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México D.F. Domingo 21 de noviembre de 2004 |
Chile: dos protagonistas inesperados
La
reunión cumbre en Santiago de Chile del Foro de Cooperación
Económica Asia Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés),
que integra también México, tiene dos protagonistas incómodos:
una vasta y combativa protesta popular, como no se veía desde hace
decenios, provocada por la presencia del presidente estadunidense George
W. Bush, y la delegación presidencial china, que viene de una gira
muy exitosa por los países principales del Mercosur, Brasil y Argentina.
Las manifestaciones populares, violentamente reprimidas
por la policía chilena, que emuló a sus colegas mexicanos
de Guadalajara en los excesos cometidos contra los altermundistas, revelaron
que los efectos paralizantes de la barbarie pinochetista se están
disipando y que los jóvenes y trabajadores chilenos también
entran en la normalidad latinoamericana, no sólo con el reciente
triunfo electoral de centro-izquierda en las elecciones municipales sino
también con la reconquista del derecho a manifestarse y con la recuperación
del espacio público.
Dichas manifestaciones demuestran igualmente el sentido
que las poblaciones latinoamericanas dan a la relección de George
W. Bush, al cual ven como un peligro. Esta percepción ha sido reforzada
por los cambios en el Departamento de Estado y por los ataques de altos
funcionarios estadunidenses al Mercosur, así como por el atentado
criminal que en Venezuela costó la vida al fiscal que investigaba
las responsabilidades de los promotores del golpe contra el presidente
Hugo Chávez. La posición del gobierno chileno, favorable
al Area de Libre Comercio de las Americas, y a una alianza privilegiada
con Washington, sin duda deberá tener en cuenta no sólo el
contexto continental sino también y sobre todo, la protesta popular
que acaba de irrumpir en el escenario político de ese país.
El otro protagonista -China- es una gran potencia en el
Pacífico y en torno a su economía giran las de Corea del
Sur y Japón, además de otras menores del sureste asiático.
Ahora acaba de llegar a acuerdos por decenas de miles de millones de dólares
con Brasil y Argentina, reforzando el Mercosur tan vilipendiado por Estados
Unidos. Esos acuerdos no sólo aumentarán notablemente las
exportaciones y los ingresos en divisas de esos dos países sudamericanos,
reduciendo así la presión sobre los mismos tanto de Europa
como de Estados Unidos, y no sólo darán a China un flujo
importante de materias primas (zinc, bauxita, hierro, soya, granos, oleaginosas,
carne y cueros), sino que también permitirán a Pekín
invertir en infraestructuras que, como los ferrocarriles y los gasoductos
en Argentina o en Brasil, permitirán transportar las materias primas
hacia el Pacífico.
China, además, mediante un acuerdo con Cuba, dará
un amplio mercado a la isla y un apoyo tecnológico y financiero
que permitirá a la economía cubana resistir mejor los intentos
de estrangularla. De modo que en la cumbre del APEC no se verificarán
solamente las acostumbradas manifestaciones gubernamentales de pleitesía
ante la presidencia estadunidense. Esta vez estarán presentes dos
poderosos aguafiestas: los trabajadores y estudiantes que se oponen a las
políticas neoliberales, y un país que se convirtió
en potencia precisamente por no haberlas aplicado y que, desde su posición
privilegiada en el Pacífico, empieza a jugar actualmente en el tablero
americano.
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