México D.F. Sábado 6 de noviembre de 2004
México ''está muy atrasado'' en esa problemática, dice Andrés Ordóñez
Cerrar la brecha entre los ámbitos cultural y comercial, tema de un seminario en la SRE
MERRY MAC MASTERS
En la búsqueda de nuevos mercados el sector cultural llegó a ser percibido como la antítesis de la apertura comercial. A su vez, el primero vio al aspecto mercantil como los ''vendepatrias" que ''traicionaban una raíz, una identidad".
Cerrar la brecha entre ambos sectores será uno de los objetivos del Seminario Malraux sobre diversidad cultural, industrias culturales y políticas públicas, que se desarrollará el lunes 8 y el martes 9 en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), en avenida Ricardo Flores Magón 1, Tlatelolco.
Organizado por la Dirección General de Asuntos Culturales de la SRE, en coordinación con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Embajada de Francia en México y el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia, el foro se dirige a ''todos aquellos -legisladores, servidores públicos, empresarios, formadores de opinión e intelectuales- que conciben la cultura de una manera distinta a como lo hemos venido haciendo en México", señala Andrés Ordóñez.
De acuerdo con el titular de Asuntos Culturales de la SRE, ''hasta el momento hemos vivido en el esquema vasconcelista de la cultura. Es decir, el concepto del fomento de la cultura desde el poder central que tuvo un sentido y una relevancia histórica enorme en nuestro desarrollo como país durante el siglo XX, pero que a principios del presente debemos revisar".
Los mecanismos de cooperación bilateral existentes entre México y Francia se aprovecharán para que ese público pueda conocer la experiencia gala en ese campo, para en última instancia tener un punto de referencia y ''conformar nuestro propio desarrollo en ese ámbito", porque entre los países latinoamericanos México está ''muy atrasado" en ese renglón, apunta Ordóñez.
Para el funcionario ese rezago se debe a que ''caimos en un concepto anacrónico de la cultura. Lo vimos siempre muy a la manera del romanticismo decimonónico como algo impoluto, que era una actitud contestataria a la contaminación de lo comercial. Pero olvidamos que comercio y cultura van de la mano desde el principio de los tiempos.
''Luego vino esta concepción que nos ofrecía a la cultura como un ámbito que debía ser preservado y, por tanto, subsidiado. Cuando los parámetros del comercio internacional se transforman y lo que interesa a las instancias económico-financieras es la apertura de mercados, el sector cultural fue percibido como antítesis de la apertura comercial. Y, viceversa, el sector cultural percibió al comercial como los vendepatrias, los que traicionaban una raíz, una identidad.
''El libre comercio nos importa porque nos importa el libre tránsito de nuestros productos culturales en tanto mercancías. Pero, también nos importa mucho que ese libre tránsito que supone el recibir sin cortapisas al extranjero, tenga una válvula de contención para que nuestros productos no se vean avasallados. Y, no sólo como una medida de proteccionismo comercial, no es ese el punto, sino porque un producto cultural además de ser una mercancía en el sentido crudo, es el vehículo de valores."
Otro objetivo es continuar con el esfuerzo de poner en el debate nacional, ''de la manera más seria", el tema de las industrias culturales, y de la cultura como un recurso para la creación de bienestar social.
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