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México D.F. Domingo 13 de junio de 2004
Guillermo Almeyra /I
Elecciones europeas
En las elecciones europeas de este domingo muy probablemente habrá una importante abstención y los resultados dependerán más de la respuesta a situaciones nacionales que de una visión europeísta (por ejemplo, los españoles votarán nuevamente por los socialistas y contra Aznar, la pérdida de apoyo popular de la socialdemocracia alemana -donde sectores socialistas hablan de crear un nuevo partido- llevará votos obreros a la abstención, y en Italia, Berlusconi recurrirá a un torrente de mentiras en los medios de información, cuyo monopolio posee, y a provocaciones políticas para evitar que la abstención de los desilusionados pueda dar mayoría a la oposición). En líneas generales, sin embargo, se puede decir a nivel europeo que el ganador será el gobierno de Estados Unidos. En efecto, la extensión de Europa occidental hacia la zona del ex bloque soviético excluye a Rusia, que es históricamente una potencia europea y sin la cual Europa no podrá ser un contrapeso frente a Estados Unidos; además, refuerza las derechas de Europa oriental, sirvientas de Washington, como se demostró una vez más en el caso de la ocupación de Irak. Los diputados de los nuevos miembros para el Parlamento de Estrasburgo inclinarán al mismo más aún hacia el reforzamiento del neoliberalismo al que, por ejemplo, Francia está poniendo en cuestión con una política estatalista y planificadora en favor de su industria. La Constitución reaccionaria, represiva, concordada por los gobiernos y rechazada por la izquierda, por tanto, no sólo no podrá ser anulada y remplazada por el Parlamento Europeo sino que tampoco podrá ser enmendada, como piden los críticos más moderados. De todos modos, aunque Estados Unidos refuerce su frente en Europa, las elecciones ayudarán también a fortalecer el frente de los que cuentan (Francia y Alemania), cuyo peso en relación con los enanos proestadunidenses es grande por razones históricas y culturales y también por la penetración del capital alemán en los países de Europa oriental. En cuanto a la izquierda europea, aún debe ser construida y probablemente el abrazo de oso del aliado socialista triture en España a la débil Izquierda Unida, dividida además entre mandar o no militantes a los puestos de base o medios estatales que ofrece el PSOE.
Por último, aun en Italia, a pesar de la crisis de la derecha y del debilitamiento social del gobierno conservador-fascista de Berlusconi, el panorama no es tan alentador como cree la oposición de centroizquierda. En primer lugar, porque los dirigentes de El Olivo (el mismo Prodi, Rutelli y el grupo de la Margarita y los Demócratas de Izquierda, como Fassino y D'Alema) tienen miedo hasta de su propia sombra y temen disgustar a Bush, al extremo de que, a una semana de haber votado en favor del retiro de las tropas italianas de Irak, dicen ahora que las mismas podrían quedar bajo mando de la Organización de las Naciones Unidas. Su conservadurismo y su pánico difícilmente resultarán atractivos para los millones de italianos que se manifestaron por la paz y rechazan la ocupación de Irak. La derecha podrá entonces perder votos por su política, pero difícilmente los ganará esa izquierda che non c'è, inexistente, y que teme más a los trabajadores y a Rifondazione Comunista que a los fascistas y al imperialismo. En segundo lugar, porque Berlusconi miente masivamente por la televisión (aunque su audiencia no llega a 13 por ciento) y utiliza toda clase de provocaciones policiales y de trucos para mostrar a sus adversarios como terroristas, violentos, antipatrióticos (la reciente y sospechosa liberación en Irak, a días de las elecciones, de tres mercenarios fascistas está siendo explotada con este objetivo). El voto del chauvinismo y de la ignorancia podría premiar así a los fascistas, sobre todo porque la izquierda jamás aclaró que los italianos en Irak eran ocupantes y mercenarios de Estados Unidos. Por último y en tercer lugar, porque la amplitud de los movimientos (como el rechazo a la guerra) no puede ser atribuida sólo a la izquierda. El Papa ha condenado enérgicamente la guerra y el neoliberalismo, y el mundo católico es un componente masivo y esencial de los movimientos que son independientes de los partidos, los cuales, inclusive los que los apoyan, como Rifondazione, ni los canalizan ni los representan ni mucho menos los dirigen. Basta ver una manifestación importante -como la del 4 de junio en Roma contra Bush- para registrar el cambio social y cultural que ha sufrido Italia. Las manifestaciones anteriores se caracterizaban por fuertes contingentes obreros, sindicales o partidarios, con sus consignas políticas, sus banderas rojas, sus cantos de lucha, los puños al aire, los gritos coreados. Ahora las banderas son los arcoiris de la paz, la música es roquera, la gente baila y canta, pero no consignas, y la mayoría de los manifestantes son jóvenes radicalizados pero no politizados que concurren individual y espontáneamente a las marchas, pero no militan en organizaciones partidarias. Rifondazione, por ejemplo, está en todos los movimientos, pero como partido ha perdido este año, de grandes movilizaciones, la mitad de sus militantes. Hay así una izquierda social que no se identifica con los partidos. ƑVotará por éstos?
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