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México D.F. Martes 28 de septiembre de 2004

Elena Poniatowska

La desgracia de la fama

La muerte de Françoise Sagan

Entrevisté a Françoise Sagan o Françoise Quarés en 1955, en medio de la vorágine del triunfo de su novela Buenos días tristeza, que hacía furor en París. Estrenaba un enorme departamento recién comprado y, por tanto, casi vacío a no ser por la cantidad de gente que acudía, ya que la celebridad atrae a las moscas. El tarro de miel de esta muchacha despeinada que fumaba un cigarro tras otro.

Françoise Sagan estaba en el pináculo de la fama y sólo vería yo casi 50 años después otro triunfo parecido, el de Laura Esquivel con su Como agua para chocolate.

Cuando le dije a Françoise que venía de México me preguntó que cuál era la mejor mariguana. Como no supe contestarle, me dio la espalda para atender a los reporteros de Le Figaro y París Match. ƑTímida o indiferente? No supe cuál de las dos. Esperé con paciencia. Después de todo México está muy lejos, me dijo. Y he aquí lo que escribí.

Françoise Sagan contesta por teléfono con una voz muy dulce y la clásica cortesía francesa, inclinando la cabeza y mostrando un par de ojos grises y penetrantes, que aunque no quieren causar impresión, saben que pueden hacerlo. Su editor Juillard le pagó por anticipado 500 mil francos y ha vendido un millón de ejemplares en escasos tres meses. La prensa la persigue. Se ha comprado un automóvil Jaguar y se le ve beber whisky en todos los cabarets de moda entre una turba de admiradores.

Quizá lo más notorio de la Sagan sea ese modo lacónico de responder y esa ausencia total de amaneramiento. No quiere producir efecto alguno. Ni siquiera el de la niña abrumada por su éxito. No le quiere caer bien a nadie y ha declarado que le da igual lo que digan de ella. Y, sin embargo, su sala es un camerino de vedete. Todos los jueves recibe a la prensa y los fotógrafos, como se lo ha recomendado su editor, a quién ella ha hecho el hombre más feliz de la tierra con su Buenos días tristeza.

El jueves que fui, había un fotógrafo del Life y otros de París Presse que la retrataron sentada frente a su máquina de escribir y bebiendo un doble Black Jack, una marca de whisky, creo. Me dijo: ''Sabe usted, desde el 'Prix des Critiques' no he vuelto a escribir". La interrogan y la fotografían de día y de noche y el éxito la ha arrollado. Las madres de familia se azoran de que las niñas de 18 años sepan tantas cosas; los críticos quieren lanzarla en largas discusiones sobre la moral, la sicoanalizan para conocer el fondo de su crueldad, la consideran extraña y precoz, amoral e inconsciente. Cruel, desalmada, feroz. Dentro de poco, las casas de moda le pedirán que modele suéteres y trajes de baño feroces. Ya han venido del Vogue.

Las marcas de pasta dentífrica y de jabones la retratan en su cuarto de baño, lavando sus dientes parejos con el producto que quieren anunciar. Nadie sabe hasta qué punto la guste a Françoise Sagan este éxito magnífico y cansado. ''No me dejan sola ni un minuto, me esperan detrás de la puerta del excusado. Cuando salgo a la calle, aquí abajo, hay 20 personas esperándome". Creo que de vez en cuando ha de tomar su Jaguar (porque después de todo, Bonjour Tristesse compró un Jaguar, el departamento en París, una casa en el campo) y correr a gran velocidad por las carreteras de Francia, como lo hizo Anne, la futura madrastra que ella asesina sin compasión en su célebre Buenos días tristeza.

Su única contrincante podría ser otra escritora joven pero casada y madre de familia; Françoise Mallet Lilar (autora del Rampart des Beguines) que también edita Julliard, pero que no ha alcanzado ni por equivocación el mismo número de ventas. Juillard es el editor de esta juventud literaria que recibió la vida sin saber todavía utilizarla y que ahora desgasta en bares y conversaciones en las que los jóvenes discuten toda la noche las excentricidades humanas y las cultivan. Su confesión es un tema vital, šcuánto morbo en torno del alcohol y la droga! Dentro de este torbellino de libros atrevidos, Françoise Sagan destaca por ''el estilo". A los franceses les impresiona enormemente lo que llaman ''le style".

En Francia, un libro bien construido, escrito en buen francés, esa lengua bella, sonora y clásica, gana 70 por ciento de la admiración de los lectores. ''šQué estilo!", exclaman entusiasmados. Ante todo hay que saber escribir, conocer el idioma y sacar de cada palabra la mayor savia y el sentido más exacto, obtener del lenguaje los máximos rendimientos. Y eso Françoise Sagan sabe hacerlo. Ese amor de Francia hacia su idioma deja boquiabierto al visitante. El amor de Francia por su idioma es milenario y viene desde Voltaire, desde Corneille, desde Racine y Molière, Malhersbes y Boileau. Los franceses admirados por los voraces lectores son los que hablan como Molière en corteses y emponzoñados diálogos. Françoise Sagan escribe el más clásico y el más puro francés.

La vi en dos ocasiones. En la segunda la encontré deprimida. El Jaguar se había roto y ningún mecánico lograba componerlo en el Boulevard Malsherbes. La noche anterior, en el bar se le había perdido su bolsa con su libreta de direcciones. Durante la entrevista, se levantó varias veces a hablar a todas las estaciones de policía para preguntar con su voz educada: ''ƑUna bolsita?". Los fotógrafos sonreían enternecidos ante la mansa resignación de la autora al perder su bolsita.

El triunfo de una carga muy dura

La escritora es delgada y sonríe poco. Más que andar, resbala con pasos menudos al lugar deseado. Se sienta y tiene unas piernas largas y bonitas. No le pregunté lo que comía, porque un periodista estadunidense lo hizo y come igual que todo el mundo. Sus autores favoritos son Proust y Stendhal. No le gustan las porcelanas chinas. Pero le encanta el mar. Admite que el existencialismo es una filosofía muy interesante, pero ella no admira a Sartre. Lo que más le gusta hacer, por el momento, es tomar whisky y café. No, no cambiaría su vida actual por nada, y su vida anterior cambió sólo en que ahora tiene dinero y poder sobre los demás, porque la celebridad da poder. Y mucho dinero. Sí, le gusta mucho el dinero. ƑSu pintor preferido?, Picasso.

Del cine, lo que más le interesa es la dirección y ya le han ofrecido filmar su libro. Los actores no le llaman la atención. Le encantaría viajar y no tiene lema en la vida. En mayo de 1954 recibió el Grand Prix des Critiques y por lo pronto su libro se traduce a 22 idiomas. No, no es nada biográfico. ƑHa escrito algo más? No, uno o dos artículos y tiene el proyecto de una novela, pero no quiere hablar de ello porque lo que se comenta siempre se echa a perder. ƑSu flor preferida? La orquídea. ƑSu ideal de felicidad terrestre? Nos mira extrañada. ƑUn marido? ƑNiños? (Asombro total). ƑNiños sin marido? ƑMarido sin niños? Nada le apetece. ƑEstá contenta ahora con su éxito? Sí, sí, pero ha enflacado mucho.

Mi entrevista con Françoise Sagan fue una decepción. Yo era muy joven y como siempre he sido una ilusa creí que a lo mejor nos veríamos después de la entrevista, que seríamos amigas y me explicaría el por qué de su falta de remordimientos por la muerte de su madrastra, el por qué de ese sentimiento de tristeza, única reacción de la asesina. Buenos días tristeza es la historia de una hija enamorada de su padre (hombre ligero, de vida más ligera aún, futilidad a la cual ella se ha acostumbrado) que elimina a su futura madrastra, la única mujer con la que el frívolo ha decidido casarse después de una infinidad de amores pasajeros. Al no poder evitarlo, la protagonista logra que su madrastra se mate en un accidente automovilístico. Su reacción de asesina es apacible, aunque melancólica. Ya sola en su cuarto, saluda a la tristeza que entra por su puerta con un Buenos días tristeza.

Se trata de una obra bien construida y escrita en un francés admirable. La compasión de sí misma, la dulce melancolía, la desesperación mal definida que invade a la autora le da a la novela un valor indudable y estremecedor.

Toda Francia se ha puesto de acuerdo para decir que la Sagan es una gran escritora, pero ella se repliega sobre sí misma. ''Déjame sola"-parece decir. Tampoco hay alegría en sus ojos. La fama pesa sobre sus hombros de niña flaca. La llaman la Colette y la Simone de Beauvoir del futuro, pero ella no hace caso. Por el momento, es sólo una potranca delgada y puntiaguda, sobre la cual han ensillado la dura carga del triunfo.

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