España: condones y sentido común
La jerarquía eclesiástica de España, en forma ciertamente sorpresiva, aprobó ayer el uso del condón en el "contexto de una prevención integral y global del sida", según reconoció ayer el portavoz y secretario general de la Conferencia Episcopal de ese país, Juan Antonio Martínez Camino, al término de la entrevista "distendida y amable" que sostuvo con la ministra de Salud del gobierno de Madrid, Elena Salgado. Cierto, el reconocimiento de la pertinencia de los preservativos en el contexto de la lucha contra el sida fue acompañado de una reiteración sobre las posturas católicas tradicionales que promueven la fidelidad y la abstinencia como acciones principales para evitar el contagio de VIH. El acuerdo de los jefes de la Iglesia católica con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se produce en torno a la denominada "estrategia ABC" ųsiglas en inglés de abstinencia, fidelidad y condonesų, que busca "una base común" entre gobiernos laicos y organizaciones religiosas. En el caso de España, como puede verse, la iniciativa, publicada en noviembre pasado por la revista médica The Lancet, ha logrado su cometido y abre paso a una colaboración en los esfuerzos contra la epidemia.
Hay elementos para suponer que esta inopinada toma de posición del clero español es, en parte, resultado de jugadas políticas dentro de la Iglesia católica y el Vaticano. También es posible que hayan influido en el anuncio formulado por Martínez Camino las presiones ejercidas por el Partido Popular (PP) sobre la jerarquía eclesiástica para que asumiera un papel más activo contra las reformas legales laicas y modernas emprendidas por el gobierno actual. Es significativo que la noche anterior al anuncio referido un grupo de dirigentes del PP exigió al presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, que movilizara a los creyentes y promoviera manifestaciones contra las reformas, a lo que el clérigo respondió que "ésa no es función" de la Iglesia católica.
Pero más allá de intrigas políticas y de palacio arzobispal, la toma de posición marca un precedente fundamental que coloca a los dirigentes católicos, o a algunos de ellos y, por primera vez desde la aparición del sida, en el terreno del sentido común y de la acción provechosa y positiva. La declaración de Martínez Camino significa, en esa perspectiva, una importante derrota para las actitudes ignorantes, oscurantistas y supersticiosas que imperan todavía, por desgracia, en las filas el alto clero, de las cuales cabe citar un par de ejemplos: el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, titular de la Pastoral de Salud del Vaticano, consideró el condón "moralmente no lícito" porque "la vía de contagio debida a relaciones sexuales no pertenece al hombre, sino a Dios". Por su parte, el presidente del Consejo Pontificio Vaticano para la Familia, el colombiano Alfonso López Trujillo, opinó el año pasado que "el virus del sida es unas 450 veces más pequeño que el espermatozoide (y) puede pasar fácilmente a través de la red formada por el preservativo". Por desgracia, esas actitudes abundan en la jerarquía eclesiástica mexicana, buena parte de la cual se ha dedicado a torpedear los de por sí insuficientes esfuerzos que realizan las organizaciones de la sociedad civil y las autoridades de salud en las tareas de información, concientización, prevención y tratamiento de la enfermedad. Cabe esperar que el ejemplo de sensatez y buen juicio de los líderes del catolicismo español se generalice y que la Iglesia católica deje de ser, junto con la ignorancia y la irresponsabilidad, una aliada del virus.