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México D.F. Miércoles 29 de septiembre de 2004

Se espera que la exposición México-Europa reciba 200 mil visitantes

Un museo de Lille vació sus salas para acoger la vastedad del arte mexicano

VILMA FUENTES

Paris, 28 de septiembre. Histórica es la palabra justa para calificar la exposición México-Europa (Mexique-Europe) que se presenta en ''Lille 2004, Capital Europea de la Cultura". Y hay que dar aquí al término ''histórico" su sentido primigenio. Dar la dimensión real a esta palabra que conviene de manera idónea al proyecto México-Europa: ida y vuelta 1910-1960 (Mexique-Europe/Allers-Retours, 1910-1960.

Por desgracia cronistas deportivos, políticos, comentaristas diversos de moda o gastronomía han abusado de ese calificativo hasta el desgaste al aplicarlo a un gol, una pirueta de patinador, una declaración, el largo de una falda o un guacamole sin aguacate.

Rivera_vendora-okHistórica, en principio, porque como recalcaron Jean-Michel Stiévenard, alcalde de Villeneuve d'Ascq, y Serge Fauchereau, comisario general de la exposición, es la primera vez que un museo, en este caso el de Arte Moderno de Lille (Musée d'art moderne Lille Métropole, Villenueve d'Ascq), vacía todas sus salas para acoger una exposición temporal.

Situado en esta ciudad de la comunidad urbana de Lille, en un parque donde pueden admirarse entre los árboles obras monumentales de Picasso, Calder, Lipchitz y otros artistas, el recinto, inaugurado en 1983, posee colecciones de arte moderno y contemporáneo.

La de arte moderno proveniente de la donación hecha por Geneviève y Jean Masurel en 1979 y refleja la efervescencia artística de París a principios del siglo XX, así como representa los movimientos que revolucionaron el arte a lo largo de ese siglo: cubismo, fauvismo, Escuela de París, surrealismo y los artistas del norte de Francia protegidos por esos mecenas.

Guiño a la arquitectura mexicana

La construcción del museo, planta baja con algunos mezzanines para el ala consagrada a las exposiciones, es un guiño a la arquitectura mexicana moderna. El ladrillo rojizo de sus muros se levanta como una llamarada de flamboyanes entre las alfombras verdes del pasto. Las aberturas a la luz y a los jardines, estrechas y horizontales en los techos, verticales en las paredes -protegidas al exterior por la filigrana de figurillas típicas mexicanas del papel (o plástico) picado, por instrucciones de Fauchereau para dosificar la luminosidad adecuada a las obras expuestas- recuerdan la arquitectura de Luis Barragán.

¿Azar objetivo?, parecería que desde la concepción de sus planos, por Roland Simounet, el museo hubiese sido concebido para acoger esta ida y vuelta a México.

Histórica también porque Mexique-Europe es la culminación, más que de una carrera, de la pasión de un hombre: Serge Fauchereau. Desde los años 70, este personaje ''algo loco" como dice de sí mismo, soñó con un encuentro entre el arte mexicano y el europeo. Comisario y curador de París-Nueva York, París-Berlín y París-Moscú, que forman la primera época del Museo de Arte Moderno de la ciudad de París, conocido como Beaubourg, intentó realizar París-México.

Las cosas no se dieron, por fortuna, y a pesar de los deseos y la voluntad de Fauche-reau y de algunos mexicanos como Víctor Flores Olea, entonces embajador en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Fernando Benítez, que clamó su entusiasmo por donde iba, José Luis Cuevas -quien, por cierto, según la información de prensa y el magnífico catálogo, nació en 1934 y murió en 2000, repetición que me lleva a creer haber visto, platicado y cenado con su fantasma los últimos cuatro años... acaso para burlar la muerte.

Pero el destino, que más sabe por vidente que por diablo, decidió otra dimensión: ¡No París-México, sí México-Europa!

¿Verdadero desafío: conseguir la obra europea, reflejo y eco, analogía y diferencia, que responde y corresponde a la de un artista mexicano? Fauchereau no temió dar una respuesta, digna de los trabajos de Hércules, con esta magnífica exposición, prueba de su amor por México. Ningún temor tampoco de decir las cosas. Igual su agradecimiento a la parte mexicana de la organización que un reproche al Museo de Arte Moderno de la ciudad de México, el cual negó, por motivos oscuros, su colaboración. Todos los demás -artistas, coleccionistas o instituciones mexicanos- participaron para ver realizarse este acontecimiento que visitarán más de 200 mil personas en Europa con una condición: la ida y vuelta Lille-México 2005.

Muestra de 401 obras

Desde la Gare du Nord dos afiches bombardean con los anuncios de la exposición Mexique-Europe, Allers-Retours, 1910-1960: Vendedora de flores, de Diego Rivera y Autorretrato con simio, de Frida Kahlo.

La selección de la tela de Rivera como portada del catálogo es un acierto. Se trata de un verdadero volumen de la Historia del arte en México. Publicado por Editions Cercle d'Art, el catálogo reproduce 200 obras en color y en blanco y negro de las 401 expuestas.

El texto de Faucherau es determinante para comprender la estructura de la exposición que, si gira alrededor del muralismo, como los alcatraces de Rivera rodean a su Vendedora, sigue una cronología circular de la historia de México durante 50 años, a partir de la revolución de 1910, base del arte moderno mexicano.

Sala tras sala, el curador refleja los ecos, las influencias, los vasos comunicantes entre artistas: pintores y poetas, fotógrafos, cineastas y escritores: el Dr. Atl y Apollinaire, Mérida y Van Dongen, Rivera -cuya obra recorrerá casi todas las salas- y Mondrian y Picasso y María Blanchard y Lipchitz y... la revelación del retrato de Diego por Amedeo Modigliani (1914). Entre los precursores, Posada goza de un salón y de un texto de Carlos Monsiváis.

La visita prosigue en dos grandes salas dedicadas a los artistas mexicanos en Europa antes de pasar al estridentismo: en 1921, mientras Siqueiros publicaba en España un elogio de las vanguardias europeas, Maples Arce lanzaba el primer manifiesto vanguardista de América Latina. Entre las obras, destaca La danza del venado, de Fermín Revueltas. La exposición evoca a los compositores Silvestre Revueltas y Manuel M. Ponce.

Llegará a Bellas Artes en 2005

En 1922 el francés Jean Charlot realizó el primer fresco mexicano. En las salas centrales del Museo de Arte Moderno de Lille pueden contemplarse las obras de Rivera (con telas y frescos), Orozco (una tela violenta y negra que anticipa las búsquedas más recientes de Soulages), Montenegro (un mural transportado en su pared: el retrato del cineasta Eisenstein), obras de Pollock que recuerdan a Siqueiros -de quien también se presentan sus pinturas abstractas-, género más tarde condenado por él, a semejanza de Neruda, quien después de escribir sus cantos de amor, prohibirá ese tipo de poesía.

Desde luego los fotógrafos que dejaron huellas de esa época están presentes: Manuel y Lola Alvarez Bravo, Casasola, García, Rulfo, Cartier-Bresson, Freund, Modotti, Strand, Weston.

Siempre con el fondo de la Historia, tras la renuncia de Vasconcelos a la Secretaría de Educación, sigue el deterioro entre los artistas y el poder, lo que hará retomar la pintura de caballete. Resistencia al muralismo, a partir de 1928, con los contemporáneos. Pueden leerse en paredes y vitrinas textos de Gorostiza, Pellicer.

Artistas mexicanos viajan a Estados Unidos donde su influencia es histórica: Ben Shahn trabaja con Rivera (acompañado por Frida), Jackson Pollock con Orozco y Siqueiros. Estalla el escándalo del Rockefeller Center, cuando Rivera se niega a suprimir la cabeza de Lenin, lo que termina con la destrucción de su fresco.

En México, apogeo del Taller de la Gráfica Popular. Los visitantes se multiplican: llegan D.H. Lawrence, Leon Underwood, Eisenstein, Strand, Cartier-Bresson entre 1924 y 1934. Artaud viaja en 1936, Breton en 1938. Durante la Segunda Guerra Mundial: Trotsky, Moreno Villa, León Felipe, Alice Rahon, Paalen, Westheim, Carrington, Varo, Serge y su hijo Vlady, Luis Buñuel. El surrealismo aparece en México: obras de Kahlo, Carrington, Varo en las salas que son dedicadas a este movimiento. Paz y Tamayo se instalan en Europa.

La exposición concluye con la ruptura, en los años 50, cuando los jóvenes se oponen al muralismo: Cuevas, Felguérez, que exponen en París; Gironella y Toledo.

México-Europa se presentará en México, en el Palacio de Bellas Artes, en 2005.

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