México D.F. Viernes 11 de junio de 2004
Comercios cercanos a hoteles que hospedan a
estadunidenses, a punto de quebrar
El corazón de Bagdad, paralizado por las extremas
medidas de seguridad
La ocupación bloquea calles y puentes, lo que
obliga a pobladores a dar largos rodeos
PATRICK COCKBURN THE INDEPENDENT
Bagdad, 10 de junio. El ejército estadunidense
paraliza el corazón de Bagdad en tanto construye fortificaciones
aún más elaboradas para proteger sus bases contra atacantes
suicidas.
"No entre o se le disparará", advierte un seco
aviso colgado de una alambrada que bloquea una glorieta en lo que solía
ser la entrada al puente 14 de Julio, sobre el Tigris. Sólo vehículos
autorizados a entrar en la zona verde, donde las autoridades de
ocupación tienen su cuartel, pueden usarlo ahora. Los iraquíes
que necesitan cruzar el río tienen que luchar palmo a palmo para
abrirse paso hasta otro puente en medio de horrorosos embotellamientos
de tránsito.
Unos
enormes bloques de concreto, semejantes a tumbas grises, obstruyen ahora
muchas calles en Bagdad. Miden unos 4 metros de alto y 2.5 de ancho y para
muchos iraquíes se han vuelto el odiado símbolo de la ocupación.
Uno junto a otro forman murallas alrededor de la zona verde y de
otras bases estadunidenses, con letreros que advierten que es ilegal pararse
junto a ellas.
Son las bases estadunidenses en continua expansión
y las dificultades y peligros cada vez mayores de su vida cotidiana lo
que lleva a los iraquíes a descreer las declaraciones del presidente
estadunidense George W. Bush de que transferirá el poder a un gobierno
iraquí soberano. Mientras Bush y el primer ministro británico,
Tony Blair, hablaban esta semana de un nuevo comienzo para Irak, el suministro
de electricidad en el país árabe ha caído de 12 horas
diarias a seis. Este jueves, en la calle del Canal, cerca de la sede de
la ONU que ha sido atacada con bombas, había una larga cola de automóviles
en espera de comprar gasolina.
Salahudin Mohammed al-Rawi, ingeniero, considera que las
maniobras diplomáticas relativas a Irak en la ONU, en Nueva York,
y en la reunión del G-8, en Georgia, son una charada sin importancia.
"A final de cuentas -dijo-, no pueden engañar al pueblo porque los
iraquíes estamos en contacto con la situación real en el
terreno."
Para muchas personas en Bagdad la situación real
es sumamente sombría. Hace 20 años la calle Abu Nawas, sobre
el Tigris, estaba llena de restaurantes que servían mazgouf,
un pez de río que se asaba a la leña y constituía
un manjar tradicional bagdadí. En estos días Abu Nawas está
desierta en su mayor parte y es utilizada por vehículos blindados
estadunidenses que pasan con gran estruendo.
Shahab al-Obeidi es el gerente del restaurante Shatt el-Arab,
en el cual hay peces grises nadando en un estanque circular decorado con
azulejos. Puede que sobrevivan largo tiempo. Obeidi confiesa que el negocio
va mal. En estos días sólo se puede ingresar a Abu Nawas
en una sola dirección, y la calle desemboca en un puesto de revisión
estadunidense.
Pedimos ver al dueño del restaurante. Obeidi explicó
que "se marchó a Siria hace 40 días, después que secuestraron
a su hijo y tuvo que pagar 20 mil dólares para recuperarlo". Un
problema que los iraquíes mencionan con frecuencia es que las medidas
de seguridad de las autoridades de ocupación parecen destinadas
al único fin de brindar seguridad a los estadunidenses. Para los
iraquíes la vida en Bagdad es aún muy peligrosa.
Obeidi indicó que "en el pasado 75 por ciento de
nuestro negocio era en la noche". Ahora cierra el Shatt el-Arab a las 6
de la tarde y se va a casa. Una noche dejó abierto hasta un poco
más tarde porque algunos clientes la estaban pasando bien, pero
cuando les presentó la cuenta le respondieron sacando pistolas y
disparando al techo y a través de las ventanas. Al relatar el incidente
señalaba numerosos orificios que todavía aguardan reparación.
La razón por la cual Abu Nawas está cerrada
al tránsito es que al final de la calle se levantan los hoteles
Palestina y Sheraton, donde se albergan muchas compañías
extranjeras y periodistas. A unos cientos de metros se encuentra la calle
Sadoun, alguna vez una avenida principal de cuatro carriles en el centro
de Bagdad, ahora reducida a dos carriles frente a una calle lateral que
conduce al hotel Bagdad, el mismo que fue atacado por un suicida el año
pasado sin causar mucho daño a la instalación, la cual, según
la creencia universal de los taxistas iraquíes, era un centro de
la CIA.
Unos 30 establecimientos ubicados dentro del cordón
sanitario tendido alrededor del hotel se encuentran ahora al borde de la
quiebra. Nadim al-Hussaini, propietario de una tienda que vende acondicionadores
de aire, señala: "Mi negocio ha desaparecido por completo. Primero
30-40 por ciento, cuando pusieron una barrera de concreto, y 100 por ciento
cuando cerraron la calle". En teoría debe recibir compensación
de la Autoridad Provisional de Coalición, pero hasta ahora no ha
visto ni rastros de ella.
Su vecino de al lado, Zuhaar Tuma, es dueño de
un café que no ha sido tan dañado porque conserva sus parroquianos
regulares, quienes fuman en pipas de burbuja y juegan dominó. Tuma
se muestra un poco más comprensivo de las razones por las que se
cerró la calle: "Tengo tan pocas ganas como los estadunidenses de
que me vuelen en pedazos. Pero la verdadera solución es sencillamente
que los estadunidenses que se alojan en el hotel se vayan".
Lo mismo podría decirse de los miles de otros oficiales
y soldados estadunidenses del centro de Bagdad. Si hubieran establecido
sus bases en las afueras de la capital, habrían sido mucho menos
visibles. Pero, aislados como están en sus complejos de la vida
real iraquí, probablemente no sepan del mar de resentimiento que
los rodea, y puede que tampoco les importe.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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