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México D.F. Sábado 19 de junio de 2004

Gustavo Gordillo

También allende se cuecen habas

Reproduzco parte de un artículo recientemente publicado: "La parte del ingreso que obtiene el décimo más alto del uno por ciento de las familias se cuadruplicó entre 1970 y 1998 dejando a las 13 mil familias más ricas con casi el mismo ingreso que en total obtiene las 20 millones de familias más pobres.... En una reciente encuesta de opinión 74 por ciento de las personas que respondieron reconocieron que las diferencias de ingresos entre ricos y pobres es mayor ahora que hace 20 años y para 42 por ciento es mucho mayor... casi dos tercios consideraron que las políticas gubernamentales han contribuido a esta desigualdad económica al favorecer a los trabajadores de altos ingresos y más de la mitad dijeron que los ricos son alentados a pagar menos impuestos federales de lo que deberían... La encuesta por otra parte encontró pocas evidencias de un apoyo popular a la desigualdad... menos de 7 por ciento de los encuestados que respondieron consideraron positiva la mayor brecha de ingresos entre ricos y pobres... menos de 15 por ciento consideraron que a los ricos se les exige pagar mucho en impuestos mientras que más de tres veces esa cifra consideraron que a los pobres se les exige pagar mucho más... Y los ratings sobre una gran variedad de grupos sociales sugiere que a los entrevistados les gusta menos las grandes corporaciones que las feministas, los medios de comunicación o la Iglesia católica".

El artículo continúa con una advertencia: "Si todo esto les suena como una base prometedora en la cual se sustente una guerra de clases populista piénselo una vez más".

Con esos datos ya habría una plétora de artículos publicados en los principales periódicos de Estados Unidos y de Europa; varias revistas entre académicas y políticas habrían publicado dossier sobre el peligro populista que se cierne en América Latina y de menos se habría lanzado al aire uno de esos programas debates de los domingos con académicos políticos, diseñadores de política y cartuchos quemados, todos ellos enviando en el fondo un mensaje común: šaguas con el lobo!

Bueno, ya se viene diciendo desde hace varios meses y hay sin duda muchos elementos que refuerzan esa advertencia. El estudio reciente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre la democracia en América Latina concluye entre otras cosas que "el desarrollo de la democracia depende de que se amplíe de manera decidida la ciudadanía social, sobre todo a partir de la lucha contra la pobreza y la desigualdad y de la creación de empleos de buena calidad".

Pero, šoh, sorpresa! El artículo que reproduzco más arriba publicado en la edición de junio de la revista The American Prospect no se refiere a un país de América Latina o de Africa sino a Estado Unidos de América. El artículo del director de un centro de estudios políticos de Princeton, Larry Bartels, es uno de una amplia lista de economistas, sociólogos e historiadores que están llamando la atención a este fenómeno de desigualdad en Estados Unidos. De hecho se enfatiza sobre todo las interacciones entre desigualdad económica y desigualdad política. Y el reporte que dará origen a un debate quizás intenso fue publicado por la Asociación Americana de Ciencia Políticas -APSA, por sus siglas en inglés- y no por el Banco Mundial o el PNUD.

Sin embargo, la pregunta clave que se hace en el reporte del PNUD sobre la democracia en América Latina: ƑCuánta pobreza y cuánta desigualdad toleran las democracias? es relevante para cualquier país del mundo.

Así, por ejemplo, Christopher Jencks, basado en datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos, la mejor fuente de datos sobre distribución del ingreso en ese país, señala que uno por ciento de todos los hogares estadunidenses recibió más ingreso antes de impuestos que el 40 por ciento más pobre de las familias durante todos los 90. Los impuestos federales reducen ese ingreso de los más ricos en 33 por ciento. Jencks observa que si se hubiera subido la tasa efectiva de impuestos de 33 a 41 por ciento se hubiera podido eliminar todos los impuestos de 40 por ciento más pobre aumentando su nivel de ingreso en 10 por ciento.

La pregunta que se hace es simple: ƑPor qué no se ha establecido una política pública que habría favorecido a 40 por ciento de la población afectando sólo a uno por ciento y, en cambio, se ha puesto en marcha otras que va en sentido contrario? De hecho, uno por ciento de la población más rica ha doblado su parte del ingreso nacional desde 9 por ciento en 1979 hasta 18 por ciento en el año 2000. Aquí es donde entra la interacción entre las desigualdades económica y política, tema al que dedicaré mi próximo artículo.

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