.. |
México D.F. Jueves 7 de octubre de 2004
MEMORIAS DE LA CIUDAD /
ENTRAÑABLE ENCUENTRO DE IDEALES LIBERTARIOS
Bryant: poeta defensor de Juárez y creador del
Central Park inspirado en la Alameda
El próximo sábado será develada
una estatua del Benemérito de las Américas en NY
Entre la ciudad de los rascacielos y el Distrito Federal
existen lazos indestructibles, tejidos por mentes inteligentes y defensoras
de la autodeterminación de los pueblos
JORGE LEGORRETA ESPECIAL
Ciento treinta y dos años después, Benito
Juárez devuelve la visita, en Nueva York, a William Cullen Bryant,
uno de los poetas liberales estadunidenses más destacados del siglo
XIX. Efectivamente, el próximo sábado 9 de octubre será
develada una estatua del Benemérito de las Américas en el
famoso parque Bryant, uno de los más entrañables de la ciudad
de los rascacielos, ubicado en la calle 42, entre la Quinta y la Sexta
avenida; es un área verde llena de flores, plantas, quioscos, feria
con caballitos y carruseles, mesas con sillas, y donde se puede comer,
leer, descansar y platicar durante horas enteras bajo la sombra de un frondoso
árbol; cada lunes, a las nueve de la noche en punto, miles de neoyorquinos,
sin pago de por medio, gozan de una buena película.
En
el lado que mira a la Biblioteca Pública de Nueva York se encuentra
ese apacible personaje de abultada barba, cobijado en un templete circular
neoclásico, monumento en cuya placa se lee: "A la memoria de William
Cullen Bryant". ¿Quién fue ese hombre y qué relación
tiene con don Benito Juárez y otros personajes de nuestra nación?
He aquí una historia más de las memorias de la ciudad de
México.
Bryant fue un notable escritor, apasionado amante de la
naturaleza y editor y director del periódico neoyorquino Evening
Post, por casi 50 años. Es considerado como uno de los mejores
poetas estadunidenses del siglo XIX y fue un opositor a la anexión
de Texas, en 1836; crítico de la guerra con México en 1847
y de la propuesta de incorporarlo a la Unión Americana; incansable
pensador liberal que luchó contra la esclavitud y, por tanto, cercano
al pensamiento de AbrahamLincoln. Se trata de un personaje, obviamente,
olvidado en la memoria social y hasta académica de Estados Unidos,
pues es parte de los grandes hombres liberales de su siglo que combatieron
con su pluma el desmedido expansionismo imperial sobre los territorios
de América.
Bryant fue un fuerte opositor a la doctrina del gran garrote,
a la del destino manifiesto de ocupar en forma por demás agresiva
territorios del mundo.
La Alameda, inspiración del Central Park
Resulta que el poeta Bryant fue el creador del famoso
Central Park de Nueva York. En l844, 25 años antes de que se iniciara
su construcción, escribió un artículo en el que, enfrentando
las posturas urbanísticas entonces dominantes de cubrir toda la
isla de Manhattan con asfaltos, argumenta, por el contrario, que resultaría
vital para la salud y la recreación públicas que un área
boscosa muy rica en especies de árboles y corrientes de agua sobre
peñascos, ubicada en el centro de la isla y cerca del camino a Harlem,
se convirtiera en un gran parque público. Es decir, no plantea la
construcción de un parque, sino la incorporación de un bosque
a la ciudad, que no es lo mismo. Esta revolución en las ideas del
urbanismo, colocó la imaginación y la sensibilidad de los
poetas como auténticos creadores de la ciudad, y quizá, como
los más terrenales de los pensadores.
Su
idea no sólo triunfó y convenció a los propietarios
del bosque, sino también a los urbanistas del negocio rápido,
quienes soñaban con extender edificios por doquier. Con la incorporación
de la naturaleza a la ciudad ganaron todos: los ciudadanos, un enorme parque
público -el mejor diseñado del mundo-, y los ocupantes de
las áreas edificadas adyacentes también, pues con el paso
del tiempo se convirtieron en las más caras de Nueva York, sencillamente
porque la naturaleza es uno de los elementos primordiales que brinda el
valor inmobiliario de las ciudades contemporáneas.
Pero lo más importante para nosotros es que, la
propuesta de Bryant de construir un parque público como el alma
de la estructura urbana de la ciudad de Nueva York está inspirada
en la Alameda de la ciudad de México, precisamente por ser un espacio
de uso público. La referencia está contenida en el artículo
antes citado, escrito en 1844, titulado A new public park, el que
dice: "All large cities have their extensive public grounds and gardens,
Madrid and México City their Alamedas, London its Regent's, Paris
its Champs Elysees, and Viena its Prater" ("Todas las grandes ciudades
tienen sus jardines y áreas públicas, Madrid y la ciudad
de México sus Alamedas, Londres su Regent's, París sus Campos
Elíseos y Viena su Prater"). (A byography of William Cullen Bryant,
de Parke Godwin, Ed. Russell & Russell, pág. 319). Así
es, junto con otros grandes parques del mundo, nuestra querida y bien amada
Alameda, inspiró la creación del famoso Central Park de Nueva
York.
Bryant viaja a México
Este pensador liberal de la ciudad, viajero incansable,
decidió a sus 78 años hacer un largo viaje a la ciudad de
México con el propósito de entrevistarse con Benito Juárez,
con lo que contradijo -terquedad de por medio- las insistentes recomendaciones
de familiares y colaboradores, quienes argumentaban, desde entonces, que
en México asaltaban y mataban a los turistas; obviamente no le pasó
nada, aunque sí le robaron su reloj en una diligencia, antecedente
del transporte público que hoy conocemos como microbuses.
Invitado por don Matías Romero, ministro de Relaciones
Exteriores, Bryant llegó a Veracruz el 27 de febrero de l872, después
viajó a la ciudad de México, donde permaneció del
8 al 13 de marzo; el día 11 cumplió su propósito:
entró al Palacio Nacional y, cómodamente sentado, escuchó
a Juárez, quien le comentó sobre la situación del
país, de las ventajas de nuestro suelo y del clima, y de la necesidad
de abrir la nación al capital foráneo para el establecimiento
de empresas, política que aplicaría Porfirio Díaz
años después.
Bryant describió a Juárez como un hombre
de baja estatura, moreno, de raza india, robusto, expresión suave
y de voluntad inflexible (México y el señor Bryant,
Arnold Chapman, FCE).
En
medio de una ciudad convulsionada por los intentos conservadores de diluir
el Estado laico, Bryant se hospedó en el antiguo palacio de Iturbide,
para de ahí conocer barrios coloridos, patrimonios culturales y
una sociedad profundamente desigual. De lo visto y sentido, escribió
verdaderas crónicas literarias cada día, mismas que desafortunadamente
son poco conocidas en México, pero en ese entonces aparecieron en
las primeras planas del Evening Post, de Nueva York.
Escribió sobre la Catedral, el Palacio Nacional,
el Colegio de las Vizcaínas, Chapultepec, Tacubaya, Jamaica, Ixtacalco,
la Alameda, el Peñón de los Baños e innumerables instituciones
públicas, como el Monte de Piedad y un albergue en el Tecpan de
Santiago Tlatelolco. En el texto de su visita al cementerio estadunidense
(hoy en el cruce del Circuito Interior con la calzada Tacuba) se refirió
a la guerra de 1847 como un acontecimiento del cual "no se sentía
orgulloso".
En un solemne acto, Bryant fue aceptado como miembro de
la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. En las reuniones
de esta agrupación y en otras entró en contacto con la intelectualidad,
nutrida por grandes hombres mexicanos de aquellos tiempos, como Payno,
Altamirano y, especialmente, Guillermo Prieto, audaz y brillante editor,
escritor, político, poeta y uno de los más apasionados cronistas
de nuestra ciudad, que dará ocasión para proseguir nuestro
relato.
Prieto, a escena
En enero de 1877, cuatro meses antes de que asumiera la
Presidencia Porfirio Díaz, quien por supuesto no compartía
especial simpatía por los últimos liberales, Guillermo Prieto
emprendió un interesantísimo exilio a Estados Unidos. Desde
el puerto de Manzanillo, donde 20 años antes había permanecido
al lado de Juárez, cuando huía igualmente de los conservadores,
se embarcó a San Francisco; luego atravesó los recién
ocupados territorios mexicanos y llegó a las cataratas del Niágara,
y de ahí, para escapar no de la migra, sino de una irlandesa "con
aspecto de toro feroz", llegó en pleno verano a Nueva York.
En la ciudad estadunidense vivió tres meses, en
los que sufrió los problemas de comunicación por carencia
del idioma, el intenso calor y las penurias de un exilio que lo mantenía
alejado de México y los suyos. El 29 de mayo sus manos impacientes
abrieron un pequeño sobre; era una invitación de William
Cullen Bryant para pasar unos días en su casa de campo en Roso,
un suburbio neoyorquino.
Fue un encuentro entre dos grandes poetas de dos grandes
ciudades. No había en Bryant ningún interés escondido,
excepto el de escuchar en español los versos preferidos de Prieto,
quien emocionado e inspirado en su memoria, le recitó y declamó
a quien llamó "el primer poeta de su patria y uno de los primeros
del mundo".
En
una carta posterior dirigida a su amigo Francisco Hamez del Palacio, el
mexicano escribió sobre el encuentro: "No tengo voces con qué
significar mi gratitud a este monarca de la inteligencia, que me concedió
generosa hospitalidad, cuando estaban abiertas todas mis heridas de desengaño,
de desamparo y de miseria (...) ¡Cómo me refrescaba el ánima
cuando mostraba la ingenua admiración por mis pobres versos! (...)
atizando él mismo la chimenea, yo leía, el comprendía
con dificultad; me hacía repetir dos y tres veces un verso (...)
y yo tenía las lágrimas en los ojos".
Además de la parte literaria, Bryant se encuentra
unido a la memoria mexicana debido, reiteramos, a sus posturas liberales,
particularmente relacionadas con las políticas expansionistas de
su país. "Dudosa moral -decía- aquella que justifica que
una nación fuerte agreda a otra débil". El mismo Prieto,
especialmente crítico a dicha política estadunidense, escribió
sobre él: "En las luchas de México con Estados Unidos se
ha alistado entre los enemigos de la usurpación, de la violencia
y de ese destino manifiesto, que no es sino la brutal ostentación
de la ley del más fuerte".
No sería todo. Durante tres meses, con algunas
cartas de recomendación, expedidas por Bryant, Prieto realizó
en Nueva York una de las profundas investigaciones relacionadas con las
instituciones y políticas públicas. Las experiencias y los
conocimientos, adquiridos en gran parte por apoyo de Bryant, influyeron
muy seguramente (habrá que hacer algunas investigaciones históricas
al respecto) en las posturas que como diputado tuvo Prieto sobre las instituciones
públicas durante buena parte del porfiriato, hasta 1898, año
de su fallecimiento.
Otros temas del interés de Prieto en Nueva York
y luego en México son vigentes, como su postura crítica sobre
los tratados de libre comercio y las políticas arancelarias, sin
faltar sus incursiones para conocer las modernas tecnologías del
telégrafo, que lo deja asombrado por la cantidad de mensajes enviados,
como hoy nos asombra las que fluyen por las fibras ópticas de Internet;
además de las visitas a los asilos y, por supuesto, la vida nocturna
y sus respectivos bares. Prieto nos relata, con esa pluma tan jocosa y
divertida, una ciudad de Nueva York tan intensa, cosmopolita y apasionante
como lo es hoy. Toda esta crónica al detalle, calle por calle, es
narrada en tres tomos de su libro Viaje a los Estados Unidos, editados
en 1877 y 1878. Un libro que debiera ser, ese sí, incluido en el
paquete básico de la Secretaría de Educación Pública.
A manera de propuestas
Tomando como fundamento la idea urbanística de
William Bryant, deberíamos incorporar a la ciudad, como un nuevo
parque, el área boscosa ubicada en el sur de la ciudad, comprendida
entre San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, y Tlayacapan, en Morelos;
esta área verde, una de las más ricas en paisajes naturales,
la cual podría convertirse en el bosque de Chapultepec del siglo
XXI.
Deberíamos también, de paso, levantar a
Bryant y a Prieto una estatua cercana al Hemiciclo a Juárez para
reunir a los tres personajes en la Alameda de la ciudad de México,
por ser uno de los lugares que inspiró la creación del Central
Park de Nueva York y, además, evocar su encuentro poético
en esa ciudad estadunidense. En estos tiempos de desmemoria histórica,
personajes olvidados, obviamente, por sus pensamientos liberales, deberían
recordarse por sus invaluables contribuciones al fortalecimiento de la
vida pública, y reconocer el aporte de sus pensamientos en la creación
de la ciudad. Es muy seguro que de tomar más en cuenta las propuestas
urbanas de los escritores y los poetas, la vida en las metrópolis
sería mejor. En todo caso, lo innegable es que las ciudades son
también posibles y más disfrutables cuando resultan de una
creación poética.
|