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P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 7 de agosto de 2004

DESFILADERO

Jaime Avilés

A la gran cadena humana de Insurgentes

Los chilangos, hartos de ser subciudadanos
El martes, seminario de enfermos mentales

Ahora, desde el domingo pasado, el tiempo ha cumplido ya cinco larguísimos meses a partir del primero de marzo cuando, con la complicidad de Televisa, comenzó el golpeteo continuo, sin tregua de un solo día, en contra de Andrés Manuel López Obrador. Casi todos los medios electrónicos, casi toda la prensa, casi todos los personeros de la derecha y la ultraderecha salinista han sostenido un ataque permanente contra el jefe de Gobierno de Distrito Federal. Esto no se vio nunca, ni siquiera durante los peores episodios de la campaña de la misma derecha salinista contra el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.

Los habitantes de la ciudad de México debemos parecerles, a los dueños del país, una suerte de nativos de una colonia europea en el Africa del siglo XIX, a quienes se les hubiera concedido graciosamente la independencia a cuentagotas. Pero a ninguno de los dos gobernantes capitalinos que hemos elegido en forma democrática le han permitido desempeñar sus funciones administrativas ni alimentar sus legítimas pretensiones políticas sin que la santa alianza de los medios, los patrones y los vándalos los agrediera de manera estridente y alevosa con el claro propósito de impedirles que se conviertan en una opción electoral.

Y sin embargo, o curtidos quizá a fuerza de tantos golpes y tantas décadas de luchar por la democracia plena, los chilangos somos la población políticamente más madura de todo el país. No se vea en este aserto el menor asomo de chovinismo. Es que no alentamos ninguna clase de orgullo regional porque los de la ciudad de México no somos de aquí sino de todo el país. Por otra parte, somos los mejor informados, los que en conjunto hemos alcanzado los niveles educativos más altos en comparación con los índices nacionales, y los que, por ello, hemos desarrollado la más amplia tolerancia frente a las opciones y preferencias de las más diversas minorías. Al fin de cuentas, por una razón o por otra, todos pertenecemos a incontables minorías.

Es paradójico, y sumamente desagradable, advertir que a pesar de que poseemos todas estas cualidades, los dueños del país insisten en tratarnos como menores de edad y no nos han permitido gozar a cabalidad de los únicos dos gobiernos que han nacido en las urnas gracias a nuestra voluntad. Tal vez, en el contexto del proyecto de transformaciones que mucha gente está impulsando al apoyar desde ahora la candidatura presidencial de López Obrador, tal vez sea ya el momento de comenzar a pensar y a exigir una reforma constitucional que nos otorgue los mismos derechos y las mismas garantías que al resto de los estados de la Federación: contar con un Congreso local propio (en lugar de una Asamblea Legislativa con funciones limitadas) y con un gobierno autónomo, cuyo titular no sea considerado, como sucede en nuestros días, un empleado más de la Presidencia de la República.

Todo esto viene a cuento porque, tras las declaraciones que a principios del mes pasado formulara el jurista Ignacio Burgoa Orihuela, hay quienes creen que el juicio de desafuero promovido por Vicente Fox contra López Obrador será un mero trámite, ya que, según el amparista citado, "si la Cámara de Diputados vota por la destitución, la decisión habrá de ser ratificada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, donde, como el PRD es mayoritario, fácilmente se desechará el pedido". Suena muy bonito, Ƒno es cierto? Pero no es verdad.

Y no lo es porque los chilangos somos víctimas de una limitación que en latín se define como capitis diminutio, y que en castellano significa, nada más pero nada menos, "derechos disminuidos". En otras palabras, no somos iguales jurídicamente al resto de los mexicanos. Nuestro gobierno local debe ser tutelado de alguna manera por el Senado de la República y por el Señor Presidente, toda vez que en el territorio donde vivimos se asientan los poderes federales, cuya presencia crea entre nosotros un estado de excepción. Así que, en lugar de ciudadanos, seguimos siendo subciudadanos, aunque nos hayan otorgado la gracia de elegir a nuestros gobernantes.

ƑNo sería el momento de ir pensando en acabar con esta situación anómala?

Fiesta en Insurgentes


Escribo estas líneas con algunos días de antelación al sábado, hoy, hoy, hoy, cuando usted las está leyendo. Me excuso, por ello, de abordar el tema de las elecciones en Oaxaca y la lucha de los trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social. Prefiero referirme a dos acontecimientos que se producirán en los próximos días. Uno, exactamente, el día de mañana, y el otro el martes. Ambos son importantes por distintas razones.

El primero, desde luego, es la gran cadena humana que este domingo se extenderá a todo lo largo de la avenida Insurgentes, desde la salida a Pachuca, a la altura de los Indios Verdes, hasta la salida a Cuernavaca, a la altura de Tlalpan. De lo que se trata es de que todos nos levantemos a buena hora, desayunemos con apetito (si no estamos demasiado crudos) y salgamos en compañía de las personas más cercanas a nuestro corazón hasta que topemos con la avenida Insurgentes.

Allí encontraremos a muchas más personas como nosotros, seres humanos llenos de angustia, preocupación y rabia por el inminente desafuero de López Obrador que, según se dice, el "gobierno" de Fox, por conducto de la Cámara de Diputados, pondrá en marcha antes del fin de agosto. Esta de la cadena es la segunda iniciativa que nace de la creatividad popular; la anterior fue la marcha de las cien horas en el Zócalo que, sin haber sido del todo un éxito, cumplió sus fines.

Pero mañana no habrá medias tintas. Si nosotros, los subciudadanos, no somos capaces de tomarnos de las manos y formar un solo brazo de 32 kilómetros de extensión, los enemigos de López Obrador pensarán que quienes lo defienden no son tantos después de todo o, en su mayoría, son más bien de dientes para afuera, como suele decirse. Sin embargo, dada la insistencia de las convocatorias ciudadanas que están circulando por las redes de la Internet, y gracias a otras formas de propaganda que se realizan por los canales del barrio, el centro de trabajo, la cantina, el billar, etcétera, se espera que la extraña manifestación sea todo un éxito.

Hay quienes están proponiendo que llevemos tortas, tacos de canasta o cualquier comestible y bebedizo apropiado para un día de campo en el asfalto o en el camellón, y no olvidemos las guitarras, los acordeones, los aparatos de sonido ni las ganas de cantar y bailar porque, al fin y al cabo, lo que vamos a protagonizar será una fiesta. Y lo que vamos a conseguir será una serie de fotos que las agencias internacionales de prensa difundirán en todo el planeta. Incluso, para garantizar este objetivo, hay quienes sugieren que hagamos la famosa cadena desnudos. Esto, desde luego, es opcional.

Reforma psiquiátrica


El otro acontecimiento de gran importancia social que veremos esta semana será el martes en un salón de banquetes junto al nuevo lago de Chapultepec. Hasta ese lugar llegarán, desde los cuatro puntos cardinales de la República, usuarios de las instituciones de salud mental de casi todo el país. Cada uno de ellos saldrá de su lugar de reclusión ora en autobús, ora en automóvil, ora en aeroplano, y para muchos será la primera vez en su vida que aborden este tipo de vehículos. Al llegar a la ciudad de México serán alojados en un cuarto de hotel y tendrán libertad para circular sin custodia por las instalaciones, comer en el restaurante con platos y cubiertos, y, naturalmente, participar en los debates que se van a realizar.

De esta manera, al intervenir en el primer Seminario Internacional de la Reforma Psiquiátrica, que encabezará el secretario de Salud, Julio Frenk Mora, los enfermos mentales demostrarán que si son capaces de conducirse con apego a las normas elementales de convivencia -en una reunión a la que asistirán especialistas de Italia, Argentina, Brasil, Chile, Canadá y Estados Unidos, así como los gobernadores de Hidalgo, Tamaulipas y el estado de México- es que entonces, por ningún motivo, se justifica que tengan que estar en cautiverio hasta el fin de sus días, porque la era oscurantista del manicomio tradicional hace mucho que se terminó y debe pasarse a una nueva etapa.

Dígase lo que se quiera, pero la reforma psiquiátrica impulsada resueltamente por Frenk puede ser uno de los poquísimos logros, si no es que el único, de la administración foxista. La meta es sustituir los antiguos calabozos para locos por hospitales de estancia corta, donde los enfermos en fase aguda superen su crisis y convalezcan en las casitas del Modelo Hidalgo, que tanto prestigio mundial han obtenido, antes de trasladarse a una casa de medio camino donde podrán reintegrarse a su comunidad. El camino es todavía muy largo, sin duda, pero el proceso entró en una nueva etapa desde que, un año atrás, días más, días menos, presentó su renuncia el ex director del Consejo Nacional contra las Adicciones.

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