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E D I T O R I A L
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México D.F. Viernes 11 de junio de 2004

 


G-8: LA IMPOTENCIA DE LOS PODEROSOS

SOL CORNISA 1El encuentro del Grupo de los Ocho (G-8: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Japón, Inglaterra, Italia y Rusia), que culminó ayer en Georgia, Estados Unidos, resultó, en diversos ámbitos, un acto de simulación y una exhibición de la incapacidad del club para adoptar decisiones concretas. En el afán de "tomar la foto" de los representantes de esos países se soslayaron las diferencias reales -y profundas- que fracturan a ese conjunto de gobiernos poderosos.

Tales diferencias obligaron a dejar sin sustancia el grotesco empeño de la Casa Blanca de imponer "la democracia y la prosperidad" en Medio Oriente -y se requería de mucho cinismo para proponer tal cosa tras la revelación de las prácticas estadunidenses en la cárcel iraquí de Abu Ghraib-, por lo que el documento respectivo quedó reducido a un enunciado de buenos propósitos; Washington hubo de recular en su intención inicial de obtener, en el encuentro cumbre, el respaldo de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte para involucrar a ese organismo en la ocupación de Irak, y el tema ni siquiera se mencionó en las resoluciones finales; el mecanismo de limosnas de las naciones más ricas a las más pobres -la Iniciativa de Países Altamente Endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés)-, establecido en 1999, fue ampliado por un plazo de dos años; el plan de acción para combatir la proliferación de armas de destrucción masiva resultó ser un documento hipócrita que expresa las "serias preocupaciones" del club de los países ricos por los programas nucleares de Corea del Norte y de Irán, pero que no dice una palabra acerca de las armas atómicas ya desarrolladas por Israel, India y Paquistán; respecto al conflicto palestino-israelí, los poderosos se limitaron a respaldar la "hoja de ruta", plan nebuloso, impracticable e injusto para reactivar el proceso de paz iniciado hace una década en Oslo y destruido por la ultraderecha israelí a partir de 1996.

Las únicas medidas concretas y relevantes aprobadas en el encuentro de Georgia fueron un programa internacional dotado de 15 millones de dólares para desarrollar una vacuna contra el sida -decisión sin duda positiva- y la conformación -de aquí a 2010- de un "cuerpo de paz" internacional de 75 mil efectivos, con evidente carácter colonialista e injerencista, que operará principalmente en Africa.

Pero los insustanciales acuerdos obtenidos no generaron respuestas positivas fuera del G-8. La mayor parte del mundo árabe e islámico -excepción hecha de los gobiernos peleles de Afganistán e Irak- recibieron con irritación y molestia la pretensión de Bush de ayudarles a ser "democráticos y prósperos; hasta el presidente francés, Jacques Chirac, activo participante en la cumbre de Georgia, destacó que las naciones del Magreb y de Medio Oriente "no requieren de misioneros de la democracia". Fuentes diplomáticas de la reunión afirmaron incluso que la iniciativa "no es más que un cálculo para tener presencia militar" en la región. Por su parte, el presidente nigeriano, Olusegun Obasanjo, quien formó parte de un grupo de "pobres" invitados a una parte del encuentro, descalificó la decisión del G-8 de continuar el programa HIPC, al que calificó de "donativos de beneficencia". En cuanto al sentido mismo de los encuentros del grupo, los gobernantes francés y canadiense hicieron ver la futilidad de tratar de resolver asuntos económicos globales sin la participación de las grandes economías emergentes, como Brasil, China, India y Sudáfrica.

En el encuentro de Georgia, en suma, el club de los países poderosos evidenció sus graves diferencias internas -ahondadas, por cierto, durante el paso de George W. Bush por la presidencia estadunidense- y su incapacidad para ofrecer a la comunidad internacional algo más que colonialismo renovado y 15 millones de dólares para combatir el sida.
 

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