México D.F. Lunes 17 de mayo de 2004
Artículo de The New Yorker revela
plan ultrasecreto que también habría autorizado Rice
Niega el Pentágono que Rumsfeld haya autorizado
métodos de tortura
Al ejército le urgía tener datos de inteligencia
sobre la creciente resistencia en Irak: Seymour Hersh
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPOSALES
Washington y Nueva York, 16 de mayo. El Pentágono
calificó hoy de "absurdo" y "lleno de errores" el artículo
publicado ayer por The New Yorker en el cual se asegura que el secretario
de Defensa, Donald Rumsfeld, aprobó personalmente el año
pasado los métodos de interrogación que permitían
emplear coerción física y humillación sexual contra
detenidos iraquíes como parte de los esfuerzos por obtener información
sobre la creciente insurgencia en Irak.
El
periodista de investigación Seymour Hersh, uno de los primeros en
revelar la existencia de las fotos del abuso de los iraquíes detenidos
en la prisión de Abu Ghraib, publicó esta semana un amplio
reportaje en el New Yorker en el cual acusa a Rumsfeld y a la consejera
de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, de haber aprobado el programa
ultrasecreto que autorizaba el uso de tortura física y mental sobre
presos de "alto valor" en la guerra en Irak.
Lawrence Di Rita, un vocero del Pentágono, caracterizó
la nota de Hersh como "más allá de los creíble, conspiratoria
y llena de errores y conjeturas anónimas".
Pero el reportero veterano Hersh, quien fue el primero
en revelar la matanza de My Lai durante la guerra en Vietnam, tiene un
alto índice de credibilidad en este país, y no es la primera
vez que su trabajo ha causado graves problemas para los encargados de la
guerra contra "el terrorismo". Varios legisladores de alto rango entrevistados
en diversos programas de comentario y análisis esta mañana
señalaron que habrá una nueva ronda de audiencias legislativas
para investigar las acusaciones hechas en el artículo.
"Tenemos que seguir esto tan arriba como llegue", comentó
John McCain, senador republicano por Arizona. "Y necesitamos hacerlo tan
rápido como sea posible para remediarlo."
El Washington Post publicó hoy detalles
de un memorándum secreto enviado al comandante de las fuerzas estadunidenses
en Irak, el general Ricardo Sánchez, donde se traza un plan para
interrogatorios en Abu Ghraib que incluye puntos que hasta ahora muchos
oficiales habían dicho que no conocían y menos habían
aprobado.
Ese memorándum, combinado con la nota de Hersh,
ofrece más municiones para los críticos del gobierno de George
W. Bush que insisten en que los abusos de Abu Ghraib no fueron una aberración,
sino parte de una política explícita que viola la Convención
de Ginebra.
"La meta fue usar medios muy duros, uno la humillación
sexual, y el otro, más fuerza física", comentó hoy
Hersh al programa de noticias Face the Nation, de CBS News, al resumir
su nota.
Pero en una declaración difundida este fin de semana,
el vocero del Pentágono Di Rita insiste en que Rumsfeld de ninguna
manera aprobó las técnicas de tortura específicas
empleadas en Abu Ghraib, tal como parece indicar la nota del New Yorker.
Hersh explicó esta mañana: "no estoy diciendo que Rumsfeld
autorizó lo que hemos visto (en las fotos) estas últimas
semanas, pero sí autorizó a estos tipos (el equipo secreto
de interrogadores) ingresar al sistema carcelario e intensificar las cosas".
El programa secreto de interrogación, explicó
Hersh, fue desarrollado en el verano de 2003 por Stephen Cambone, el subsecretario
de Defensa para Inteligencia, como resultado de la frustración de
algunos en el Pentágono ante la falta de información sobre
la resistencia iraquí contra la ocupación estadunidense.
Cambone y su jefe Rumsfeld buscaban una manera más efectiva de extraer
información de las decenas de miles de detenidos en Irak, particularmente
de los ex altos funcionarios y oficiales del gobierno de Saddam Hussein.
Hersh cuenta en su nota que para lograr este objetivo
se enviaron agentes de un llamado Programa de Acceso Especial (SAP, por
sus siglas en inglés), un plan ultra secreto desarrollado por el
Pentágono durante la guerra en Afganistán que involucraba
a un equipo de agentes de las fuerzas especiales que trabajan de manera
cercana con la CIA para ubicar, capturar y/o matar a elementos de Al Qaeda.
Este equipo podría ser activado en cualquier país donde se
necesitara y tiene la capacidad y autorización para proceder rápida
y secretamente para secuestrar, capturar o asesinar enemigos. Los detenidos
son enviados a instalaciones secretas de la CIA donde se extrae rápidamente
información mediante el uso autorizado de todo tipo de técnicas
y fuerza.
Sólo unas 200 personas, incluidos los mismos agentes,
contaban con toda la información sobre este programa secreto, y
Rumsfeld y Condoleezza Rice aprobaron esta iniciativa. No sólo eso:
el propio presidente Bush fue informado sobre el marco general de este
programa, reportó Hersh.
En el verano de 2003 agentes del SAP fueron enviados a
Irak para ubicar a líderes de la oposición y obtener mayor
información durante los interrogatorios.
Según una fuente de inteligencia citada por Hersh,
el programa empezó a rendir frutos rápidamente. El plan secreto,
con sus métodos clandestinos, generó buena información.
Pero el SAP era también parte de un juego político
más amplio, según varias fuentes de Hersh. Rumsfeld, junto
con Cambone, estaba buscando cómo controlar las operaciones clandestinas
y paramilitares de Estados Unidos bajo su mando, algo que provocaba la
ira tanto de las otras agencias de inteligencia como de los oficiales uniformados.
El SAP era tal vez el proyecto de mayor éxito para lograr este objetivo
político de Rumsfeld.
Pero en el terreno de la guerra, el número de iraquíes
detenidos siguió creciendo y no había suficientes interrogadores
del SAP. Por lo tanto, en el otoño de 2003, el Pentágono
autorizó que las técnicas del SAP fueran enseñadas
y empleadas por las tropas de inteligencia militar del ejército.
Esto, comentaron varias fuentes a Hersh, es una de las raíces del
problema que estalló en el escándalo de Abu Ghraib.
Pero el programa y sus técnicas también
causaron que algunos oficiales de inteligencia se quejaran ante sus superiores,
y varios empezaron a preocuparse de que podrían enfrentar acusaciones
de violación de la Convención de Ginebra. Un grupo de abogados
militares se atrevió a presentar sus preocupaciones a la asociación
estatal de abogados en Nueva York. Pero cuando abogados independientes
empezaron a investigar estas alegaciones, el Pentágono simplemente
los desmentía.
Como hoy.
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