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México D.F. Martes 28 de septiembre de 2004 |
Las reformas impostergables
El
foro Gobernabilidad democrática: ¿qué reforma?, iniciado
ayer en San Lázaro, tuvo la virtud inicial de reunir a personalidades
políticas, académicas y religiosas que no suelen coincidir
en actos públicos: el rector de la UNAM, Juan Ramón de la
Fuente; el investigador Lorenzo Meyer, los priístas Manlio Fabio
Beltrones -actual presidente de la Cámara de Diputados- y Beatriz
Paredes, así como Abelardo Alvarado, vocero del Episcopado. Un importante
consenso de los presentes fue la necesidad de reformar la estructura política
del país, legada por un sistema de partido de Estado, a las nuevas
realidades de la alternancia y el régimen de partidos.
La ex gobernadora de Tlaxcala y ex presidenta de la Cámara
de Diputados destacó la necesidad de considerar el establecimiento
de la segunda vuelta electoral como mecanismo que obligue a la búsqueda
de acuerdos entre fuerzas políticas; Beltrones propuso la creación
de la figura de jefe de gabinete a fin de dar fluidez a las relaciones
entre el Ejecutivo y el Legislativo; Meyer señaló la disfuncionalidad
actual del régimen presidencialista.
Además Alvarado criticó, con razón,
a la presidencia foxista por su falta de habilidad para negociar con otras
fuerzas y al Legislativo por su inmovilismo.
Con distintos matices, todos los ponentes hablaron de
la ineptitud del Ejecutivo federal y de la incapacidad de la clase política
en general para construir acuerdos, característica crítica
y alarmante de la actual circunstancia institucional.
El rector de nuestra máxima casa de estudios, por
su parte, propuso cinco objetivos para garantizar la gobernabilidad del
país: asegurar que este gobierno y los que sigan cumplan plenamente
la Constitución; garantizar la neutralidad electoral de las autoridades;
controlar y hacer transparentes los gastos y las administraciones partidarias;
fortalecer el Poder Judicial y establecer mecanismos que permitan el desarrollo
de relaciones funcionales entre poderes y, se entiende, entre los distintos
niveles de gobierno.
En el encuentro fue posible percibir un sutil, aunque
esperanzador, acento autocrítico de los representantes de la clase
política. La mención es pertinente porque, independientemente
de las carencias, los extravíos y los comportamientos abusivos e
indebidos del actual grupo gobernante en distintos terrenos, es claro que
la crisis de credibilidad por la que hoy atraviesa la vida republicana
del país es responsabilidad del conjunto de las fuerzas partidarias,
las cuales han estado muy por debajo de lo que habría podido esperarse
en sus distintas ubicaciones: el PAN, como partido en el gobierno; el PRI,
que oscila entre cogobernar y cosechar los frutos de su condición
opositora -es decir, exactamente lo que hacía Acción Nacional
durante el sexenio pasado-, y el PRD, como oposición.
Independientemente de las carencias de oficio, sentido
y tacto políticos de quienes integran la primera administración
de la alternancia, era evidente que un Ejecutivo federal no priísta
habría de encontrar severas dificultades para operar en un marco
institucional creado en las largas décadas de hegemonía presidencialista.
Por su parte, las fuerzas partidarias, creadas en el contexto
de referencia del extinto sistema político mexicano, tendrían
que reformarse a profundidad para trabajar en los nuevos escenarios. Tales
reformas, así como las que se requieren en las instituciones públicas,
siguen siendo asignaturas pendientes. Cabe esperar que el espíritu
propositivo del foro inaugurado ayer aporte alguna orientación y
algún impulso a esas necesarias transformaciones.
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