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P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 7 de noviembre de 2004

Víctor M. Quintana S.

Donde no aprieta

Recular ha sido la conducta más frecuente del gobierno foxista en materia agropecuaria. O dejar fuera de la jugada a las organizaciones campesinas y sociales que cuestionan sus políticas.

Las pruebas sobran. Apenas hace unos días, ante el alud de críticas por el incumplimiento del Acuerdo Nacional para el Campo (ANC), el titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), Javier Usabiaga, señalaba que el acuerdo no obliga a nada al gobierno federal, pues sólo es un "convenio".

El proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación es otra prueba. A pesar de lo demandado una y otra vez por las organizaciones del sector, el Ejecutivo federal plantea significativas reducciones al mismo: 16.5 por ciento a la Sagarpa y 36.5 por ciento a la Secretaría de la Reforma Agraria. Y a las pocas instituciones públicas que realizan investigación en el campo, como la Universidad Autónoma Antonio Narro y el Colegio de Posgraduados, o son olvidadas en el proyecto presupuestal o se les somete a severas reducciones.

En el asunto de los transgénicos, el gobierno federal también finge demencia.

La Sagarpa se ha hecho cómplice del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, al no dar a conocer al gran público el reporte de la Comisión de Cooperación Ambiental (CCA) sobre los transgénicos en nuestro país. Tampoco ha atendido las demandas de las organizaciones sobre la contaminación del maíz criollo en Puebla y en Oaxaca. Asimismo, ha excluido de la reunión del Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional, organizada por ella, a los campesinos de México y el mundo, a pesar de que se trata de un tema que los involucra totalmente: el desarrollo del maíz transgénico.

La lista de pruebas de incumplimiento, omisión o complicidad de las autoridades del sector agropecuario puede continuar hasta el cansancio. Pero hay que reconocer que el gobierno federal ha adoptado todas estas posturas, estos regateos, porque ha visto que la fuerza del movimiento campesino ha disminuido luego de la firma del ANC. Después de haber alcanzado un nivel de movilización, de impacto en la opinión pública, de legitimidad en sus demandas y de interlocución con el Estado como nunca, a partir de mayo del año pasado las organizaciones campesinas entraron en la vía de la dispersión y la confrontación interna.

Los factores de divergencia y desunión han sido múltiples. Primero, los desniveles de las organizaciones en la capacidad técnica para influir en el diseño de programas y reglas de operación. Las diversas formas de acceder a esos recursos y programas: algunas aceptaron que sólo participaran en éstos los firmantes del acuerdo, y otras privilegiaron la negociación bilateral con el gobierno.

También han contado las divisiones internas, los celos, los protagonismos, los fundamentalismos de las organizaciones rurales. Así, en julio se rompió la unidad construida en el seno del movimiento El campo no aguanta más. Y ahora hay una disputa por la utilización del nombre.

La movilización campesina y rural no ha disminuido, como muestran las acciones de semanas recientes, llevadas a cabo por la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas y las organizaciones que se siguen denominando El campo no aguanta más. Pero bien ve el gobierno federal que, aunque converjan en sus demandas, son movilizaciones diferentes, sin unidad de acción.

Ante eso, el gabinete agropecuario foxista se ha crecido. Donde no se aprieta, chorrea. En todas las instancias en que ha tenido que mostrar una postura, lo ha hecho en contra de los intereses de los campesinos y de la producción agropecuaria nacional. Estas posturas sólo se pudieron contener con la energía y la unidad que mostraron las jornadas de invierno, hace dos años.

Urge reactivar al movimiento campesino desde la unidad. Con un adversario como el que tiene enfrente: las trasnacionales de los agronegocios y los gobiernos, como el nuestro, aliados a ellas, no puede bajar la guardia. Es necesario reconstruir la unidad, más que a partir de largas discusiones, a partir de acciones, como dicen los broncos campesinos norteños. Para comenzar, una muestra de buena disposición que propone Armando Bartra: moratoria al empleo de la denominación "El campo no aguanta más", para echar a andar ese proceso unitario. Luego, mostrar la unidad en un gran paro carretero nacional el 10 de noviembre. Este, con tres objetivos externos y uno interno: exigir un incremento sustantivo al presupuesto rural, demandar el cabal cumplimiento del ANC y que se lleve a cabo lo recomendado por la Comisión de Cooperación Ambiental sobre el maíz transgénico. Y el interno, volver a apretar todos juntos.

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