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México D.F. Lunes 17 de mayo de 2004

Jorge Santibáñez Romellón*

Una sociedad bien distraída

Varios de los sucesos recientes, que han ocupado espacios importantes en los medios masivos de comunicación mexicanos, necesariamente nos conducen a una reflexión acerca del posible papel que juegan en llamar la atención sobre problemas que sin duda son importantes en el contexto nacional y ante los cuales, por desgracia, se ha optado por lo anecdótico, perdiendo aparentemente la esencia de dichos asuntos. Desde una perspectiva autocrítica, me cuestiono en qué medida hemos caído o somos una sociedad que se conforma con el amarillismo de tal o cual nota, que se distrae del fondo de las cosas, sin capacidad alguna para que cambien.

El pobre espectáculo que nos hemos brindado como sociedad no permite juicios favorables y menos aún consentir una evolución que nos permita progresar. Parecería que no podemos resolver los asuntos y entonces, de manera morbosa, se prefiere la distracción. Si eso se ha convertido en signo de nuestra sociedad o de nuestros medios de comunicación, mal estamos. Analicemos tres de esos asuntos: el caso Ahumada, el de Cuba y la petición de clemencia para mexicanos condenados a muerte en Estados Unidos.

El llamado caso Ahumada ha ocupado durante más de dos meses las primeras planas de los diarios en México y ha sido objeto de espacios importantes en los noticieros de radio y televisión locales y nacionales. Temas como el conflicto estudiantil de 68, el asesinato de Colosio y la llegada al poder de un partido diferente al PRI en 2000 quizá no duraron tanto en las primeras planas ni provocaron tantos editoriales.

Finalmente se trata de un asunto de corrupción, pero eso no es lo más grave; en mi opinión lo más delicado es que se nos ha distraído, con éxito diría yo, del fondo del asunto, de tal forma que ahora lo importante no es que un funcionario y un representante popular, ambos muy cercanos a Andrés Manuel López Obrador, hayan recibido dinero de manera ilícita, sino que el asunto se da a conocer porque hay un "complot". Pocos se fijan en dónde quedó el dinero que Bejarano o Imaz recibieron y la atención se centra en quién instrumentó el citado complot.

Supongamos que efectivamente existe, que hay varios políticos involucrados, incluido el propio Presidente o su esposa, esto no hace inocentes a quienes participaron en el acto de corrupción ni aclara en dónde quedó el dinero que vimos hasta el cansancio en la televisión nacional. Incluso, se podría afirmar que es bueno que tal complot exista y exigir que se sepa el origen, uso y destino del dinero.

En el caso de la tensión diplomática con Cuba sucede algo similar: la sociedad mexicana y sus medios no discuten si en la isla se violan los derechos humanos, lo cual justificaría ampliamente el voto mexicano; ni tampoco si se trata de un país que otorga libertades elementales a sus ciudadanos o, por último, si Fidel Castro ofendió o no a México. Nuevamente se nos distrae con lo pequeño, lo intrascendente, se dedica más tiempo y espacio a saber si México se está subordinando o no a Estados Unidos. Supóngase, sin aceptar, que ése fuera el caso. ƑEsto justificaría un silencio mexicano ante las violaciones de los derechos humanos en Cuba?

Creo que como sociedad estamos cayendo en la provocación de Fidel Castro, que quiere distraer la atención de la sociedad mexicana de una eventual crítica a su régimen, acusando groseramente al gobierno mexicano de ser lacayo de Estados Unidos. Lo que resulta paradójico es que eso lo hace el presidente Castro, con otros países, desde hace décadas y aparentemente tiene éxito. Acusa a los críticos de ser serviles con ese país. Lo excepcional es que en México haya sectores de la sociedad que compren esas estrategias. Ahora, lo que se discute en los medios es el manejo del asunto que hace el gobierno mexicano, y no si se nos ofendió como país o si el voto responde a la política exterior mexicana.

Por último, y yo diría que de manera más grave, nos encontramos con el asunto de la clemencia para un condenado a muerte en Estados Unidos de origen mexicano. Ciertamente, la pena de muerte es inaceptable y México hace bien en buscar esa clemencia, pero cuando contrasto ese "activismo", tanto del gobierno como de los medios ante este asunto, con el prácticamente inexistente ante los cientos de migrantes muertos en su intento de cruzar la frontera, como producto directo de la política migratoria estadunidense o en los cientos de migrantes guatemaltecos muertos o accidentados en su tránsito por México, percibo un desequilibrio para el que no encuentro justificación. Cabría la reflexión de que la política migratoria de Estados Unidos "condena a muerte" a 400 migrantes mexicanos por año. Por lo tanto, me pregunto si somos congruentes, y si ése debería ser el primer asunto a pelear.

Como mencionaba, parece que la distracción se ha convertido en el signo de la sociedad mexicana, y es una muy mala noticia para todos.

*Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

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