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México D.F. Viernes 9 de julio de 2004
Sergio Zermeño
A contramarcha
Muchas cosas nos han sido reveladas por la magna manifestación del domingo 27: la primera y más contundente: en todas partes, en todos los niveles sociales, los habitantes de la ciudad y del país somos cada día más vulnerables; la segunda, que las causas de este flagelo son interpretadas de manera muy diferente: la imagen de muchos ciudadanos, en consonancia con la de muchos analistas, entiende que la delincuencia, en particular el secuestro, es obra de bandas altamente entrenadas, que desde esa exterioridad atacan a la sociedad y que en consecuencia su proliferación no es más que una incapacidad de las autoridades, si no es que complicidad: "los datos más elementales -asegura Jaime Sánchez Susarrey- nos dicen que el crimen organizado no está asociado a la pobreza... la alternativa será aumentar la presión de la sociedad y los medios sobre la clase política".
En el otro extremo hay una interpretación que considera a la delincuencia inseparable del estado de la sociedad: Julio Boltvinik nos recuerda que "al aumentar la pobreza, como ha ocurrido dramáticamente en los últimos 22 años... aumentan también los riesgos de rupturas familiares, se presiona al trabajo a los adultos disponibles propiciando el descuido de los menores y, a veces, el abuso y la violencia contra ellos... (volviéndose) víctimas del rechazo, la humillación y el sufrimiento emocional, que los conducen a odiar a la sociedad y todo ello se asocia a las formas más violentas de la delincuencia".
Por lo demás, si bien es cierto que el pequeño ladrón no nace asociado a una banda entrenada de alta peligrosidad, es obvio que hay un escalonamiento entre el delincuente que vende pequeñas porciones de droga en las secundarias, que entra y sale de las prisiones que funcionan como escuelas del crimen y que termina en esas bandas de secuestradores altamente capacitados. Junto con esto se nos ha repetido hasta el cansancio que tampoco los policías que tendrían que hacer frente al ascenso de la criminalidad son agentes externos al fenómeno, pues su casi totalidad nace en medios familiares deshilvanados, han sido víctimas de rechazo y humillación, son entes profundamente resentidos con su entorno social y, en consecuencia, están propensos a transitar de ida y vuelta entre lo delincuencial y lo policiaco sin grandes complicaciones éticas.
En esa medida la propuesta más o menos simplista de las autoridades federales de que en dos meses se capacitará, se organizará y se pagará mejor a la policía no denota más que una visión parcial, pues no existen policías con ese entrenamiento, equilibrio sicológico, niveles de escolaridad, etcétera, y si los hubiera no existen los recursos para contratarlos.
Si realmente estuviéramos dispuestos a ello, cada uno de los asistentes a la marcha, aunque en realidad, cada núcleo familiar de la ciudad de México y del país deberíamos pagar a Ebrard o a Gertz Manero el equivalente de lo que pagamos a Slim por el servicio telefónico (entre 500 y mil pesos por familia). Y aquí comienza el problema: como no es posible pagar una policía así para todos los tipos de delitos, para todos los mexicanos, los gobiernos tienen que concentrarse en muy pocos delitos y en muy pocos mexicanos: muchos organizadores de la marcha piden que las acciones se concentren en el secuestro y el robo de vehículos, y las colonias adineradas están dispuestas a redoblar su financiamiento a acciones policiacas que concentren su actividad exclusivamente en sus territorios: se propone así reforzar a los Hidalgos (espacios altamente vigilados en la delegación Miguel Hidalgo, donde se puede ir al banco, al cajero, estacionar, etcétera, con operativos de alta seguridad), proponiendo de pasada la erradicación de la piratería y el ambulantaje. Es más, el gobernador de Hidalgo (pura coincidencia) propuso hace tres días que sean los gobiernos los que paguen los rescates por secuestros. ƑQué pasará entonces con los secuestros exprés, los homicidios dolosos por golpes, las violaciones, los robos de todo tipo en Iztapalapa, en Ecatepec?...
A la marcha, hiperpublicitada por los medios de comunicación, asistió una gama amplia de mexicanos angustiados por el ascenso de la violencia; las medidas que de ahí se están derivando sólo alcanzarán a sus capas más elevadas, lo que es muy preocupante, porque la protesta fue paralela y se mezcló con el ataque furibundo a López Obrador. Entonces el PRD ha hecho también un llamado para salir a las calles en defensa de su líder.
De concretarse el desafuero estaríamos, en un abrir y cerrar de ojos, ante un escenario de división profunda (incluso clasista) de los mexicanos. A la violencia delincuencial agregaríamos la violencia política, que puede ser mucho más mortífera. Una destitución, por tratar de abrir una calle y por no apoyar, tontamente, una manifestación de masas, terminaría en la confrontación nacional. Eliminar a la mala generará violencia. No nos merecemos esto, sobre todo ahora que Durazo pone en claro el plan antiobradorista de la pareja presidencial. Piénsenlo, señores diputados, la concordia es primero.
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