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México D.F. Sábado 13 de noviembre de 2004 |
China, ¿potencia sudamericana?
El
presidente chino, Hu Jintao, está realizando una importante gira
política por el Cono Sur y actualmente visita Brasil, que es gran
exportador de forrajes. El martes llegará a Argentina, donde estará
una semana. La prensa de ese país ha hecho especulaciones sobre
grandes inversiones chinas (hablando incluso de 20 mil millones de dólares),
y las autoridades argentinas y del país asiático redimensionaron
de inmediato esas cifras fantasiosas ventiladas por los medios de información,
pero no excluyeron la posibilidad de acuerdos importantes, aunque más
modestos.
Por otra parte, en los meses recientes misiones chinas
de alto nivel han recorrido algunas provincias argentinas, llegando a acuerdos
de inversión, sobre todo en la industria agroalimentaria, los cuales
alcanzaron algunos centenares de millones de dólares. Como se sabe,
Argentina es un gran exportador de productos agrícolas y ganaderos,
particularmente soya, cereales y oleaginosas, y en ese sentido es complementaria
con China, que importa grandes cantidades de dichos productos. Además,
en Argentina existen ricas y numerosas comunidades no sólo chinas
sino también del sureste asiático, que necesitan reforzar
sus importaciones desde esa región, y en particular desde el coloso
de Asia, China, y al mismo tiempo tener un respaldo financiero en ella.
Además, este año las exportaciones chinas aumentarán
27 por ciento con respecto a 2003, y en 2005 se calcula que el crecimiento
será menor -aunque probablemente llegará a un muy respetable
15 por ciento-, porque la economía europea y la de Estados Unidos
pierden dinamismo.
En 2004, las importaciones chinas crecerán 35 por
ciento, de modo que existe para los países del Cono Sur, que son
agroexportadores, una importante perspectiva de desarrollo de su comercio
con China. Precisamente una de las expresiones de esa expectativa es, en
el caso argentino, una declaración de Luis Corsiglia, director de
la flamante empresa nacional energética Enarsa, que ofrece a China
la exploración de la vasta plataforma marítima argentina,
potencialmente muy rica en gas y petróleo, cuyo monopolio está
en manos de esa empresa nacional, la cual fue creada para competir sobre
todo con Repsol-YPF, la firma española que se benefició con
la privatización de la compañía petrolera estatal,
Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
Como se sabe igualmente, China tiene escasos recursos
petroleros y depende en gran medida del abastecimiento en carburante proveniente
de la zona del golfo arábigo, y dichos recursos están amenazados
por la invasión estadunidense a Irak y por las presiones sobre Irán.
De modo que, aunque con cautela, es posible que China comience a entrar
en una región que tiene serias tensiones con las grandes trasnacionales
estadunidenses y ha pasado recientemente por experiencias negativas con
las empresas, bancos y capitales europeos.
Esta probable entrada de China en el traspatio de Estados
Unidos y en la frágil y endeudada economía de los países
del Mercosur podría dar a éstos más estabilidad económica
y, por consiguiente, mayor margen de maniobra económica y política
frente a Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional. Es cierto que
Argentina está en una aguda crisis y que Brasil tiene una enorme
deuda que le pesa como una montaña, pero ambos países, y
en particular el último, pertenecen a las llamadas exageradamente
potencias emergentes, por la cantidad de recursos que poseen y por su grado
relativo de industrialización. China, por su parte, ama definirse
como país en desarrollo, y una sinergia con los países más
importantes de América del Sur, que están estableciendo lazos
por su parte con Venezuela, podría cambiar en buena medida el panorama
geoestratégico en la región. Sería bueno que Tlatelolco
tuviera en cuenta este proceso, en vez de crear inútiles roces verbales
con la diplomacia del país más importante de Asia que, para
colmo, podría ser en breve también una potencia sudamericana.
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