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México D.F. Domingo 28 de noviembre de 2004 |
Diálogo nacional y necesario
Este
sábado se inauguró en la ciudad de México el Diálogo
Nacional por un Proyecto de Nación con Libertad, Justicia y Democracia.
Se trata de una iniciativa promovida, sobre todo, pero no exclusivamente,
por un conjunto de fuerzas sindicales que se ubica por afuera o en abierta
oposición a los dirigentes gremiales del Congreso del Trabajo. En
la reunión participan, básicamente, representantes de fuerzas
políticas y gremiales de centro-izquierda.
Desde su perspectiva, las condiciones políticas,
sociales y económicas del país se están degradando
rápidamente, y ni los partidos políticos ni los poderes Legislativo
y Judicial, han podido frenar ese proceso. La sucesión presidencial
adelantada que vive el país y la perversa lucha por el poder en
que se ha trabado la clase política hacen necesario emprender acciones
que contribuyan a dar certidumbre y rumbo a la nación.
Este diálogo tiene como telón de fondo el
creciente protagonismo del mundo sindical. El movimiento gremial independiente
ganó un enorme impulso con las jornadas de lucha contra las reformas
a la Ley del Seguro Social de este año. Disputa al Congreso del
Trabajo la conducción del movimiento laboral en México y,
además, ha avanzado en la elaboración de propuestas de programa.
La reunión comenzó con cuatro conferencias
impartidas por personajes promovidos por los distintos convocantes, que
expresan algunos puntos de vista que privan en el movimiento social en
México. Así, tomaron la palabra el doctor Pablo González
Casanova, integrante del grupo Paz con Democracia, convidado por el Frente
Sindical Mexicano; monseñor Carlos Aguiar Retas, representante de
la Conferencia Episcopal Mexicana, organismo que no acostumbra usualmente
asistir a encuentros de esta naturaleza, invitado por la Unión Nacional
de Trabajadores; el diputado Manuel Camacho Solís, convocado por
organizaciones campesinas, y Marcos Tello Chávez, llamado por la
Promotora de Unidad Nacional contra el Neoliberalismo.
Varias posiciones que se debatieron posteriormente en
mesas de trabajo fueron enunciadas por los conferenciantes. Son puntos
de vista que atraviesan a una parte de la izquierda mexicana que no se
encuentra encuadrada en partidos políticos con registro, sino que
actúa en movimientos sociales y organizaciones políticas.
Ideas-fuerza que tienen que ver con el papel de la lucha electoral en la
transformación social y las posibilidades de democratizar las instituciones.
El éxito de una iniciativa de esta naturaleza,
cuyos promotores tienen lógicas y propuestas políticas encontradas,
radica, precisamente, en la capacidad de diálogo real que logren
desarrollar. En un acto así, siempre se corre el riesgo de que los
intereses de las organizaciones más poderosas se traten de imponer
sin más, o que se intente utilizarlo de pasarela política
electorera, disfrazada de lenguaje de unidad y lucha contra el neoliberalismo.
No en balde el jerarca católico Carlos Aguiar Retas, doctor en teología
bíblica y ex secretario de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano,
advirtió que una de las muestras de la miopía política
actual es el inmediatismo pragmático y electorero que desata la
ambición del poder por el poder. ''Si solamente miramos al 2006
-señaló con buen juicio- estamos perdidos. Necesitamos mirar
más allá, porque la democracia no es un artículo que
se compra o se vende, sino una cultura. Por eso necesitamos una visión
de futuro".
En estos meses recientes, el movimiento sindical ha mostrado
gran reanimación alrededor de un asunto central: las pensiones y
la seguridad social. En años pasados ha sido ejemplar la lucha de
electricistas en contra de la privatización del sector. Hace año
y medio destacaron las protestas rurales en contra del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte. Desde 2002 los pueblos indios se
han volcado a la construcción de autonomías de facto,
no
sólo en Chiapas. En los hechos, en estos y otros puntos, el movimiento
social ha logrado repercutir en la agenda nacional.
La participación de las fuerzas sociales organizadas
en la definición del rumbo del país es fundamental. La política
no puede ser rehén de partidos y políticos profesionales,
que han mostrado reducida visión.
Los convocantes al diálogo nacional, cuya primera
fase culminará mañana, tienen delante de sí una gran
responsabilidad: mostrar que son capaces de hacer otra política
y que pueden hacerla bien. Para ello, más temprano que tarde, tendrán
que ver la forma de incorporar a ese diálogo a los sectores populares
que no están organizados.
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