto, y los demás ásperos con bravura seca. Lástima que como es costumbre los toros recibían un solo puyazo con excepción del segundo, que se llevó dos varas. El primero era un toro para haberse consagrado, mas su matador, Mario Zulaica, quien recibió la alternativa, no pudo con la bravura del toro. López Chávez, el diestro español que se presentaba más toreado, se entregó en riñonudas faenas que calentaron la tarde, pese a que su quehacer torero es mecánico.
No sólo se lamenta la transformación de las ganaderías mexicanas, debido a la manipulación genética, el cambió de la alimentación del grano por comida artificial, o el contagio morboso de otras costumbres harto depravadas, sino que también duelen la pérdida de las tradiciones que rompen la espontánea, delicada y atractiva belleza del campo bravo y sus toros. La invasión industrial y genética, "dicen" crea mayor riqueza, a la vez desnaturaliza el aspecto de los campos y la vida de las ganaderías.
Los toros de San Marcos corridos ayer en la México siguieron la tradición de los toros de San Mateo; toros de raza, fornidos, bajitos pero con dientes, bigotes y pitones, deslizándose por el ruedo en espera del encuentro del mugido de las vacas o los perros guardianes. Las sombras en el coso corrían perseguidas por los toros, hasta volverse uno con el aire vivo, fresco que sopló al final de la corrida.