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México D.F. Lunes 8 de noviembre de 2004
JAZZ
Antonio Malacara
Eugenio Toussaint, Agustín Bernal y Gabriel Puentes
EN LA ENORME SEXTA fecha del festival Tlalpan Jazz se anunció al trío de Eugenio Toussaint, pero en los créditos del disco que se presentó ese mismo día -el 29 de octubre-, Trío (M&L, 2004), la comandancia o el liderazgo no se le atribuye a alguien en especial, simplemente aparecen los nombres de Eugenio Toussaint, Agustín Bernal y Gabriel Puentes.
LO REALMENTE IMPORTANTE es que asistimos a uno de los mejores conciertos de jazz que se hayan dado por estas tierras. Cuando Toussaint regresó de su autoexilio jazzístico no pudo tener mejor opción que la del contrabajo de Agustín Bernal, para integrar un nuevo grupo, y dado que Gabriel Puentes ha hecho mancuerna con Bernal desde hace cinco años, prácticamente desde que llegó de Chile, el trío de poder se daba de manera natural.
LA GENTE FUE puntual, a las siete de la noche los empleados del Museo de Historia de Tlalpan tuvieron que instalar más sillas por todos los rincones del jardín, y aún así, muchísimos tuvieron que permanecer de pie durante hora y media, que pasó como un suspiro. Eugenio presentó a sus compañeros y de inmediato se sumergió en las armonías de He-ha, el primer track del nuevo disco.
EL SWING NOS golpea de frente, es automático, lo traían listo y escondido en algún lugar y lo esparcieron en pequeñas esferas que no dejaron de girar por el aire un solo instante. Toussaint movió sus sofisticadas armonías en el piano; Puentes instaló sus plataformas con la contundente delicadeza a que nos tiene acostumbrados, y Bernal está mejor que nunca, aunque esto sea mucho decir... su primer solo de contrabajo, "en frío", es un verdadero portento.
CADA UNO DE los temas del disco fueron interpretados, en el mismo orden en que aparecen en el compacto, por un trío de poder, en el que el discurso y el riesgo de Eugenio Toussaint, en plena madurez, crecen enormemente. No hubo un segundo de duda o desperdicio; ya en la balada, el blues, el bop o el avangard, se derramó lucidez y virtuosismo.
IMPOSIBLE NARRAR EN las estrecheces de esta columna la inmensidad, la fluidez, la emoción de la noche entera. Pero ya puestos a escoger, nos quedaríamos con dos temas en forma de rascacielos. Primero fue Mi amante de Nueva Orleans, una de las mejores rolas que hemos escuchado en el jazz mexicano, con voz entrecortada y alegre, de juguetona solemnidad, que Bernal acaba de componer.
DESPUES LLEGO M.X., que Toussaint. En esta ocasión adquirió dimensiones épicas, deslizándose desde la espesura de las primeras líneas hasta un marasmo cuasiminimalista del cual el grupo nos rescató una y otra vez con explosivos que hicieron cimbrar Tlalpan entero. Aquí, las intervenciones de Bernal pueden ser fácilmente membretadas como "partes imposibles para contrabajo". Aunque no todo fue dificultad técnica, ahí estaban el corazón y la imaginación. El último estallido estuvo formado de aplausos y gritos. Los espectadores no dimos crédito, no supimos cómo agradecer el momento... seguimos aplaudiendo.
EL TRIO SE fue exhausto y feliz, aunque no creo que su felicidad se compare, ni mínimamente, con la que logró transmitirnos, y que todavía nos sigue girando en esos recovecos que los místicos suelen identificar como el alma humana. Salud. [email protected]
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