México D.F. Domingo 20 de junio de 2004
MAR DE HISTORIAS
Lo mejor de ti
Cristina Pacheco
Cargado de bolsas y paquetes, Rolando llega al departamento.
Lo sigue Marcia, su mujer:
ROLANDO (Deja su carga en el sillón principal):
Enciende la luz.
MARCIA (Alegre, sorprendida): ¿Todo eso compré?
Ahora sí se me pasó la mano.
ROLANDO: ¿De qué te preocupas? Gastaste
tu dinero. (Se quita la chamarra y la arroja a un sillón individual).
MARCIA: Mi amor: no dejes allí tu chamarra; se
ve feo.
ROLANDO (Mira hacia la puerta): ¿Vamos a tener
visitas?
MARCIA: ¿A estas horas?
ROLANDO (Con la chamarra en la mano se dirige a la recámara):
¿Por qué no? La otra noche vino tu amiga Claudia a las diez.
MARCIA: Nuestra amiga.
ROLANDO (Reaparece en la sala): Pues a mí no me
dirigió la palabra en toda la noche. (Indiferente). No es crítica
ni queja. Entiendo perfectamente a Claudia: ¿de qué puede
hablar una licenciada como ella con un prángana como yo?
MARCIA: No digas eso. Claudia se dirigió a mí
porque teníamos asuntos pendientes en la oficina. (Lo observa inquieta).
¿Eso te molestó?
ROLANDO (Aparta los bultos que hay en el sillón
y se acuesta): Digamos que no fue agradable pasarme toda la noche como
si estuviera pintado en la pared mientras ustedes hablaban, hablaban, hablaban.
MARCIA: Quítate los zapatos, no seas malito. Acaban
de retapizarme el sillón.
ROLANDO (Se incorpora y se descalza): Perdón, no
vuelvo a hacerlo. (Reverencial): ¿Ahora sí ya puedo acostarme?
MARCIA: ¿Por qué me lo preguntas?
ROLANDO: Bueno, a lo mejor también te molesta que
me acueste en tu sillón con estos pantalones. (Se frota la pierna
derecha). Ya andan medio mugrosos.
MARCIA: Los grises están limpios. Los saqué
de la tintorería y te lo dije en la cama, pero no te los pusiste.
ROLANDO: ¿Para qué?
MARCIA (Coqueta): Para verte más guapo y porque
íbamos a salir.
ROLANDO: No pensé que tuviera que estar limpio
para hacerla de tu cargador.
MARCIA: Yo no te pedí que me cargaras nada, tú
te ofreciste...
ROLANDO: Es lo menos que podía hacer mientras tú
pagabas.
MARCIA: Sólo cosas para mí y eso no me parece
justo. (Se hinca frente a su marido y le acaricia las manos). Salimos para
que eligieras tu regalo del Día del Padre y no quisiste nada. Por
cierto, el saco de alpaca negro te quedaba divino. Deberíamos regresar
por él mañana.
ROLANDO: Es lunes: tú trabajas.
MARCIA: Llego temprano a la oficina y me tomo la tarde.
(Ilusionada). Podemos pasarla muy bien: comemos rico en un restorán
y luego nos vamos por tu saco.
ROLANDO: No gastes tu dinero en mí.
MARCIA: Me encanta regalarte.
ROLANDO: Pues sí pero ¿dónde me voy
a poner ese saco? (Salta del sillón sin reparar en que golpea el
hombro de Marcia). Una camiseta y un pantalón me bastan para estar
en la casa. Nunca salgo.
MARCIA: No siempre será así. (Se levanta
y se aproxima a Rolando). Te aseguro que esta semana te llaman de la oficina
de empaques.
ROLANDO (Se acerca a la mesa, hurga en el frutero y elige
una pera): Ojalá que no, porque tendría que aceptar el trabajo.
MARCIA: No te entiendo: cuando regresaste de realizar
la entrevista con el jefe de personal parecías estar muy entusiasmado.
ROLANDO (Ríe): La entusiasmada eras tú.
MARCIA: Me pareció el lugar ideal para que aplicaras
tus conocimientos de ingeniero. (Se lleva las manos al pecho): ¿Dije
algo malo?
ROLANDO: Al contrario, muy bueno. Ahora sé lo que
piensas de mi profesión. (Se sienta en una silla y hace girar la
pera entre sus dedos). Mi madre trabajó como loca para que yo pudiera
realizar mi sueño: titularme de ingeniero en aeronáutica.
Es una de las carreras más difíciles y chingonas. ¿Te
imaginas cuánto trabajé para recibirme?
MARCIA: Sí, claro.
ROLANDO (Arroja la pera contra la pared): Entonces, no
se vale que me pidas aceptar un trabajo donde me pondrás a empacar
bultos.
MARCIA: Eso me lo ocultaste.
ROLANDO: ¿Y qué otra cosa podía hacer?
MARCIA: Decirme la verdad. (Hace una pausa). No me mires
así. No te estoy pidiendo nada que yo no haga. Sabes perfectamente
que siempre te digo las cosas como son.
ROLANDO: ¡Sí, ni hablar! Cuando quiero saber
cómo vas en tu trabajo dices que muy bien, que tienes un ascenso
en puerta, que te darán un bono. (Inclina la cabeza). No serías
tan franca si cada vez que te preguntara tuvieras que confesarme fracasos
y humillaciones como las que padezco.
MARCIA: ¿Quién te humilla?
ROLANDO: Todo el mundo, hasta tú.
MARCIA (Desconcertada): ¿Cuándo te he humillado?
ROLANDO: A todas horas, sólo que no te das cuenta.
MARCIA: Ponme un ejemplo.
ROLANDO: Lo del sillón. Tendrías que estar
en mis zapatos para entender lo que siente un hombre cuando su esposa le
prohíbe que se acueste, aunque esté muerto de cansancio.
MARCIA: Sólo te pedí que te quitaras los
zapatos, porque acaban de retapizarnos el sillón. Eso fue todo lo
que dije.
ROLANDO: Con palabras, pero detrás había
otro mensaje: ''No ensucies el sillón que mandé retapizar
con mi dinero, porque tú no tienes un centavo para eso ni para un
carajo''.
MARCIA (Desesperada): Te juro que no tuve la intención
de humillarte.
ROLANDO: Me imagino que no, y que tampoco pensaste en
hacerlo cuando estábamos en el centro comercial y me pusiste a cuidarte
la bolsa.
MARCIA: Rolando, sabes que soy muy distraída. Sólo
te pedí que me cuidaras la bolsa mientras me probaba el vestido...
ROLANDO: Y después la gabardina y luego los pants...
MARCIA (Desconsolada): Es absurdo que hayamos caído
en esta discusión sólo porque se me ocurrió llevarte
de compras para que escogieras tu regalo del Día del Padre.
ROLANDO: Tienes razón: estamos perdiendo el tiempo
en estupideces, cuando deberíamos hablar de algo mucho más
importante.
MARCIA: ¿A qué te refieres?
ROLANDO: A la separación.
MARCIA: ¿Pero cómo se te ocurre algo tan
horrible? (Abraza a su marido). Por favor, no vuelvas a decir eso. ¿No
te das cuenta de lo mucho que te quiero?
ROLANDO (Apartándola): Sí, pero no es justo
que cargues con un fracasado como yo.
MARCIA: ¡Te estás volviendo loco!
ROLANDO: Tienes razón (Jadeando). No sabes lo que
es abrir los ojos en la mañana y darte cuenta de que pasarás
otro día sin hacer lo que te gusta, sin conseguir un trabajo, descendiendo,
sólo descendiendo.
MARCIA (Vuelve a abrazarlo): ¿Por qué no
olvidamos este día? (Se estrecha aún más contra Rolando).
Acepta mi invitación para mañana: salimos a comer y después
permites que te regale algo muy lindo, algo que desees mucho en este momento.
¿Qué podría ser?
ROLANDO: Una pistola.
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