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México D.F. Sábado 28 de agosto de 2004 |
¿Generación de empleo o desempleo?
Durante
la campaña electoral, el presidente Vicente Fox ofreció,
como había hecho en su momento su antecesor, crear un millón
de empleos por año. Pero también, al igual que había
sucedido antes con Ernesto Zedillo, los hechos desmintieron rápidamente
las palabras y en los años del actual sexenio la mayoría
de los mexicanos que se incorporan anualmente a la población económicamente
activa -más de un millón 300 mil por año- tuvo como
única salida el sector en negro, que el Presidente llama "no estructurado",
de la economía, o sea, los famosos changarros, donde carecen
de jubilaciones y pensiones, asistencia social, aguinaldo y toda clase
de derechos. Al comienzo del sexenio, el Banco de México y el sector
privado calculaban que por cada punto de crecimiento del producto interno
bruto (PIB) se creaban 200 mil empleos, pero ahora el Presidente sostiene
que cada punto de aumento del PIB sólo producirá la mitad,
o sea, 100 mil puestos de trabajo.
El cálculo oficial es que el PIB aumentará
este año 4 por ciento. En primer lugar, habría que comprobar
si los cálculos oficiales corresponden a la realidad (recordemos
la promesa de lograr un aumento de 7 por ciento anual, cuando en realidad
hubo un estancamiento, y hasta un decrecimiento, del PIB). En segundo lugar,
incluso en el caso de que las esperanzas oficiales fueran correspondidas
por las cifras reales, la incorporación al trabajo formal de sólo
400 mil jóvenes dejaría desamparados a otros 900 mil, que
pasarían a engrosar las filas del desempleo y del subempleo, o el
ejército de los que emigran, arriesgando su vida, con tal de poder
trabajar.
Para reducir la pobreza y el desempleo es necesario, como
mínimo, un crecimiento del PIB de por lo menos 8 por ciento anual
durante varios años: la difícil situación por la que
pasa la economía estadunidense, a la cual está subordinada
la nuestra, hace utópica esa perspectiva y, por el contrario, permite
pronosticar el aumento de la desocupación, de la emigración,
de la pobreza y de la miseria, cualesquiera sean las promesas o los pronósticos
de los economistas del régimen. El neoliberalismo, en efecto, excluye
el pleno empleo y genera una desocupación estructural.
Es evidente, por otra parte, que las políticas
públicas que afectan grandemente a la pequeña y media industria,
al pequeño comercio y a los pequeños campesinos que contrataban
asalariados -o sea, a los mayores productores de empleo en una economía
como la mexicana- sólo pueden tener como resultado una espiral siniestra:
los despidos y los cierres de empresas reducen el poder adquisitivo del
mercado interno, lo cual lleva nuevamente a la reducción de los
salarios reales y a nuevos despidos y cierres. Problemas de desempleo,
aumento de la explotación y de la pobreza son facetas distintas
de una misma política neoliberal: concentración de la riqueza,
trasnacionalización de las empresas, exportación de divisas,
son su contracara. El "gobierno del cambio" es claramente el de la continuidad
económica con los anteriores gobiernos neoliberales de De la Madrid,
Salinas de Gortari y Zedillo. Esa continuidad, tan excelente para los pocos
multimillonarios nacionales y extranjeros, y tan nefasta para las mayorías,
sólo anuncia más sufrimientos y más desastres, y es
intolerable.
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