EL EFECTO EXPANSIVO DEL DERRUMBE | 8 de noviembre de 2004 |
El desenvolvimiento económico de Asia registró cambios muy significativos tras el fin del socialismo centrado en la Unión Soviética. Ha tenido en el conjunto de los países de la región un carácter desigual y combinado, con fases de fuerte expansión y otras de crisis profunda y estancamiento. Ahora, luego de años de transformaciones, China se ha convertido en actor privilegiado. Carlos Uscanga El derrumbe del muro de Berlín y el posterior colapso de la Unión Soviética originaron un conjunto de ondas expansivas que reconformó de manera vertiginosa el escenario político y económico mundial. La región del Pacífico asiático participó en el nuevo equilibrio de poder sustentado antes en el mundo bipolar. Mientras la unipolaridad reafirmaba la hegemonía global de Estados Unidos, el ocaso soviético propició el fortalecimiento de China como relevante actor geopolítico. Corea del Norte surgiría como uno de los focos de alerta en el panorama de la seguridad, con el despliegue de estrategias diplomáticas para garantizar la sobrevivencia del régimen de Kim Il Sung. Pekín tendría además que enfrentar las presiones internas de apertura y de cambio de los fundamentos de la estructura política vertical. El efecto dominó de la desintegración del campo socialista europeo parecía llegar a China con el inicio de un movimiento que reclamaba espacios de participación política al gobierno de Deng Xiaoping. La cruenta represión en la plaza de Tiananmen en 1989 fue un mensaje claro de la capacidad de control de los jerarcas chinos ante la turbulencia del emergente "nuevo orden mundial". El cambio en la estructura geoestratégica por el cierre de bases militares estadunidenses y la consecuente reducción de personal en Filipinas alertaron a la región del sudeste de Asia sobre las ambiciones de expansión china. Japón inicia una participación activa en el terreno de la seguridad regional y de la política internacional. La guerra del golfo Pérsico, originada por la invasión de Irak en Kuwait (1990), evidenció las limitaciones de la "diplomacia de chequera" ante las presiones de Washington para el envío de las fuerzas de autodefensa con objeto de apoyar las acciones de la "coalición internacional". Tokio, ante la reticencia de los países de la región, ofreció una participación más activa en la dinámica de las relaciones internacionales. En el ámbito económico, después de la caída del muro de Berlín, la zona de Asia Pacífico ha experimentado aceleradas transformaciones. Para finales de 1989, Japón vivía la última etapa de la burbuja especulativa iniciada dos años antes, uno de los periodos de estancamiento más pronunciados de la historia económica contemporánea de ese país. El optimismo inicial de una salida rápida fue tornándose más conservador ante la mínima respuesta de los multimillonarios programas de reactivación económica instrumentados por el gobierno nipón. Las fracturas del consenso político necesario para impulsar una reforma estructural y las diferencias en la poderosa burocracia japonesa llevaron el desempleo de un poco más de 2 puntos hasta rebasar 5 por ciento. Las grandes corporaciones niponas emprendieron un proceso de restructuración de sus estrategias de negocios que aumentaron los flujos de inversión en los países del sudeste de Asia y China, acentuando la interdependencia económica con la relocalización productiva y una mayor integración regional. Las pequeñas y medianas empresas japonesas que no lograron mantener el ritmo impuesto por la globalización pasaron a ser parte de las estadísticas de las firmas declaradas en quiebra con sus repercusiones, no solamente en el área financiera sino también social. El ciclo de crecimiento de las economías del sudeste de Asia vivió uno de sus periodos de mayor expansión en el primer lustro del decenio de 1990. La recepción de flujos masivos de inversión extranjera directa (IED) y los acelerados programas de infraestructura fueron muestra de un proceso de reconversión productiva, que, si bien había tenido sus primeros impulsos después de los Acuerdos del Plaza a mediados de los años 90, en los que se impulsó la revaluación de yen, generó una nueva geografía económica en la región. El crecimiento sostenido parecía ser una constante, pero se alteró con el colapso financiero del verano de 1997. La devaluación del baht tailandés fue la primera ficha que generó un efecto dominó en la credibilidad del "modelo asiático" altamente ponderado meses antes por el Banco Mundial. Indonesia y Sudcorea fueron las economías más afectadas. Recurrieron a los organismos financieros internacionales en busca de ayuda. La fragilidad del sistema financiero y la disminución de la competitividad de las economías asiáticas fueron, junto al efecto China y el estancamiento de la economía japonesa, factores detonantes de la crisis. Tras resolver con violencia los brotes de protesta social y aplazar la reforma política, China aceleró su proceso de apertura económica, impulsando una reconformación de la estructura productiva no sólo regional, sino también global. Las altas tasas de crecimiento económico y su conversión en el principal receptor de IED modificaron sustancialmente la posición china en la economía mundial que tenía a principios de la década de los 90. Esto la convertía, para los países de la región del este y sudeste de Asia, en amenaza en el plano geopolítico y también en el principal competidor en el ámbito financiero y comercial. En el marco de la conformación de bloques regionales en distintas partes del mundo, se creó en 1989 el foro intergubernamental de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) para atender las condiciones creadas por los procesos acelerados de la integración. A ello se añadiría después el impulso a la liberalización económica y comercial, así como los flujos de inversión. Este proceso está marcado por la dinámica y el papel de la economía china a escala global y sigue pendiente de definiciones más precisas para su funcionamiento Los procesos políticos y económicos generados a raíz de la caída del muro de Berlín tuvieron una repercusión directa en la emergencia de un conjunto de tendencias dinámicas y complejas que todavía están impulsando una recomposición geopolítica y geoeconómica en el Pacífico asiático y de sus efectos en el entorno global § |