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México D.F. Lunes 13 de septiembre de 2004
José Cueli
Bravos, los de Rafael Mendoza
En los barrios, alrededor de los mercados, hay perfumerías de olor. Olores que en realidad no son perfumes y que los perfumeros, para evitar confusiones, los llaman "aromas de olor". No cabe duda ni error, y nadie compra engañado. No necesitan anunciarse en la televisión y revistas caras, ni usan de primores de exhibición y presentación. Así hay "toreros de olor": los hay chiquitos, bulliciosos, graciosos; redondos y panzones; esbeltos de cuello ágil, como tallo de flor; cuadrados y sólidos; todos juegan al escondite, tras capotes y muletas, a cuyo impulso vaporizan el perfume por la plaza con ímpetu de furioso huracán, aromando fugaz el ambiente.
Aromas de olor opuestos son las escencias parisinas, envueltas en pastas vítreas, semejantes a piedras preciosas, donde los bálsamos se encierran, diferentes a esos "aromas de olor" -no me olvides, siete machos. Fugaces chispas, luces ligeras, que descubren la fácil sensibilería que duerme en las almas populares y que de vez en vez surge tímida y pobre al exterior. Así hay toreros de aroma exquisito, a fragancia parisina y toreros de "aromas a olor" que aun en su modestia son signos de lujo, atendiendo al efímero goce que provocan. Los toreros de aroma exquisito no abundan, se dan a cuentagotas, son esos perfumes inesperados, sorpresivos que no se olvidan.
Existen otros perfumes que ni fu ni fa; los llamados "desodorantes" que cubren los olores y no dejan rastro alguno. Olores inoloros, sin acento, que no dejan huella. Así hay novilleros y toreros que no despiden ningún olor a pesar de estar cubiertos de "desodorantes maestros" y a la larga pasan desapercibidos. Los novilleros Atanacio Velázquez e Ismael Rodríguez, que actuaron la tarde de ayer, no despedían ningún olor a pesar de haber "triunfado" con los bravos bombones de Rafael Mendoza, en especial, primero, segundo y sexto, habiendo cortado cada uno una orejita.
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