México D.F. Lunes 17 de mayo de 2004
Los sueños de un ilol
San Cristobal de Las Casas, Chis. Victorio Vázquez
García es un indígena tzotzil de 61 años de edad.
Supo que iba a ser ilol (curandero tradicional) a través
de muchos sueños cuando era niño. Dice estar contento, porque
durante 46 años ha utilizado "el don que Dios me dio" para curar
a miles de personas.
Originario de la comunidad de Yabteclum, municipio de
Chenalhó, Victorio quedó huérfano de padre a los pocos
años de haber nacido. Su madre era una tzotzil que también
fue curandera, como su progenitor. "A mí me viene de tradición
ser curandero, pero esto no se aprende de un familiar, sólo Dios
lo da", afirma en entrevista.
Cuenta
que cuando era adolescente soñaba que iba a ser ilol. En
uno de esos sueños "un señor mestizo llegó cuando
yo estaba hincado rezando. El señor me preguntó: '¿Qué
estás haciendo, hijo?' Yo le dije: 'Es que está enfermo mi
hijo', y entonces me comentó: 'Tú vas a ser curandero'. Después
me dio un manojo de velas, incienso, ocote, ajos y una copita de trago.
Así supe que iba a ser curandero y a los 15 años ya sanaba".
Desde entonces, hace 46 años, dependiendo de la
enfermedad, utiliza albahaca, velas, aguardiente, incienso y huevos para
sanar a sus pacientes.
Explica: "Primero pulso su mano y por medio de la sangre
sé si está enfermo. Cuando hay enfermedad, la sangre camina
muy fuerte, brinca; cuando no, está tranquila la sangre".
En una pequeña capilla ubicada en el Centro de
Desarrollo de la Medicina Maya, donde también está el museo
de medicina tradicional tzeltal-tzotzil, Vázquez García atiende
hasta 15 personas al día. Primero pide al enfermo que pegue en el
piso y encienda tres líneas de 12 velas cada una.
Las velas de cada fila son de distinto tamaño.
Luego toma el pulso del paciente. Ambos se hincan y él comienza
a rezar en tzotzil, como si estuviera cantando, como de por sí se
reza en las lenguas autóctonas de la región.
En la pequeña sala están las imágenes
de San Juan, San Lorenzo, San Pedro y San Andrés, todos vestidos
según el traje regional que se usa en los municipios de donde son
patronos (San Juan Chamula, Zinacantán, San Pedro Chenalhó
y San Andrés Larráinzar, respectivamente). A todos ellos,
y a una imagen de Jesucristo, se dirige uno por uno agitando suavemente
un manojo de albahaca para pedirles que curen al enfermo.
Al final del rezo, Victorio rompe un huevo que ha utilizado
en la ceremonia. "Cuando hay envidia, en el huevo se miran dos bolitas",
explica, y señala el blanquillo que ha echado en un traste.
A los indígenas como él les cobra 35 pesos
por curación, pero quienes vienen de fuera deben pagar 50 pesos.
Con cierta tristeza afirma que ninguno de sus 10 hijos, siete varones y
tres mujeres, ha recibido el don de Dios para seguir sus pasos de curandero
tradicional, de ilol.
ELIO HENRIQUEZ, CORRESPONSAL
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