México D.F. Miércoles 29 de septiembre de 2004
PERFORMANCE
Víctor Ortega*
Héctor Zamora, paracaidista del Carrillo
Gil
Las larvas nos proponen la interrogante sobre cuál
será la apariencia de las mariposas
ADHERIDA EN LO alto de los muros del Museo de Arte
Carrillo Gil hay una estructura metálica forrada de láminas
de cartón, plástico y madera, que por tres meses será
el hogar de Héctor Zamora (1974). Tiene el aspecto de un capullo
gigante y, para los que frecuentamos el museo y tal vez hasta para los
que no, resulta sorpresiva y perturbadora. Introducirse en ella es emocionante.
Se sube por una escalera de caracol que asciende rodeando una escultura
que se encuentra en el exterior del museo y al final se entra a la casa:
a la derecha un pasillo, el comedor y la cocina, un balcón y el
lavadero; si se va por la izquierda, otro pasillo, la recámara,
otra recámara para visitas y al fondo el baño. Se siente
que por fin se está en esa idílica casita del árbol
que siempre se nos hemos imaginado y nunca hemos visto siquiera. El ruido
de las calles de Altavista y Revolución que, nos dice Héctor
no cesa ni en la madrugada, invade todo el espacio interior. Así
es la casa: un enorme y envidiable juguete al que tuvimos la suerte de
ser invitados.
PERO
LA PIEZA de Héctor Zamora es más compleja de lo que parece.
La ejecución técnica de la construcción implica un
riguroso cálculo de la estructura, que denota un conocimiento técnico
que no proviene de la formación original de su autor: el diseño
gráfico, sino del interés por la investigación arquitectónica
que le transmitió su maestra Ada Dewes en la UAM-Xochimilco y sus
estudios informales de estructuras ligeras en un posgrado de arquitectura
de la UNAM. "Más que obras artísticas, las mías son
trabajos de investigación", explica Zamora, tratando quizá
de deslindarse de ese oficio que los profetas del fin del arte ven en proceso
de extinción; o tal vez para recordarnos la génesis y principal
motor de toda creación cultural.
LOS CIMIENTOS CONCEPTUALES de la obra descansan
en la imagen del parásito. La casa se alimenta del agua y la corriente
eléctrica del museo y la estructura de la construcción está
anclada en éste. La asociación evidente con el problema del
hacinamiento y la marginalidad de los asentamientos de paracaidista en
la ciudad, que sugiere su título, es sólo una de sus posibles
lecturas. El desinterés de su autor por darle un enfoque demasiado
social o político, me alienta a perseguir la primera idea que me
provocó este trabajo cuando aún no lo había palpado
y transitado.
PENSE QUE ESTE organismo parásito que hoy
voluntariamente padece el Museo de Arte Carrillo Gil es una metáfora
de la relación del arte contemporáneo con los museos. La
obra artística contemporánea requiere desde hace ya un buen
tiempo del poder legitimador del museo, lugar que originalmente servía
para conservar objetos antiguos de valía cultural y que eran atesorados
por ser fuente de información y conocimiento del pasado. Los museos
de arte moderno y de arte contemporáneo (ambos inventos del siglo
pasado) en cambio, acogen la obra recién hecha, la cual absorbe
de estos prestegio, reconocimiento y hasta valor de cambio, sin haber circulado
antes por los espacios y usos sociales dentro de los cuales tendría
que haber sido tasada y valorada.
QUIZA NO HAYA sido esa su intención, pero
creo que la intervención de Zamora materializa y lleva al extremo
esa relación parasitaria que guardan algunas obras de arte contemporáneo
con el museo. Finalmente, la interrogante que despeja la crisálida
al brotar del capullo, podría sorprender no sólo a quien
la observa, sino hasta a la misma mariposa.
* Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad
Xochimilco.
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