Entre la injerencia y la ineficiencia
Es muy probable que anteayer haya empezado a manifestarse un nuevo ciclo de hostilidad injerencista de Washington contra México, y que sus primeras manifestaciones hayan sido las quejas por la inseguridad enviadas por el embajador estadunidense, Tony Garza, al canciller Luis Ernesto Derbez, al procurador Rafael Macedo de la Concha y a la opinión pública de ambos países, así como el boletín en el que el Departamento de Estado insta a los ciudadanos del país vecino a "tomar precauciones" ante la violencia delictiva que reina en la parte mexicana de la frontera común, y en el que califica de frágil e ineficaz al sistema de justicia, y de carentes e incapacitadas a las fuerzas del orden público.
Se equivocan quienes afirman que la carta abierta del representante de Estados Unidos a Derbez y Macedo, sin duda insolente, es inadmisible sólo por el quebrantamiento de las formas diplomáticas que conlleva. La misiva tiene, además, elementos ominosos que manifiestan designios intervencionistas del gobierno de Washington ųnada nuevos, por ciertoų en nuestro país: "Aunque parece que los estadunidenses no son el blanco específico de los actos delictivos, el alto nivel de violencia se ha traducido en mayores riesgos para los miles de ciudadanos estadunidenses que visitan o van de paso a través de la región fronteriza todos los días", dice Garza. "Me preocupa que la incapacidad de las fuerzas del orden público locales de hacer frente a la batalla entre delincuentes de la droga, los secuestros y la violencia en general tendrá un efecto negativo en el intercambio, el turismo y el comercio entre nuestras fronteras", agrega. Y cierra así: "Solicito respetuosamente que las dependencias a su cargo continúen trabajando de manera decidida con los estados fronterizos con el objetivo de asegurar la protección de todos los ciudadanos, tanto estadunidenses como mexicanos. Les pido, por favor, me hagan saber si hay alguna manera adicional en que el gobierno de Estados Unidos pueda cooperar con sus esfuerzos". En suma: hay estadunidenses en peligro en territorio mexicano, el gobierno no hace lo suficiente para garantizarles la seguridad, la violencia puede tener consecuencias negativas en la economía y Washington está dispuesto a adoptar alguna "manera adicional" de combatir la inseguridad en nuestro país, expresión que recuerda, inevitablemente, el caso de Colombia, donde Estados Unidos impuso su presencia militar permanente con el pretexto de combatir al narcotráfico.
Si se lee la misiva de Garza a la luz de los planteamientos ideológicos y programáticos enunciados por George W. Bush para su segundo periodo presidencial, las conclusiones son alarmantes. Washington se ha arrogado la misión de salvador del mundo, ha refrendado su unilateralismo y sus actitudes belicistas y va a hacerse presente, aunque no lo llamen, en cualquier parte del mundo en la que perciba un peligro para sus intereses o para sus ciudadanos. Ha de considerarse que el negocio de Bush, desde el 11 de septiembre de 2001, consiste en vender a sus compatriotas la sensación de que trabaja por su seguridad. Sólo la sensación, dicho sea de paso, porque la seguridad real de los habitantes del país vecino ųcomo la de todos los humanos del planetaų es más precaria e incierta desde que el actual gobernante lanzó su "guerra contra el terrorismo". Ha de tenerse en cuenta, también, que en la hora actual la Casa Blanca se enfrenta al monumental desastre de su agresión criminal contra Irak y que a estas alturas, si bien debe seguir fingiendo que se preocupa por la seguridad de los estadunidenses, le resultaría menos oneroso hacerlo mediante una nueva cruzada continental contra el narcotráfico que manteniendo en el país árabe una fuerza militar de cerca de 150 mil efectivos que ya no está segura ni siquiera en sus cuarteles.
Tal vez no sea casual que el boletín mencionado que emitió anteayer el Departamento de Estado, y que representa el primer factor de tensiones bilaterales con México en varios años, se presente días después del remplazo del moderado Colin Powell por la fundamentalista Condoleezza Rice. Acaso tampoco sea coincidencia la súbita toma de partido de Washington por el aspirante salvadoreño a la secretaría general de la OEA, Francisco Flores, en lo que constituye prácticamente la puntilla para la candidatura del mexicano Derbez a ese cargo. A esas señales debe sumarse la reactivación de los proyectos en el Legislativo estadunidense para bardear la frontera común ųcómo no recordar el muro infame que construye Israel para enjaular al pueblo palestinoų, invalidar la matrícula consular como documento de identificación de los mexicanos indocumentados y establecer candados para que éstos no puedan obtener ningún documento legal ųlicencias de conducir, en primer lugarų en el país vecino.
Si se sacan las conclusiones correctas de los signos arriba señalados, es posible que el foxismo esté próximo a enfrentar la peor crisis del sexenio en materia de política exterior, y todo hace pensar, por desgracia, que el grupo gobernante no está ni remotamente preparado para manejar una coyuntura de hostilidad del poderoso vecino. De entrada, si bien las respuestas a Garza y al Departamento de Estado formuladas ayer por la Presidencia y la cancillería son correctas, debe advertirse el balbuceo en que incurrió el gobierno un día antes, balbuceo que puede apreciarse por el contraste entre las reacciones, separadas por 24 horas, del secretario de Gobernación, Santiago Creel, quien en un primero momento no anduvo lejos de formular alabanzas a la misiva de Tony Garza, por más que posteriormente haya rectificado. Ayer, ya más despabilado ųo más "hombrecito", según su propia expresiónų, señaló, atinadamente y en resumen, la improcedencia de los reclamos estadunidenses en circunstancias en las que Washington no ha cumplido a cabalidad con las responsabilidades que le corresponden en la lucha contra el narcotráfico.
Pero la más preocupante debilidad gubernamental no es su falta de reflejos rápidos, sino su pasmosa ineficiencia en materia de seguridad. A lo largo de cuatro años el poder público fue perdiendo control sobre los penales ųsobre los de "máxima seguridad" y también, por descontado, sobre los presidios regularesų, se desentendió de la formulación de estrategias serias y viables contra la delincuencia organizada y este mes "descubrió" que el mando de las cárceles había pasado a manos de quienes están hospedados en ellas, con las consecuencias que esto implica fuera de los centros de reclusión. Ante los clamorosos señalamientos sobre la palmaria ineptitud del secretario de Seguridad Pública, Ramón Martín Huerta, el Ejecutivo federal ha respondido con mimos para ese funcionario y, el colmo, con el nombramiento, como subsecretario del ramo, de un ex priísta cargado de señalamientos por sus presuntas conductas delictivas. Sería deplorable, exasperante y desolador que el presidente Vicente Fox acabara ordenando, por presiones estadunidenses, una destitución que la sociedad mexicana ha reclamado desde mucho antes.
En resumen, la falta de capacidad del gobierno actual para generar seguridad pública, y combatir la delincuencia organizada, el narcotráfico y la corrupción, ha debilitado enormemente la capacidad de la nación para defender su soberanía, y las autoridades del país vecino parecen más que dispuestas a explotar y aprovechar ese margen. Si no se corrige con rapidez y determinación esta circunstancia, más temprano que tarde estaremos enfrentando presiones desembozadas de Washington para aceptar efectivos policiales o militares estadunidenses en nuestro territorio y Colombia dejará de ser una referencia distante para convertirse en espejo inmediato. Por el bien de todos y de México, ojalá que esta perspectiva angustiosa no llegue a concretarse.