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México D.F. Martes 28 de septiembre de 2004
El gobierno estatal administra y utiliza políticamente
los conflictos, sostiene
En Oaxaca no hay tiros, pero persiste la violencia:
párroco de la región
Afirma que el constante acoso a comunidades va más
allá de la persecución de eperristas
BLANCHE PETRICH
Han
pasado ocho años desde que el gobierno de Oaxaca declaró
la guerra contra el Ejército Popular Revolucionario (EPR) en la
Sierra Sur, región de los Loxichas, y hoy no puede decirse que la
zona esté en paz, afirma el sacerdote Wilfredo Mayén Peláez,
de la Comisión Diocesana de Justicia y Paz.
"No hay tiros, pero hay violencia. Siguen habiendo muertos
y desaparecidos, no hay procuración de justicia imparcial, sus autoridades
siguen siendo impuestas, sus productos siguen mal pagados."
Párroco de comunidades serranas por muchos años,
conocedor a fondo de la realidad en esos pueblos remotos, Mayén
Peláez, mejor conocido como el padre Ubi, emite un duro juicio
sobre los recientes dos gobiernos del estado.
"La represión no se limitó a la microrregión
Loxicha. Toda la Sierra Sur ha sido golpeada y no sólo en el contexto
de la supuesta lucha contra el EPR, sino sobre todo por la negligencia
oficial. Son muchos los polvorines vivos donde hay una responsabilidad
directa del gobierno, que no la asume: Villa Sola de Vega, Amoltepec, tienen
problemas con todos los pueblos colindantes. En la misma situación
están Teojomulco, Texmelucan, Xochiltepec, Agua Fría, donde
ya hubo hechos de sangre. Cuando estallan necesariamente los conflictos
con tantos problemas acumulados lo más fácil es colgar a
la gente supuestos delitos. Y en lugar de buscar soluciones de fondo, las
autoridades imponen soluciones al vapor que sólo suponen más
injusticias para los pueblos. El caso más comentado es el de Agua
Fría, donde detuvieron por decenas a supuestos responsables de las
muertes, pero con procesos judiciales muy endebles, llenos de irregularidades."
El religioso señala al gobernador saliente José
Murat: "En lugar de resolver los conflictos, el gobierno estatal los administra,
lucra con ellos, los utiliza políticamente cuando le convienen.
De este modo, al calor de sus conflictos con el ex gobernador Diódoro
Carrasco, el gobernador José Murat manipuló el caso de los
Loxichas. Durante cuatro años los ignoró. Después
empezó a dar soluciones parciales para presentarse como salvador
de los atropellos de Carrasco. Pero la violencia en la zona permaneció
igual. No hubo concertación política, no se hizo justicia
conforme a la ley, no se hizo nada en lo social, no hubo programas de desarrollo,
no se atacaron los cacicazgos. Se mantuvo la Base de Operaciones Mixtas,
la presencia amenazante del Ejército".
Concluye: "En materia de derechos humanos, Murat fue candil
de la calle y oscuridad para el estado. Hacia fuera tuvo un discurso nacionalista,
combativo, pero hacia adentro persistieron los desalojos violentos, no
se esclarecieron las desapariciones, no se corrigió la aplicación
de la tortura".
Acerca del periodo 1996-2000, la etapa de la guerra contrainsurgente
en la Sierra Sur, Mayén Peláez describe las dos vías
en las que se realizaba lo que llama "el trabajo sucio". Uno eran los operativos.
"Policías y soldados capturaban a determinado número de personas
en una comunidad; las trasladaban a la capital estatal, las torturaban
en casas de seguridad y de ahí salían con sus confesiones
firmadas. La otra era la de los paramilitares, los entregadores que buscaban
directamente a la gente que querían eliminar, todo con la justificación
de la guerrilla".
Recuerda que cualquier comunidad señalada por presunta
colaboración con el EPR fue atacada y acosada. "Pero a lo largo
de los años, en silencio, esos pueblos han ganado una importante
batalla legal. Demostraron que son inocentes, que ahí no había
movimiento armado. El estado se vio obligado a liberar a la mayoría
de los presos y a la fecha no han podido demostrar que ahí hubo
arraigo del EPR, simple y sencillamente porque no hubo tal."
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