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México D.F. Viernes 30 de abril de 2004
DESFILADERO
Jaime Avilés
Ahumada: el reverso de la trama
Ponce: Ƒladrón vil o intermediario del narco?
Bátiz, exitosa estrategia de comunicación
CARLOS AHUMADA JUGO la apuesta más alta de su vida a la carta del gobierno de Vicente Fox... y perdió. De nada, aparentemente, le valió su alianza con Santiago Creel, Rafael Macedo de la Concha y Francisco Gil Díaz para destruir la carrera política de Andrés Manuel López Obrador a cambio de impunidad. Creyó que operarían en su favor los usos y costumbres corruptos del salinismo, y se equivocó de cabo a rabo. Su debut como videoasta clandestino se convirtió en la más amarga de las paradojas: ahora es él quien será grabado las 24 horas de cada día por una cámara de video oculta en la celda del Reclusorio Norte, donde habrá de pasar, en el más benévolo de los casos, entre ocho y diez meses.
Pero si alguna duda quedaba acerca de la conspiración fraguada por tres piezas claves del Ejecutivo federal para derrocar al gobierno constitucional de la ciudad de México, la despejaron, con absoluta inverecundia, los funcionarios de la Procuraduría General de la República (PGR), quienes el miércoles, de las cinco de la tarde a las nueve y media de la noche, "secuestraron" al empresario en el aeropuerto capitalino para impedir que se lo llevara el procurador del Distrito Federal, o -ya que eso no iba a ser posible- al menos interrogarlo acerca de su estancia en una cárcel cubana y aleccionarlo acerca de sus próximos movimientos.
Bernardo Bátiz, el abogado de la ciudad de México, fue humillado por agentes de la policía de Fox que le cerraron el paso oponiéndole el cañón de sus armas largas. Alegando que Ahumada estaba enfermo del corazón, los representantes de Macedo de la Concha intentaron trasladarlo en helicóptero al hospital Angeles del Pedregal. Cuando Bátiz ordenó que se bloqueara el helipuerto de ese nosocomio para impedir el descenso de cualquier otro aparato, los hombres de la PGR trataron de volar con el presunto enfermo al hospital Angeles de Naucalpan, en el estado de México, más allá de la jurisdicción territorial capitalina.
Pero Bátiz, rodeado de periodistas de todos los medios a lo largo de cinco horas, desarrolló sobre la marcha una estrategia de comunicación directa con la opinión pública, lo que, en definitiva, frustró la probable sustracción de Ahumada. Si este sainete no confirma la bien sustentada teoría del complot, hay que hacer entonces un breve y puntual repaso.
Todos los hombres del Presidente
17 de agosto de 2003: Esperanza González, esposa de Gustavo Ponce, a la sazón tesorero del Gobierno del Distrito Federal (GDF), compra 36 mil dólares en la casa de cambio Tíber, SA de CV, y los transfiere a la cuenta 990126419, a nombre del hotel Bellagio de Las Vegas (Proceso, 1434). Ese mismo día, la casa de cambio reporta la sospechosa transacción a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), pero Hacienda no reaccionará sino hasta el 18 de febrero de 2004, dos días antes de que Ahumada se reuniera con representantes de la PGR para denunciar, por extorsión, a René Bejarano, en un salón del hotel Presidente Chapultepec, pagado por la Secretaría de Gobernación a través del Centro de Investigaciones en Seguridad Nacional (Cisen) y asesorado por el senador panista Diego Fernández de Cevallos.
El 18 de febrero de 2004, a instancias de la Unidad Mexicana de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, la Unidad de Investigación contra Crímenes Financieros (Fincen) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos comenzó a investigar las aventuras del dinero de Ponce en aquel país.
El viernes 20 de febrero de 2004, por la tarde, luego de declarar para la PGR, Ahumada viajó a Las Vegas en su avión particular y se encontró con Ponce en el casino del Bellagio, donde el tesorero del GDF fue grabado por una cámara de video cuando apostaba. Esa imagen era vital para la campaña de linchamiento mediático contra López Obrador. Ahumada ya tenía los videos en que aparecen Bejarano y Carlos Imaz recibiendo grandes sumas de dinero en efectivo. Había que afinar los detalles finales.
El martes 23 de febrero de 2004, el Fincen entregó a Hacienda el resultado de sus investigaciones sobre Ponce. El viernes 27, Ahumada voló, de nuevo en su propio avión, al aeropuerto de Rancho Boyeros en La Habana, sin dejar constancia de su salida del país en los registros migratorios de Gobernación. Y por último, el lunes 1Ɔ de marzo, El Noticiero de Joaquín López Dóriga dio a conocer el video de Ponce apostando en Las Vegas y algunos datos secretos del reporte del Fincen.
A la mañana siguiente, martes 2, Brozo exhibió el video de Bejarano, que le fue entregado por el diputado panista Federico Döring, quien semanas después, ante periodistas y diputados en un salón del Palacio Legislativo de San Lázaro, se fue de la lengua al afirmar que ''ahorita lo que me importa es que siga el escándalo''.
Una vez detonadas las cargas explosivas que levantaron una tremebunda polvareda y salpicaron por todas partes al gobierno de López Obrador, Fernández de Cevallos acudió al programa de López Dóriga la noche del viernes 12 de marzo y, con toda la boca llena de improperios, afirmó que ''López Obrador es el jefe de la mafia'' y adelantó que, si bien no defendería legalmente a Ahumada, sí vigilaría que se ''respetaran'' sus derechos humanos. Tres minutos después, en una llamada telefónica a López Dóriga, Martí Batres, subsecretario de Gobierno del GDF, propinó a Fernández de Cevallos una soberbia paliza retórica y señaló que el senador panista era abogado de narcotraficantes.
Diez pasaportes falsos
De acuerdo con el reporte del Fincen, entre abril de 2002 y febrero de 2004, Ponce viajó 17 veces a Las Vegas, utilizando 10 pasaportes falsos; sólo en 2003, su esposa compró más de 550 mil dólares en la casa de cambio donde asimismo vendió 350 mil, lo que, según especialistas consultados, significa en teoría lo siguiente: Ahumada le proporcionó -sólo en ese año, hay que subrayarlo- alrededor de 6 millones de pesos y Ponce le devolvió 3 millones 650 mil pesos, una vez que éstos salieron debidamente lavados de la tesorería del casino Bellagio; el costo de la operación financiera, como salta a la vista, habría sido de 200 mil dólares (2 millones de pesos), que se habrían dividido entre pérdidas en apuestas y ganancias para Ponce y su operadora y consorte.
Este dato es esencial para echar por tierra las suposiciones -inducidas por el videoescándalo- de que Ponce ''robaba'' a la Tesorería del Distrito Federal, movido por su afición compulsiva al juego. Era en realidad un lavador profesional de los recursos ilícitos que le entregaba Ahumada, quien ahora, tras las rejas, deberá explicar esta y muchas otras cosas más. Y lo que a la postre confirmará esta línea de investigación será la auditoría que se practica ya a las finanzas del GDF. Si de allí resulta que Ponce no sustraía fondos de las arcas de la ciudad para apostar en Las Vegas, el misterio quedará plenamente esclarecido y se demostrará que el ex tesorero capitalino era un sirviente del narcotráfico y Ahumada su amo.
Así, elemental, mi querido Watson, habrá de resolverse el asunto en términos judiciales, pero queda abierto el expediente político. La semana pasada, cuando preparaba los papeles para solicitar la extradición de Ahumada, Bernardo Bátiz pidió al juzgado número 50 del fuero federal -ojo, dependiente de la PGR- una orden de aprehensión contra el empresario por el delito de lavado de dinero, pero alegando tecnicismos, el juez se negó a concederla.
Pero si esto puede ser comprensible en los marcos legales, lo que no se entiende es por qué, desde que Ahumada fue arrestado en Cuba, la PGR no lo acusó por lavado de dinero -ésa sí era materia de su competencia- ni por ninguna otra cosa. Las autoridades federales implicadas en la conspiración contra López Obrador estaban esperando a que éste, por medio de Bátiz, mostrara sus barajas para entonces dar un nuevo golpe: acusar a Ahumada por lo que fuese, para atraer el caso a su propio ámbito y quedarse con el empresario en una cárcel de alta seguridad donde Bátiz no pudiera interrogarlo, por lo menos no ahora.
Con lo que no contaban Creel y Macedo de la Concha era con la astucia de Fidel Castro, quien ayer, aprovechando que el titular de la PGR estaba de visita en Washington, devolvió a Ahumada a México por la vía de la deportación para que la justicia capitalina lo someta a proceso por fraude genérico, delito que en el DF sí es grave -como debiera serlo en todo el país- y no admite el recurso de la libertad bajo fianza.
Sorprendida por la repentina determinación de La Habana y en ausencia de su jefe, la PGR enloqueció, al punto de humillar a Bátiz y violar los protocolos vigentes con el avieso fin de que Ahumada se entrevistara con sus defensores antes que con la autoridad que lo persigue, lo que es insólito, sí, pero confirma que destacadísimos miembros del Poder Ejecutivo federal, hombres de la máxima confianza de Fox, se coludieron con un presunto agente financiero del narcotráfico para derrocar a López Obrador.
A través de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, donde cuenta con el apoyo de los diputados locales del PRD, López Obrador modificó el código penal para que los delitos de cuello blanco sean considerados ''graves'', lo que no sucede en el código federal. Gracias a esta blandenguería de la ley, defraudadores de la talla de El Divino y Cabal Peniche, entre muchos otros, que huyeron del país y fueron capturados en el extranjero, recobraron su libertad provisional cuando pisaron de nuevo suelo mexicano. Fuera de la ciudad de México, los usos y costumbres corruptos del salinismo siguen vigentes. Ahumada creyó que después de venderle su alma al diablo, se beneficiaría de tal monstruosidad. Pero gracias al verdadero cambio de políticas públicas que disfrutamos los chilangos, hoy está en el Reclusorio Norte, con un uniforme beige que le queda grande y deberá ratificar lo que le dijo a los cubanos:
''La operación realizada con empleo de los videos sobre corrupción difundidos en México, fue calculada deliberadamente para alcanzar objetivos políticos y planificada con meses de antelación". ƑAhora se atreverá a decir que le arrancaron esas palabras bajo tortura? Si lo hace, lo desmentirá José Luis Sánchez, director de Seguridad y Resguardo de los reclusorios capitalinos, a quien la noche del miércoles le dijo en presencia de este reportero:
''(En Cuba) me trataron muy bien, me pusieron un ventilador en mi celda (...) y me dieron de comer ensalada y verduritas, que yo pedí, porque no me gusta mucho la carne" (La Jornada, 29/04/07). [email protected]
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