México D.F. Lunes 8 de noviembre de 2004
León Bendesky
Mil pesos
En un muy escueto comunicado de prensa el Banco de México anunció hace unos días que el 15 de noviembre pondrá en circulación a través de los bancos un nuevo billete con denominación de mil pesos.
La justificación económica que se ofrece es muy breve y dice a la letra: "Se ha observado que las operaciones comerciales en las cuales se utilizan billetes de 500 y 200 pesos se han incrementado; la nueva emisión de 1,000 pesos permitirá que parte de estas operaciones se lleven a cabo utilizando un número menor de piezas".
Una primera reacción de la gente, sin conocimientos técnicos acerca de las modalidades de las transacciones mercantiles y, muchas de éstas, lejanas al efecto positivo de usar menos piezas para operaciones que involucran cantidades mayores de mil pesos, porque muy raramente ven tantos pesos juntos, ha sido de suspicacia. De inmediato se interpreta como una pérdida de valor de la moneda y, por ello, de la capacidad de compra de sus ingresos que aumentan en menor proporción que los precios.
ƑEstá fuera de lugar la sabiduría popular? A decir de la explicación del Banco de México esa otra interpretación no se justifica. La introducción del nuevo billete de mil pesos se ha planteado como una cuestión eminentemente de eficiencia de los intercambios en el mercado. Y sólo tres líneas, las ya citadas, fueron suficientes para eso, es decir, no hay más en el asunto.
Lo que no se explica es, precisamente, por qué es que se ha observado el incremento de las operaciones comerciales con billetes de 500 y 200 pesos, pues alguna razón debe haber. Podría ser que los recursos en manos de la población se hayan acrecentado por obra de la "mano invisible" y que por lo tanto pueden gastar más y se necesita un medio de pago más eficaz, o sea, un billete de mayor denominación. Esto es poco probable.
También podría ser que la inflación, que mide la tasa a la que crecen los precios y que sigue aumentando mes con mes y acumulándose en el tiempo, junto con un fenómeno distinto, que es el de un alto nivel de los precios, haga que muchas de las transacciones ya no se realicen de modo fácil con billetes de denominación menor.
En este último caso el público usuario de la moneda que emite el banco central como institución del gobierno merece otra explicación, puesto que de lo que se trataría, entonces, es no sólo de un problema técnico relativo a facilitar las operaciones, sino de la desvalorización de la moneda. La experiencia de la gente durante ya muchos años le hace ver claramente esta situación y sabe que cuando la moneda pierde valor a causa de la inflación, se agrava el modo desigual en que se distribuyen los recursos en la sociedad.
Los signos que se desprenden recientemente del comportamiento de las variables financieras indican que la estabilidad de los precios no es tan sólida como se pretende. La inflación ha aumentado más de lo esperado y las tasas de interés de los Cetes (la deuda pública), que sirven como referencia del costo de los créditos, han ido creciendo constantemente en las últimas semanas. La afluencia de dólares, como los que provienen de los ingresos petroleros extraordinarios, ha logrado mantener relativamente quieto el tipo de cambio.
A este último respecto, el boletín del Banco de México al que nos estamos refiriendo contiene una apreciación bastante sorprendente. Dice textualmente, siempre sobre el caso del nuevo billete de mil pesos, que: "Es importante señalar que la equivalencia actual de un billete de 1,000 pesos es de aproximadamente 85 dólares americanos, muy parecida a la que tenía la citada denominación durante la década de los sesenta, cuando el país vivió la mayor estabilidad de precios del siglo XX y en la cual ésta correspondía a 80 dólares".
No se sabe qué es lo que el funcionario del banco responsable de este comunicado quiso decir con esta alusión. Como análisis económico es inútil y como consideración de la historia económica reciente del país es absurda. El cálculo de la equivalencia de los mil pesos con respecto al dólar hoy y en los años 60 requiere de una simple operación aritmética. Desprender de ahí cualquier consideración acerca de las condiciones de estabilidad de los precios en la economía mexicana es pura manipulación.
Según el cálculo de la nota del banco, el dólar cuesta hoy alrededor de 11.76 pesos, pero ésos no son por supuesto los mismos pesos que cuando el tipo de cambio era de 12.50 por dólar. Olvidan ya, demasiado pronto, que se quitaron tres ceros a la denominación de la moneda en el gobierno del presidente Salinas y que hoy, dada la inflación acumulada, el dólar cuesta realmente 11,760 pesos. El candor del banco central no ayuda a cumplir con uno de sus objetivos más caros: la credibilidad. La gente no olvida tan rápido y, afortunadamente, queda sabiduría popular.
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