México D.F. Miércoles 9 de junio de 2004
LOPEZ OBRADOR: CIEN DIAS DE ACOSO
Por
si no tuviera suficiente con el embate mediático y la solicitud
de desafuero promovida por la Procuraduría General de la República
(PGR), la semana pasada se abrieron tres nuevos flancos de confrontación
con Andrés Manuel López Obrador. Durante casi cien días,
el gobierno de la ciudad de México ha estado sujeto a un intenso
acoso, prácticamente sin precedentes en la historia reciente de
nuestro país.
El próximo lunes, el jefe de Gobierno capitalino
deberá comparecer en calidad de indiciado ante la PGR, supuestamente
por desacatar un mandato del Tribunal Federal de Conciliación y
Arbitraje que lo obligaba a reinstalar en su puesto a 30 ex trabajadores
del gobierno de la ciudad.
El segundo punto de conflicto se abrió cuando el
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) negó
el permiso a la administración de la ciudad para continuar con la
colocación de prismas en el camellón central del Paseo de
la Reforma, por considerarlos "inapropiados".
El tercer asunto que afronta López Obrador es una
agresiva campaña para denostarlo, montada en las justas demandas
ciudadanas de mayor seguridad en el centro comercial Perisur y en la ciudad
en general.
Sorprende la repentina vocación obrerista de un
gobierno que, como el de Vicente Fox, ha declarado su fe empresarial. Mientras
miles de trabajadores en todo el país son diariamente víctimas
de despidos injustificados sin que la autoridad haga apenas nada por reparar
el daño, ahora la PGR ha decidido hacer justicia a quienes enfrentan
al gobernante capitalino. Curiosamente, de esta manera se trata de reforzar
en la opinión pública la imagen de que López Obrador
desacata las leyes.
Llama la atención, también, que el INAH
se haya desdicho de la autorización del remozamiento de las obras
en Paseo de la Reforma que había otorgado, y que lo haga ahora,
cuando los trabajos están en su fase final. Apenas el pasado lunes
el secretario de Turismo de la ciudad, Francisco Ruiz Herrera, aseguró
que cuenta con los permisos federales para realizar las labores de recuperación.
Paradójicamente, mientras en todo el país hay un serio deterioro
del patrimonio histórico ante el cual la institución no hace
casi nada, el INAH objeta ahora las inversiones que buscan restaurar un
espacio urbano privilegiado.
Nadie puede negar que la inseguridad pública es
un grave problema que afecta al Distrito Federal. Aunque el mal no tiene
aún la dimensión que posee en ciudades como Guadalajara,
Juárez o Mazatlán, se trata de un hecho que hay que atajar
porque sus efectos son devastadores.
Los tres hechos se suman a una no interrumpida ofensiva
en contra del jefe de Gobierno capitalino, desatada desde que se hizo evidente
su posición como indiscutible puntero como posible candidato a la
Presidencia de la República. Durante casi cien días se han
eslabonado todo tipo de acusaciones y ataques contra López Obrador
con la obvia intención de hacer disminuir las intenciones de voto
a su favor. Por ello cuesta mucho trabajo suponer que los nuevos puntos
de conflicto no forman también parte de esta escalada.
El resultado inmediato de la campaña contra el
jefe de Gobierno es dificultar el funcionamiento adecuado de la administración
pública. Lo que está en juego en el acoso de los cien días
contra el gobierno capitalino va, sin embargo, más allá del
futuro político de López Obrador. Se ha echado a andar una
maniobra que violenta, desde el gobierno federal, la decisión tomada
por los habitantes de la ciudad de México, quienes durante años
carecieron de gobernantes electos. Se ha puesto en práctica un ardid
para interrumpir la obra pública y la posibilidad de contar con
una administración distinta.
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