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México D.F. Sábado 13 de noviembre de 2004
Enrique Calderón A.
Las Pymes
Con este agraciado nombre, que data de algunos años atrás, se realizó en días pasados un acto impresionante para promover el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas (Pymes) de nuestro país. El acto se preparó y organizó con mucho cuidado y, sobre todo, dinero, en el Centro Banamex, ubicado a un lado del Hipódromo de las Américas, con el apoyo de una serie de empresas mundiales, como Oracle, Microsoft, Intel, Hewlett Packard y Federal Express, ampliamente comprometidas todas con nuestro país, aunque no sé exactamente en qué consiste ese compromiso.
Lo que sí me quedó bastante claro fue que la Secretaría de Economía, y en particular sus altos funcionarios, cuenta con una estrategia para promover y apoyar el desarrollo de las empresas, que debe ser muy parecida a la que tendría Forrest Gump en caso de tener esa responsabilidad. Esto se notaba en el formato mismo del acto, conformado por una exposición y un conjunto de conferencias y talleres relacionados con las Pymes.
En la exposición había seguramente más de medio millar de estands con una diversidad inédita, que incluía bancos, talleres automotrices, tiendas de comida, barricas de pulque, instituciones de educación superior y representaciones estatales con danzas y música folclóricas. Lo más curioso era el público, en el que era bastante fácil distinguir estudiantes, amas de casa, señoras ricas, comerciantes, funcionarios de gobierno y, sobre todo, desempleados, quienes recorrían los estands sin tener una idea clara de qué era lo que buscaban.
ƑCuál era el objetivo de la exposición? Se me ocurren varias posibilidades; por ejemplo: mostrar que en México existen muchas empresas. Demostrar que siempre es posible encontrar personas dispuestas a perder el tiempo, buscando algo sin saber exactamente qué. Probar un nuevo mecanismo para la formación de parejas o realizar un ensayo para atraer inversionistas japoneses. Independientemente de ello, la sensación dominante era que la efectividad de la exposición debía ser muy parecida a la de una exhibición de dulces en un congreso de diabéticos.
Las conferencias y los talleres, en cambio, fueron realmente malos. Aguanté los primeros minutos de una sobre mercadotecnia, impartida por un instructor que me recordaba a los animadores de los teatros de revista, quienes se la pasan albureando al respetable público. Por curiosidad visité uno sobre planeación estratégica, sólo para descubrir que en este caso el conferencista era el mismo, o por lo menos alguien muy parecido, al empleado del Sanborn's (existe uno en el lugar) que nos había atendido durante el desayuno.
Desde luego, mi interés principal era por un taller sobre las posibilidades de financiamiento que existen actualmente para las pequeñas y medianas empresas, gracias a los convenios establecidos entre la Secretaría de Economía, algunas organizaciones crediticias y los maravillosos bancos que el gobierno ha logrado atraer a México para apoyar nuestro crecimiento económico. El taller me pareció sumamente claro y orientador, permitiéndome llegar a la conclusión de que lo mejor que pueden hacer los empresarios es mantenerse alejados de los bancos y limitarse a seguir utilizando sus tarjetas de crédito con 13 meses sin intereses.
La ceremonia final del acto fue enternecedora, principalmente por el discurso del Secretario de Economía. El tema central de la reunión fue el apoyo y la incubación de empresas tecnológicas. La afirmación que se hizo sobre la existencia de 70 "empresas de clase mundial" relacionadas con tecnologías de punta y para las cuales se piensa abrir una incubadora en el valle del Silicio (en San José, California) me pareció genial, o por lo menos incomprensible. Al escucharla me hizo recordar, no sé por qué, a un hermano de mi mamá, quien muchos años atrás nos decía: "niños, si se portan bien, el próximo domingo los llevó a ver comer helados". Al final, el acto me dejó un grato recuerdo, sobre todo porque fue gratuito.
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