México D.F. Lunes 17 de mayo de 2004
Chapala se llenó de agua y de esperanzas
Revive el turismo en el lago al recuperar, por las lluvias, 40% de su capacidad
ANGELICA ENCISO/ I ENVIADA
Chapala, Jal. Pasa del mediodía. Maclino sabe que le quedan pocas horas para hacer un viaje y por eso camina al lado de los visitantes, los alienta para que paseen por lancha en el lago de Chapala: "Vea qué belleza: el lago ha vuelto, quizá esta sea la última oportunidad que tendrá para navegar por aquí y ser parte de este paisaje". La gente fija su mirada en los árboles bajo el agua, el lirio que empieza a cubrir el embalse y las vacas que pastorean en la orilla.
Las lluvias del año pasado hicieron crecer el lago y su curso caudaloso arrasó cercas para ganado, campos de golf, canchas de tenis y jardines de las casas de las riberas, que se establecieron dentro de la superficie lacustre porque se pensaba que el peligro se había esfumado por siempre. Hasta 2002 el cuerpo de agua estaba a 15 por ciento de su capacidad y ahora se presume que tiene 40 por ciento; de aquí se extrae 75 por ciento del líquido que consume Guadalajara.
A fines de los 70 empezó la mayor crisis en la historia del lago, aunque antes, en la década de los 50, se presentó una sequía que lo llevó a tener sólo 850 millones de metros cúbicos -8 por ciento de su capacidad-, pero la ausencia del recurso nunca había sido tan prolongada como ahora.
Maclino siempre ha sido lanchero y, al igual que otros de sus compañeros, abandonó hace cinco años esta ocupación y se refugió en la agricultura. Es jornalero; los 150 pesos que gana al día en la siembra de maíz no le ayudan para mantener a su familia. Cuando el año pasado vio subir el nivel y que en unas cuantas semanas volvió a cubrir el kilómetro y medio que desde el malecón se había desplazado, regresó emocionado a pilotear la lancha San Cristóbal.
A diferencia de hace tres años, cuando La Jornada publicó un reportaje sobre la crisis del lago de Chapala y la desolación del lugar, en estos días la vida parece haber renacido aquí. El espejo de agua que se veía en la lejanía recuperó su terreno original, pese a que aún hay áreas con pastizales y ganado, y el trajinar de gente es constante.
El pueblo casi fantasma en que Chapala se había convertido por la poca afluencia de turistas, principal fuente de ingresos de la población, y la casi inexistente pesca -desaparecieron especies como pescado blanco, bagre y charal-, se ha transformado. El turismo ha vuelto.
Las familias posan para la fotografía. De pie, con el embalse al fondo, los padres sonríen con los niños en brazos y los abuelos traen a su memoria los momentos refulgentes del pueblo. "El viento era maravilloso y la navegación de los veleros formaba un paisaje de película. Si Pepe Guízar los hubiera visto, en vez de escribir en su canción Chapala: 'son tus canoas como un cortejo de fantasía', habría hablado de los veleros de colores", dice Miguel Angel, de Guadalajara, que llega aquí cada fin de semana y que con trabajos se abre paso en el malecón, entre los puestos de comida, ropa y la gente, para dirigirse al faro y sentarse ante el horizonte.
Tras el ocaso...
Desde principios del siglo 20, Chapala fue el sitio de veraneo de las familias pudientes de Guadalajara; entonces se empezaron a construir las primeras fincas; ahora muchas están abandonadas, tienen sus paredes cuarteadas, las camas de latón, que apenas se sostienen, y los muebles viejos lucen despintados y apolillados. Algunas de estas construcciones fueron edificadas a un paso de la ribera del embalse, en una ubicación privilegiada: tenían su malecón particular y por sus balcones se observaba lo que parecía ser un mar infinito.
Con la decadencia del lago, la vitalidad que inundaba esas casas también se apagó. Cuando el agua se empezó a distanciar de su ribera natural, los visitantes tradicionales y los turistas también se alejaron. La esperanza entre los viejos habitantes del municipio volvió el año pasado, cuando en unas semanas el nivel subió.
Hubo una época esplendorosa, recuerda Armando Hermosillo, cronista de Chapala.
"Abundó la pesca, prestadores de servicios turísticos, restaurantes... Todo el comercio. En 1960 se inauguró el club de yates de Chapala: allí se reunía lo más granado de Guadalajara, las fincas de descanso se llenaban cada semana; se hicieron competencias de motonáutica y de yates. Había muchísimos veleros, lanchas rápidas, esquí. Infinidad de niños y jóvenes nadando. Eso ya no se ve."
Al comenzar 1980 el agua empezó a descender y se expandió la invasión del lirio acuático, "con tristeza digo que el lago ha servido de plataforma política por mucho tiempo. En las campañas políticas a todos los niveles se tomó como bandera: 'cuidemos el lago', 'salvemos el lago'. El gobierno no ha entendido que más bien se trata de respetarlo. El hombre es el que ha dañado todo".
Recuerda que a este sitio han llegado casi todos los presidentes de México, con excepción de Abelardo L. Rodríguez. El primero fue Porfirio Díaz, en 1896, y lo adoptó como centro de descanso hasta 1909. "No se diga Díaz Ordaz; era su rinconcito de amor. Gobernadores, cardenales, incluso se dice que el papa Juan Pablo II, en su primera visita a México, vino a comer pescado blanco."
En comparación con otras épocas, ahora hay más hermetismo en la actividad de los visitantes. En los 60 "se convivía en forma abierta. Familias venían de Guadalajara: los Arce, Herzch, Ponce, González Gallo... Organizaban partidos de futbol, decían: van los popis contra los de Chapala; se hacían grandes lunadas en la playa, en el parque. En resumen: se convivía. Todo terminó con el declive del embalse. Ahora vemos que la naturaleza no se equivoca y las cosas vuelven a su lugar".
Menciona que sobre la recuperación han comenzado a correr historias. Los católicos atribuyen el crecimiento del lago a las peregrinaciones anuales que realizan con la imagen de la Virgen de Zapopan. Otros dicen que es por las ceremonias que periódicamente hacen los huicholes en la isla de los Alacranes, sede de uno de los cinco sitios ceremoniales de esa comunidad en el país. Lo cierto es que en la región llovió a cántaros.
El resurgimiento
Ante el drástico descenso del volumen del cuerpo de agua entre 2001 y 2002, que se ubicó en 15 por ciento de su capacidad, con mil 600 millones de metros cúbicos -ahora tiene 4 mil 103 millones de metros cúbicos-, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) entregó 14 mil concesiones de terrenos correspondientes al lago para "usos múltiples", que eran la agricultura y la ganadería.
Al aumentar la cota del embalse, la CNA dio avisos para el retiro de las cercas y de la suspensión de las concesiones, pero aun así las cercas quedaron bajo el agua. Muchos se resistieron a abandonar la tierra a pesar de la crecida y 5 por ciento de la gente que obtuvo los permisos interpuso recursos ante el área jurídica de la comisión. También hubo mal uso de esas autorizaciones, porque se transfirieron o se hicieron obras prohibidas, explica Adalberto García de la Capitanía de Puerto.
Quedaron sumergidos un restaurante bar, el salón de actos Los Guayabos y una asociación charra, todos construidos sin permiso. El agua también arrasó con el campo de golf Ribera del Pilar, desarrollado por los habitantes de San Antonio, en este municipio.
Dos o tres viajes a la semana
Maclino no se deja agobiar por el sol, se quita la gorra y los lentes, se limpia el sudor con el dorso de la mano. Cuenta que los fines de semana realiza dos o tres viajes por el lago, "como hace mucho no lo hacía", y por eso insiste con los paseantes para que vuelvan el rostro a la lejanía y se aventuren a recorrer el lago.
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