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México D.F. Martes 13 de julio de 2004
SALUD, NERUDA VIVO
Ayer
se cumplieron 100 años del nacimiento de Neftalí Ricardo
Reyes Basoalto, conocido por el mundo como Pablo Neruda, en un pueblo chileno
de nombre igual al de una ciudad del norte de México: Parral. Entre
ese 12 de julio de 1904 y el 23 de septiembre de 1973, fecha de su muerte,
se desarrollaron las vidas del poeta que dejaron una marca en el siglo
XX y en las que confluyeron las letras, las convicciones sociales, las
pasiones amorosas, el trabajo político, los errores y el genio.
La intensidad vital llevó a Neruda a la diplomacia
y a la carpintería, a la clandestinidad y al premio Nobel, al Senado
y al exilio. A lo largo de su vida su figura generó más adhesiones
ciegas y fanáticas que animadversiones, pero las segundas fueron
tan radicales o más que las primeras. Ahora, cuando han transcurrido
más de tres décadas de su muerte, unas y otras se han asentado
lo suficiente como para apreciar la herencia de este chileno, latinoamericano
y residente de la Tierra.
El primer activo a considerar es, sin duda, la cantidad,
la diversidad -de clase, de credo, de nacionalidad- y la determinación
de sus lectores. Neruda es un poeta universal y es una referencia íntima,
indeleble, para millones de hispanohablantes -y aun de hablantes de otros
idiomas- que han encontrado en sus versos la identificación del
amoroso, la convicción del luchador político o, simplemente,
la fascinación de quien entra en contacto por vez primera con el
misterio de la poesía. En todos los casos, Neruda enseñó
a incontables personas el poder asombroso de la palabra.
No fue la suya una voz circunscrita a los encantos de
la imaginación literaria. En sus actos y en sus versos Neruda tomó
partido, furiosa y radicalmente, en contra de los "porfiristas, caballeros,
pitucos del Jockey Club, engomados, pisaverdes, clericales señoritos
de todas partes" y a favor de los "rotos, cholos, pelados, gauchos, amontonados
en pocilgas, desamparados, andrajosos, piojentos, pililos, canalla, desbaratados,
miserables, sucios, perezosos, pueblo", es decir, a favor de quienes Mariano
Azuela llamó "los de abajo". El poeta intimista y desgarrado de
los 20 poemas de amor y el alucinante explorador de sí mismo de
la Residencia en la Tierra habría de convertir a los mineros,
a las costureras, a los estibadores, a las sirvientas y a los campesinos
no sólo en lectores, sino también en protagonistas del Canto
general.
Esa manera de trastocar los temas literarios tuvo como
correlato una historia personal de militancia internacionalista no exenta
de traspiés, como la entrega sin reservas al estalinismo que pretendía
hegemonizar a toda la izquierda mundial, pero con elementos tan luminosos
como el decidido nacionalismo latinoamericano y la solidaridad fervorosa
con todos los pueblos a los que hermana la lengua española, desde
la propia España -"madre natal, puño/de avena endurecida"-
hasta los pueblos más recónditos de México y Centro
y Sudamérica. Congruente con su propia historia, Neruda estuvo,
en sus últimos años, al lado del gobierno de la Unidad Popular,
fue perseguido hasta en su agonía, en los momentos trágicos
posteriores al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, y murió,
aunque por causas de enfermedad, al mismo tiempo que miles y miles de chilenos
asesinados por la dictadura criminal recién entronizada.
A Neruda se le descalificó en vida por haber creado
una suerte de nueva grandilocuencia y por su fascinación con la
ortodoxia dogmática y totalitaria procedente de Moscú. El
tiempo se ha encargado de dimensionar a la baja esos errores y de ubicar
al poeta como un cantor de los amores, de los pueblos y de su historia,
de las cosas humildes, de los oficios ancestrales y de los objetos cotidianos.
Hoy, su vida y su obra ocupan un lugar indiscutible en el patrimonio de
la humanidad y en la imaginación y en los afectos de sus millones
de lectores fieles.
Neruda vivió, sufrió y gozó a nuestro
país, le dedicó palabras "como besos en tus muros" lo "amó
por libre y por profundo" y lo llevó consigo como "una águila
equivocada que circula en mis venas". El poeta, por su parte, sigue navegando,
vivo, por las venas de México.
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